El pasado lunes se cumplieron tres años desde que se cometió el asesinato de Asunción González Hernández, Asun para su entorno más cercano, en el interior del aparcamiento de un edificio en el santacrucero barrio de Añaza, justo frente al centro de salud de la zona. En estos 1.100 días no se ha producido la detención del autor o autores de los hechos. Y la familia teme que los implicados nunca paguen por ello y sigan en libertad. La víctima tenía dos hijas y una de ellas, Sonia Fernández, muestra su amargura por que el asunto no se haya esclarecido.

Asun vivía en un piso situado en la Rambla de Añaza y el 19 de octubre del 2017 salió de su domicilio para ir a trabajar en una nave de una empresa dedicada a la distribución de pollos. Su turno empezaba de madrugada y aquella jornada se desarrollaba con normalidad. Hacía pocas semanas que se había comprado un coche y alquiló una plaza de garaje en el aparcamiento de un edificio de la Rambla Bentacayse. La distancia entre su casa y dicho recinto se recorre en pocos minutos a pie. Según explica Sonia, un vigilante de seguridad le contó que la puerta de acceso al aparcamiento estaba rota cuando ocurrió la muerte violenta, ya que, supuestamente, un vehículo la había golpeado la noche antes de que ocurrieran los hechos.

Precinto en la casa de Asunción González, en la Rambla de Añaza L.P.

Asunción entró en su Opel Astra y supuestamente le dio tiempo de cerrar la puerta, así como de intercambiar algún mensaje de whatsapp con una amiga, según relata su hija. Eran las 2:35 horas. A partir de ese momento, otras personas también trataron de ponerse en contacto con ella a través del móvil, pero la víctima ya no respondió. El autor o autores le propinaron muchos golpes. Unas compañeras de trabajo la echaron de menos aquella jornada, ya que no habían recibido aviso por parte de Asun de que no podía acudir a la nave. A las 17:00 horas, esas mujeres acudieron al garaje y encontraron su cuerpo en el coche. Sonia recuerda que la avisaron de lo que había pasado a las 19:20 horas. Y, desde ese momento, vive su calvario.

La joven explica que el secreto de sumario continúa vigente y lamenta que la comunicación con los investigadores de la Policía Nacional que llevan el caso no haya sido todo lo fluida que ella hubiera deseado. “No me dicen nada y me enteré de parte de lo que pasó mi madre por los medios de comunicación”, apunta.

En todo este tiempo, Sonia ha pedido que los investigadores le tomen declaración en unas cinco ocasiones para intentar ayudar con la información que recaba. Recuerda que su madre tuvo una relación sentimental con una mujer de origen polaco durante 17 años. A mediados del 2016, ese vínculo se rompió y Asun conoció a otra mujer, con quien mantuvo una relación relativamente corta. La víctima había empezado un periodo de acercamiento, de nuevo, con su primera pareja femenina cuando se produjo su asesinato. 

Sonia Fernández insiste a los agentes para que intenten localizar un segundo teléfono móvil que usaba su madre, mientras la vivienda de la fallecida continúa precintada. En varias ocasiones han intentado robar en su interior, comenta. “Llegas a creer que el autor conocía a mi madre”, apunta en medio de la incertidumbre sobre quién pudo actuar con tanta violencia. “Nadie vio ni oyó nada aquella madrugada de jueves”, señala Sonia con tristeza. Además, se imagina que Asunción no tuvo una muerte rápida, sino que sufrió hasta que su corazón dejó de latir. Y, por ahora, ella desconoce qué motivación tuvo el asesino para descargar tanta violencia sobre su madre.

Fotos falsas

La plaza de garaje donde ocurrió el ataque está a escasa distancia de la puerta de entrada. Sonia afirma que también ha tenido que soportar la falta de sensibilidad y escrúpulos de otras personas, que llegaron a derramar líquido de freno en el lugar, para simular que era un charco de sangre, y manchar las columnas con las manos. Después hicieron fotos que llegaron hasta ella cuando apenas habían pasado dos días desde el suceso. Sonia Fernández se cambió de domicilio después de la muerte de su progenitora y en su piso de Añaza ahora reside su padre para que no se lo ocupen. Expresa con rabia que la muerte le llegó a su madre cuando más feliz era y más estabilidad tenía. Ella afirma que seguirá luchando para que el asesinato no quede en el olvido.