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Crítica | Ibértigo 2020 / 'Technoboss'

La excentricidad y el vacío

Fotograma de ‘Technoboss’.

Una de las misiones inexcusables que tiene cualquier certamen que, como Ibértigo, se nutre exclusivamente de producciones independientes, es la de establecer un orden inequívoco de prioridades a la hora de decidir su programación y que sus contenidos respondan siempre a los criterios selectivos que impone su particular línea editorial; en una palabra, apartar el polvo de la paja. Y no es tarea baladí pues la oferta cinematográfica en este campo es cada vez más abundante, radical y diversa, lo que implica, también, la aparición de filmes que, bajo la bandera de la independencia creativa, introducen discursos visuales a ratos obtusos a ratos inspirados, como es el caso de Visión nocturna, el documental de la chilena Carolina Moscoso que pudimos ver el domingo, cuyos notorios excesos visuales opacan sus esfuerzos por mostrar, desde un prisma innovador, una realidad tan vidriosa y sombría como la de la violencia de género en un contexto social tan inflamado como el chileno. Por fortuna, Technoboss, del portugués Joao Nicolau, que veremos esta tarde, y pese a tratarse de una obra cuajada también de giros excéntricos, no participa en ningún momento, de tales despropósitos. Nicolau, por el contrario, controla minuto a minuto su propio discurso sobre la soledad, el descreimiento y el hastío en las sociedades contemporáneas sin alterar en modo alguno su conocido estilo de viejo iconoclasta.

Que existen mil formas de representar el vacío existencial en la pantalla constituye un hecho tan evidente que bastaría con echar un ligero vistazo a la historia del cine, y especialmente a la filmografía de aquellos maestros que han contribuido a hacerlo grande, para poder constatar con toda suerte de detalles el número de películas que, de un modo u otro, se han aproximado seriamente al tema. Pero también es cierto, por otra parte, que en muy pocas ocasiones tal acercamiento se ha producido con el desparpajo y el soterrado sentido del humor que muestra este inclasificable cineasta en cada secuencia de Technoboss, la película que clausurará esta tarde la presente edición del certamen.

El cineasta portugués, de quien pudimos ver ayer su mítica A espada e a rosa (2010), otro fascinante ejercicio de funambulismo narrativo presidido siempre por el tamiz irrenunciable de la transgresión, recorre, a su manera, el territorio hoy tan común a todas las sociedades contemporáneas de la incomunicación, buceando en la mentalidad de Luis Rovisco, un hombre aparentemente normal a punto de obtener su jubilación que esquiva su desolada existencia soñando continuamente con un amplio repertorio musical, que él mismo interpreta, en sus continuas escapadas en coche a lugares tan sombríos y taciturnos como los que transita en su vida cotidiana.

En su película, Nicolau surca de orilla a orilla las aguas de un mundo que se desploma pero al que se aferra sin embargo a través de las propias ensoñaciones de su personaje y de su decisión de apartarse definitivamente de la rutina laboral y sentimental que ahoga lentamente su existencia. Naturalmente, el filme, con claras alusiones al cine de Aki Kaurismaki, está plagado de ingeniosas secuencias de marcada matriz surrealista que en ningún momento escapan al férreo control que siempre ejerce su director sobre los materiales que maneja en sus películas. Un filme no solo ingenioso, virtud muy habitual en la filmografía de este formidable cineasta, sino que nos invita a mirar, desde su poliédrica visión del cine, un asunto tan recurrente en la historia de la humanidad como es la sensación de estar viviendo en un mundo real al que, por una u otra razón, no quieres pertenecer.

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