El uso del lenguaje como coraza contra la muerte durante la Segunda Guerra Mundial protagonizó ayer la segunda jornada de la Semana Internacional de Cine de Valladolid (Seminci), que ha contado además la relación de un joven que padece una lesión cerebral con una prostituta adicta al crack, y la visión de los más pequeños en una familia desestructurada.

Tras el inicio en vilo de un festival que ha reducido aforos, el director ucraniano Vadim Perelman ha traído Persian Lessons, enmarcada en la Sección Oficial, como el filme Sweet Things del estadounidense Alexandre Rockwell y Puppy Love, de Michael Maxxis, aunque esta última queda fuera de concurso por la Espiga de Oro.

El joven belga Gilles, quien se apropia de la identidad de Reza para salvar su vida, se hace pasar por persa para salvar su vida en un campo de concentración en el que recurre a “usar su inteligencia para ganar a las situaciones de peligro”, explicó Perelman sobre su quinta película, Persian Lessons. Un largometraje que ofrece instrucciones para inventar un lenguaje que sirve, no solo para salvar la vida de su protagonista, sino también para erigir un monumento que recuerde los nombres de las víctimas del Holocausto.

Las aspiraciones del capitán Koch de la Alemania nazi por montar un restaurante en Teherán llevan al protagonista a ser su profesor de farsi, idioma que no conoce y que por tanto se tiene que inventar y aprender sobre la marcha para no delatarse.

Perelman, nominado a tres Óscar con Casa de arena y niebla, ha detallado que el idioma utilizado en la historia se ha inventado “de cero”, aunque con el objetivo de que tuviera “ese sonido oriental”. Protegido por el capitán del resto de altos mandos para poder continuar con sus clases, Gilles se inspira en los nombres propios de los prisioneros, que conoce mientras transcribe el registro de presos, lo que le sirve para inventarse el idioma que le salvará la vida.