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Los ingresos por anorexia aumentan en el Materno a raíz del confinamiento

La doctora Sabrina González alerta de los efectos de la pandemia en la población infantojuvenil | Las adolescentes de entre 13 y 15 años son el perfil más afectado

Imagen del exterior del Hospital Universitario Materno Infantil de Canarias.

Los ingresos por cuadros clínicos asociados a los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) han aumentado a raíz del confinamiento en el Hospital Universitario Materno Infantil de Canarias. Así lo pone de manifiesto la doctora Sabrina González, jefa del Servicio de Psiquiatría Infantojuvenil del citado complejo grancanario. “Hemos observado un incremento de la incidencia de la anorexia en chicas de entre 13 y 15 años, que precisan hospitalización. Antes del confinamiento, teníamos una media de dos o tres ingresos diarios, fundamentalmente por TCA y trastornos del comportamiento. Sin embargo, desde que concluyó el primer estado de alarma, la media oscila entre seis y ocho”, detalla la especialista. La mayoría guarda relación con los problemas de alimentación.

Cada día ingresan en el centro sanitario una media de entre seis y ocho pacientes

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Según indica la facultativa, aproximadamente, la mitad de los afectados se encontraba en seguimiento antes de la irrupción de la crisis sanitaria y experimentaron un agravamiento de las enfermedades durante este período. “Pero la otra parte la hemos conocido en estas circunstancias tan difíciles que nos han tocado vivir”, agrega. Y es que la pandemia de Covid-19 ha tenido también una gran repercusión en la salud mental de las personas.

Factores

Cabe recordar que, durante mucho tiempo, las familias tuvieron que abandonar sus rutinas y convivir las 24 horas del día en un mismo espacio. Todo esto generó una desestructuración en los hábitos que, en aquellos menores que presentan mayor vulnerabilidad al desarrollo de problemas de salud mental, se tradujo en una alteración de sus conductas.

“Hay pacientes que han llegado a perder hasta 20 kilos, precisamente, por esa situación tan nociva de pérdida de rutinas y relaciones sociales. Además, el tipo de relación familiar, la situación económica del hogar y la capacidad que tienen los menores y sus cuidadores de afrontar las adversidades son factores que influyen en el desarrollo de esta clase de conductas”, resalta la profesional sanitaria.

Lo cierto es que los TCA no solo están ligados a problemas nutricionales, también van de la mano de la manera que tienen los sujetos de relacionarse con el entorno y de la percepción que tiene cada uno de sí mismo. “Si la situación familiar no es favorable, por ejemplo, estos comportamientos pueden ser una vía para reflejar los conflictos. Es probable que ahora mismo estemos teniendo más ingresos por TCA y alteraciones de las conductas porque son los conflictos que se perciben con mayor facilidad. Pero, probablemente, en unos meses llegarán otros trastornos más invisibles como la depresión o la psicosis y que tienen mucha repercusión en la vida de los pacientes”, enfatiza la responsable del servicio.

“Los niños han llevado mejor los cambios que los adultos”, indica la especialista

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Por lo que concierne a los niños con edades comprendidas entre los seis y 12 años, la doctora González pone de relieve que han conseguido adaptarse mejor que los adultos a la denominada nueva normalidad. “Nos hemos olvidado un poco de los niños en esta pandemia y, si hay algo que les caracteriza, es la capacidad de adaptación. En este tiempo tan aciago que estamos viviendo, hemos visto que han llevado muchísimo mejor las situaciones de incertidumbre, cambios y restricciones que los adultos”, apostilla.

No obstante, a su juicio, este comportamiento puede tener efectos “muy positivos” a corto plazo, pero, con el paso del tiempo, las repercusiones en la salud mental pueden ser notables. “La incertidumbre es muy negativa para toda la sociedad en general, pues necesitamos desenvolvernos en un entorno estable y seguro. Además, es evidente que no puede estar viviendo igual los efectos de la pandemia un niño cuya situación económica familiar no se ha visto afectada, que otro que sí ha notado esos cambios y sufre las consecuencias de esa desestructura”, valora.

Siguiendo esta línea, recuerda que las emociones de los menores son “un claro reflejo” de las que tienen los adultos de su alrededor. “Estamos en un momento idóneo para trabajar la resiliencia, la capacidad de salir adelante y aprender de las cosas negativas. Sin embargo, si las personas con las que conviven los niños y adolescentes no se encuentran en condiciones, no vamos a poder enseñarles esto”, subraya la doctora Sabrina González.

Las señales de alarma

Existen una serie de señales de alarma en los comportamientos de los menores que pueden evidenciar la manifestación de un problema de salud mental. Es fundamental detectar estos signos a tiempo y solicitar ayuda psicológica o psiquiátrica –según proceda– para evitar el agravamiento del trastorno. “Si los niños son muy pequeños y la capacidad de expresar con palabras sus sentimientos es reducida, lo primero que se va a observar es una alteración de la conducta. Cuando esto se prolonga más de dos semanas y genera repercusiones en el día a día se debe solicitar ayuda”, recalca la doctora Sabrina González. En niños más mayores y adolescentes, en cambio, es más frecuente apreciar irritabilidad, tristeza o miedo extremo. “Con ellos es más fácil dialogar y llega a la raíz del problema, pero si estas emociones se mantienen en el tiempo, también es imprescindible llevar a cabo un abordaje profesional”, sentencia la facultativa. |

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