El modelo turístico que tanto Néstor Martín Fernández de la Torre como César Manrique, buscaban para Canarias, centró ayer las conferencias del curso Re-crear el turismo en Canarias. Cincuenta años de Maspalomas Costa Canarias, en la segunda jornada de la XX edición de la Universidad de Verano de Maspalomas que se celebra en Expomeloneras.

Daniel Montesdeoca García-Sáenz, director del Museo Néstor, analizó la figura de Néstor Martín Fernández de la Torre y su importancia trascendental para el turismo. "Hay que enfocarlo como un Néstor viajero", señaló Montesdeoca, "ya que tuvo la suerte de viajar bastante por Europa, y visitar ciudades como Londres, París o Roma".

El director del Museo Néstor recalcó la importancia de las visitas del pintor grancanario a los países del Mediterráneo, Alemania o Bélgica, "ya que vivió una de las épocas más esplendorosa del turismo en los años diez, veinte o treinta", añadió.

Para Montesdeoca, esas ciudades fueron muy importantes, "ya que acogían a la alta burguesía europea que Néstor transmutó en versión canaria", pero además, "se dio cuenta que teníamos mucho que ofertar, y, por eso, fue pionero en turismo de calidad de la isla.

Montesdeoca recordó como Néstor, junto a su hermano Miguel, creó unas infraestructuras que desgraciadamente han desaparecido "porque sabían que el aeropuerto de Gando y el puerto de La Luz eran los focos por donde se irradiaba el turismo", señaló. El director del Museo Néstor aclaró que Néstor también "creó el Parque Santa Catalina que ha sido desvirtuado, el Pueblo Canario, el parador de Tejeda, el teatro Pérez Galdós, etc", y su hermano hizo el hotel Santa Catalina unos años después, que fue una de las grandes de obras.

Montesdeoca señaló que de 1910 a 1935 fue el gran despliegue del turismo, "pero la guerra paralizó el desarrollo y afectó de forma clara a los canarios, porque el despegue de los años 30 con la guerra civil y mundial nos llevaron al fracaso".

A continuación, Alfredo Díaz, portavoz de la Fundación César Manrique, recordó que Manrique estableció con Lanzarote un compromiso estético y ético al mimo tiempo, al ser consciente de la singularidad de su paisaje, ya que "donde otros veían aridez, paisaje calcinado, o viento, Manrique veía la verdad de Lanzarote".

Desarrollo

Manrique pudo ver que con el desarrollo turístico tenía una oportunidad para sacar a la islas de la situación de miseria, "pero no a cualquier precio, sino con un desarrollo que tuviera en cuenta los valores naturales y culturales, que el respeto al patrimonio natural y cultural se tradujera en clave de modernidad", señaló Díaz, "siendo respetuoso con su patrimonio y utilizando un modelo que alcanzara a toda la Isla", añadió.

Así, Manrique consiguió que desde mediados de los sesenta hasta los ochenta, Lanzarote viviera un modelo de desarrollo sostenible, cuando aún éste no estaba inventado. "Era un modelo intuitivo", aclaró Aguilar, "y encontró el argumento para realizarlo de forma responsable, haciendo cómplices a los ciudadanos y eliminando sus frustraciones". Para Díaz, desde la segunda mitad de los años ochenta se entra en una dinámica de éxitos peligrosa, que para evitarla "se debe apostar por figuras de planificación territorial que incorporen el control del crecimiento turístico".