"Con sol y agua de mar se puede cultivar algo más que turistas". Es una frase que lleva años repitiendo el catedrático de la ULPGC y director del Banco Nacional de Algas Guillermo García Reina. Está convencido de que se deben usar las microalgas para destinos tangibles, que reviertan en la sociedad, "que es la que ha pagado la investigación".

Para él, hay dos maneras de abordar el desarrollo del Banco Nacional de Algas. "Podríamos estudiar la biodiversidad por estudiarla, pero aquí el retorno social sería mínimo, y yo considero que el dinero público invertido en I+D debe revertir en la sociedad". La otra opción es la elegida, la que se manifiesta en patentes e implicación de empresas que acuden al banco en busca de las cepas que necesitan para su negocio. Un ejemplo claro: la cepa repsoliensis es una de las patentes que han surgido del centro y que ha adquirido Repsol para producir biodiésel.

"Este planeta está vivo por las microalgas. Pero las microalgas tienen un problema, que no las vemos. Y el ser humano practica un viejo aforismo: ojos que no ven, corazón que no siente", se queja el científico, que considera que con el acto de hoy se cierra un ciclo.

"Un proyecto como éste no se puede sostener ya por el voluntarismo de los investigadores, y menos con el respaldo de treinta años de resultados. Ahora tiene que venir el compromiso de las administraciones ante los datos de productividad y coherencia que se han demostrado", reta el experto, que ayer no podía ocultar su satisfacción por el deber cumplido.