Una de las primeras obligaciones civiles es la de tener respeto por todos los oficios. La política es uno de los oficios que más respeto. La representación pública resulta esencial para organizar la vida. La democracia marca el porvenir de los pueblos, y si no se ejerce la política no hay democracia. Así que siempre animo a quien quiera dar ese paso, dedicarse a la política. Aunque así desnutran otro oficio.

Por ejemplo, el oficio del periodismo. Ahora se presentan a distintos cargos de elección ciudadana dos amigos que en momentos importantes de sus vidas han compartido este oficio de periodista. Julio Pérez lo ejerció en El Día y en LA PROVINCIA, y luego ha sido un importante abogado al que la vida pública le ha llevado y le ha traído de un cargo a otro, siempre con importantes resultados para la Administración que le otorgó su confianza. Aspira a ser alcalde de Santa Cruz de Tenerife. Juan Manuel Bethencourt, que fue director del Diario de Avisos y pasó por otros medios canarios, aspira a formar parte del Ayuntamiento de La Laguna, como concejal. Uno, Julio, es socialista; Juan Manuel es nacionalista, o al menos a esa adscripción corresponde su candidatura.

Julio dejó el periodismo (o eso cree él; este oficio no se deja jamás) hace muchos años. Lo ejerció teniendo en cuenta los valores que luego ha puesto a disposición de la sociedad: rigor, honestidad, hondura, búsqueda de soluciones para los vecinos y en general para los ciudadanos.

Un periodista es un servidor público que se sitúa en un sitio diferente al político: es quien informa de lo que hacen los que administran, y son también los que critican a los poderes públicos. Pero, como el político, ha de correr las mismas vías: no puede calificar a los que mandan de deshonestos si él mismo no es honesto.

Ese es el principal valor, y Julio Pérez ha sido honesto y riguroso siempre, cuando era periodista, cuando ha sido político, con el cumplimiento de esa regla. Los que le animamos a seguir en la política, a ejercerla en beneficio de su pueblo, no podemos dejar de subrayar ahora la importancia que tiene que personas de esta envergadura quieran contribuir a mejorar el escenario de la ciudad, que es en definitiva el propósito de la política: hacer mejor el escenario de la ciudad.

Con Juan Manuel Bethencourt he sostenido a lo largo de los últimos años (los de la etapa de su dirección en el Diario de Avisos) una vibrante discusión sobre los límites del periodismo, que son los del respeto y, cómo no, los del servicio público. Eso es lo que ahora le reclama desde la política: ejercer el servicio público como un político con la misma honestidad que le reclamaba el periodismo. Es un buen lector, una persona que se ha hecho respetable respetando; un miembro de la cantera pública de nuestra tierra, alguien que ha decidido, de pronto, la respetabilísima opción de la política.

A los dos los han recibido bien los honorables ciudadanos que creen que la política es, en efecto, una opción difícil pero imprescindible; y los han recibido de uñas los que consideran que la política es un nido de víboras. Esta última descalificación califica, en realidad, a quien la lanza. Pero la lanzan porque no creen que la política sea un servicio público mientras no les beneficie a ellos.

Nuestra tierra necesita la política, más que nunca, es decir, como siempre. Que Julio Pérez y Juan Manuel Bethencourt se suban a esos escenarios (Julio, de nuevo; Juan Manuel, por vez primera) es una muy buena noticia doble que me honro en subrayar.