Una pintoresca pareja se ha sumado al conjunto de seres vivos que constituyen la fauna de la jungla urbana chicharrera. Se trata de un hombre y una oca. Jonay González es el hombre y Laura María, su insólita mascota. Residente en el barrio santacrucero de Añaza, Jonay es un adiestrador profesional de todo tipo de animales, aunque los prefiere plumíferos y sueña con trabajar en un centro de recuperación de especies amenazadas.

La oca, después de cuatro cortos pero intensos meses de vida, ha visto junto a Jonay González más mundo del que muchos palmípedos domésticos verán en toda su vida. Ha nadado en las playas santacruceras, ha recorrido a pata el camino que separa la plaza Weyler de la plaza de España y ha presenciado dos romerías. Siempre detrás de su amo, sin necesidad de correa.

Cada uno de los paseos de la pareja ha dejado tras de sí un reguero de ciudadanos atónitos. Esta oca cosmopolita es ya una chicharrera avezada. Cruza sin miedo los pasos de peatones y evita de un salto las alcantarillas. Sólo los aromas apetitosos o alguien vestido con ropas similares a las de su apreciado Jonay pueden separarla de su compañero de aventuras. Dos días, algo de comida y una dosis moderada de paciencia bastaron para que Laura depositara su confianza en el que sería su guía y se transformara en su sombra.

Laura María está habituada a andar cómodamente entre la gente. No en vano, su primera salida fue, al mismo tiempo, el día de su bautizo y su primer baño de masas: la romería de Tacoronte. Su segundo bautizo llegaría con la romería de San Benito, a la que además asistió con el atuendo debido: luciendo traje típico.

En cualquier caso, la oca no es la única alumna del adiestrador. En casa de Jonay González convive toda una colonia animal integrada por palomas, periquitos, agapornis, ninfas, cotorras, tórtolas enanas y un cerdo vietnamita que debe de estar deseando que le crezcan alas para sentirse uno más entre tal cantidad de plumas. Además, adiestra a otros animales en la granja donde trabaja, entre ellos, un faisán y un pavo de dos meses que prevé bautizar en la romería de La Esperanza y que pronto seguirá los pasos de Laura María por las calles de la capital.

En el adiestramiento, explica, la clave está en el cariño por los animales y el respeto hacia ellos. "Si los tratas con mimo y les transmites seguridad, confiarán en ti. Es importante que no se sientan presos y que, aunque estén en cautiverio, se les deje cierta libertad".

Cuando Jonay González no trabaja en la granja, exhibe los trucos de sus alumnos más aventajados –periquitos y palomas– en fiestas infantiles y se plantea la posibilidad de visitar colegios: "Los niños están acostumbrados a patear a las palomas por eso de las enfermedades. Necesitan aprender a respetar a los animales".