Farmacéutica “por vocación”, María Jesús Oliver (Las Palmas de Gran Canaria, 1985) decidió ampliar su formación en el ámbito de la nutrición. Y es que para esta profesional, salud y alimentación son dos conceptos que “van de la mano”. Una afirmación que defiende no solo en la consulta en la que atiende a pacientes que quieren cambiar sus hábitos, también detrás del mostrador de la farmacia en la que trabaja desde hace años. Ahora, con la presencia del coronavirus, forma además parte del equipo del laboratorio clínico del doctor Manuel Oliver, donde convive con la pandemia entre PCR y test de antígenos.

Es farmacéutica y nutricionista. ¿Cómo combina ambas cosas?

Yo trabajo en una farmacia y, como soy autónoma, paso consulta como nutricionista en una clínica estética a la que voy cuando alguna paciente se va a operar, por ejemplo de liposucciones. Porque al final la alimentación es la base de todo. Hace que una operación vaya mejor y que tengas más salud. Por eso para mí farmacia y nutrición van muy ligadas, porque es imposible que puedas estar bien si comes mal. Podrás estar bien unos años, pero te aseguro que el día de mañana, sin una alimentación adecuada, va a salir alguna patología. También veo interesante que un farmacéutico sea nutricionista porque de cara a la atención farmacéutica en un mostrador puedes dar algún consejo extra a ciertos pacientes como los hipertensos o diabéticos. Aquí, de los últimos, hay muchísimos y no es casualidad, porque la verdad es que creo que en Canarias se come bastante mal y hacer lo bien no es tan difícil. Es verdad que es un proceso más lento, pero los resultados son para toda la vida.

Dice que en Canarias se come bastante mal. ¿De qué alimentos pocos saludables se abusa?

Se abusa mucho, diría que a niveles preocupantes, de los ultraprocesados. ¿Y qué son los ultraprocesados? Todos los alimentos que lleven en su composición más de cinco ingredientes. Por eso yo siempre recomiendo que si vas a comprar algo y lleva más de cinco ingredientes, no lo compres. Lo que hay que hacer es comprar cosas naturales en su estado natural y volver a comer lo que comían nuestros abuelos. El problema es que existe una incultura alimentaria generalizada que hace que, por ejemplo, vayas al supermercado con tu hijo y termines comprándole galletas para merendar porque un niño siempre va a preferir eso que una manzana. Por eso es muy importante educar en una buena alimentación a los niños desde muy pequeños. Aunque ahora creo que se está mejorando un poco, porque lo de comer bien está como de moda.

“Detrás del mostrador de la farmacia observo que mucha gente no sabe la relación entre alimentación y salud”

Se ha puesto de moda el ‘realfooding’ que abandera Carlos Ríos y que, por lo que cuenta, usted también defiende.

El tirón que ha tenido Carlos Ríos en Instagram me parece bestial, porque es una persona que sin decir nada que ningún nutricionista no supiera, se ha hecho famosísimo, cosa que me alegra porque es un gran divulgador. Y si eso sirve para que la sociedad coma mejor, pues me parece genial y estoy a favor. Yo como ‘real food’ desde hace años y lo hago, no para estar delgada, sino porque cuando tú empiezas a comer bien y asimilas el daño que le hace a tu cuerpo comer porquerías, no las comes porque no te apetece.

¿Cuáles son los principios básicos de nutrición que cree que debería dominar la gente?

En mis consultas mando varias recomendaciones básicas para empezar a cambiar los hábitos alimenticios que pasan por lo que no debes tener en casa y lo que sí hay que comprar cuando vayas al supermercado. Es decir, hay que intentar dejar solo para cuando salgamos fuera lo de saltarse estas normas que conllevan, por ejemplo, comer los menos ultraprocesados posibles, erradicar el azúcar, quitando también zumos, refrescos, yogures de sabores y galletas. También olvidarse de las patatas fritas, las harinas, pasta, arroz blanco y todo lo que lleve glutamato monosódico.

“Agosto fue un mes muy duro en el que hacíamos una media de cien pruebas PCR diarias”

Y detrás del mostrador de la farmacia, ¿qué consejos da?

Detrás del mostrador observo mucho que hay gente que no sabe la relación que hay entre la alimentación y la salud. En la farmacia veo al día muchísimos pacientes de diabetes, tanto tipo 1 como 2. Los primeros son los que se tienen que inyectar insulina cada vez que comen y veo que muchísimos pacientes consumen mucha insulina. Yo soy farmacéutica y estoy a favor de la química porque es necesaria para muchas patologías, pero abusar de ella no es bueno. Por desgracia hay enfermedades que son imposibles de curar con la alimentación, pero te digo que todas mejoran. Lo que pasa es que la gente hasta que no ve las orejas al lobo no empieza a comer bien. Por eso a la gente que viene a la farmacia con alguna patología, sí que intento darle algunas recomendaciones. Otra cosa es que después me hagan caso.

¿Cómo puede ayudar la alimentación de cara enfrentarse al coronavirus?

Está claro que prevenir el contagio con la alimentación no es posible, pero sí que ayuda porque está claro que con un sistema inmune fuerte va a haber una menor propensión a cogerlo o, al menos, a no pasarlo tan mal en caso de contagiarte. Y el sistema inmune se fortalece con una buena alimentación e incluso con complementos de la farmacia que lleven zinc, vitaminas de todos los grupos, vitaminas C y D, y equinácea.

“Comer bien no va a prevenir que te contagies, pero va a ayudar a no pasarlo tan mal si eso sucede”

Además de vivir la pandemia en primera fila como farmacéutica, también lo ha hecho en el laboratorio clínico al que se incorporó tras el repunte del verano. ¿Cómo ha sido este cambio?

A mí el trabajo en la farmacia siempre me ha gustado. Es verdad que estudié la carrera porque mis padres son farmacéuticos, pero tengo vocación porque me parece un trabajo superbonito en el que ayudas a un montón de gente. Y creo que en la pandemia fuimos clave porque cuando todo era un caos, tranquilizamos bastante a la gente que estaba nerviosa a unos niveles horribles, aunque nosotros también lo estábamos. Entonces, cuando las farmacias empiezan a estabilizarse, en el laboratorio justo se empezó a con las pruebas de Covid-19. Al principio se comenzó con los análisis serológicos y venía gente, pero no era una cosa exagerada. Pero en julio, cuando compramos la máquina de PCR, la cosa cambió y con el repunte de agosto esto se desbordó. Así que como hacía falta gente y yo soy autónoma y podía compaginarlo, decidimos que me viniera. Yo ya antes venía de vez en cuando a echar una mano, pero no había pasado tanto tiempo aquí y he de decir que me ha gustado la experiencia. Eso sí, ha sido durísimo. En agosto no pude pisar la farmacia porque empezábamos a las seis o las siete de la mañana y nos íbamos a las diez de la noche.

¿Cuántas pruebas hacían de media diaria? ¿Y ahora?

En agosto unas cien al día. No nos daba tiempo porque no era solo sacar la prueba, era ordenarla por nombre y número, sacar los resultados y cada vez que nos salía un positivo, que en agosto eran unos ocho o diez diarios e incluso un día llegamos a once, teníamos que llamarlos y activar el protocolo. Ahora son unas 20 pruebas diarias y sale algún positivo cada tres o cuatro días.

¿Cómo se lleva el convivir con el virus tan de cerca?

Pues la primera vez que nos salió un positivo para mí fue superimpactante, pero como todo en la vida, al final te acostumbras y ahora lo vives como algo normal. Nosotros aquí tenemos un sistema de limpieza muy exhaustivo y cumplimos con todas las medidas, entonces nos hemos dado cuenta que si tienes cuidado no te contagias. Es decir, yo antes tenía miedo, ahora tengo respeto.