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Crisis del coronavirus | La opinión de los expertos

“En esta coyuntura, hay que pensar que el futuro son los 15 próximos minutos”

El psiquiatra José María Valls.

José María Valls (1950) fue durante casi 20 años profesor de la Universidad de Córdoba hasta que en 1990 pidió la excedencia y ahora sigue su actividad como psiquiatra. Atiende a sus pacientes en un amplio en el que echo en falta el diván que el cine nos ha hecho imaginar que existe en cualquier consulta.

Estamos viviendo una situación insólita para la que no estábamos preparados ni física ni psicológicamente. ¿Cómo está influyendo en la salud mental de quienes no tenían una patología previa?

No solo están aumentando las consultas sino que el virus aparece también en las consultas de los pacientes que vienen a revisión y a los que la situación de confinamiento primero y de desprotección frente al virus después, les está provocando cuadros de ansiedad y depresión. En los cuadros psicóticos, se agravan los delirios que ya existían y aunque yo no he visto ningún brote psicótico provocado por el virus, supongo que se estarán dando. En los psicóticos ha habido dos reacciones, una el empeoramiento y algunos han mejorado porque su posición mejora en la familia. De repente, hacen lo mismo que todos y se integran más en ese pequeño grupo.

¿Quiénes son más vulnerables en este contexto?

La ansiedad responde básicamente a dos situaciones que ya se conocían. La pandemia es nueva, pero la situación de deprivación social y afectiva que provoca la pandemia no lo es. La disminución o ausencia de contactos afecta en especial a las personas que viven solas y que en este contexto son las más vulnerables porque no se les puede visitar, están aislados y crece el temor a que puedan morir de un momento a otro. Al contrario de lo que pueda parecer, esa deprivación social afecta más a personas que previamente tenían poca vida social. Los que tenían relaciones sociales muy precarias o escasas lo viven peor que los que han tenido una vida social muy activa porque la dependencia del contacto social es más fuerte cuando es escaso y difícil que cuando es fácil y frecuente. Si alguien está todo el día charlando, tiene un número de contactos cercano a 150 que es el máximo de personas con las que te puedes relacionar, en general, tiene mucha menos patología que quien tiene una red social muy pobre, porque ese ya está huyendo de la soledad.

“Contra las conductas incívicas, echo en falta información clara y al poli con la porra”

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La pandemia ha removido las bases de la sociedad del bienestar y ha dibujado un futuro muy incierto. Hay expertos que alertan de que lo siguiente será una pandemia de trastornos mentales. ¿Está de acuerdo con ese diagnóstico?

No se puede hablar de pandemia. Lo que está pasando nos está sometiendo a un gran estrés, pero el concepto de pandemia va de otra cosa. Mucho peor que el covid fueron las guerras y hemos sobrevivido a ellas aunque hayan generado patología derivada de esas situaciones. El nivel de apoyo social, de tratamiento es muy diferente. Habrá secuelas, es inevitable, pero creo que serán secuelas más sociales que individuales.

¿Cómo reacciona nuestra mente en estas circunstancias?

Desde el punto de vista del individuo, hay formas adaptativas a la deprivación social y emocional que nos llevan a bloquearnos. En esta coyuntura, lo recomendable es pensar que el futuro son los próximos 15 minutos, no plantearse nada más allá porque no sirve de nada y de lo contrario, sometemos al cerebro a un trabajo imposible. Es como acelerar el coche en el garage, lo más que puede ocurrir es que nos demos un tortazo con la pared. Cuando se empieza a salir, después de un tiempo con las luces cortas, disminuye la capacidad de concentración y de atención, no te fijas, todo pasa un poco sin procesar, eso es lo que ocurre cuando te aíslas. Es lo que se llama el síndrome de la cabaña. El cerebro se adapta a esa luz corta y a sentir que no se tiene que preocupar, porque el mundo se reduce a un ámbito pequeño y cuando sales, recibes una avalancha de estímulos que genera mucho estrés. El cerebro requiere un periodo de adaptación, no es una goma elástica. Lo que hay que hacer es intentar no pensar. Cuanto más piensas, más problemas tienes.

“El aislamiento afecta más a personas que tenían previamente poca vida social”

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A muchos, el aislamiento les ha llevado justo a no dejar de pensar.

Y la consecuencia es la ansiedad, acelerar el coche en el garage. La vivencia del miedo que implica el virus depende de cada individuo y no tiene que ser motivo de patología. En muchos casos, alivia porque, acostumbrados a vivir con un montón de preocupaciones, el virus hace que centremos la atención en una. A medida que esa situación se alarga en el tiempo, la desconexión es más difícil y entonces afloran los viejos problemas. Esa es la evolución y por lo tanto, la patología está aún por ver. Lo cierto es que después de tres meses de un confinamiento muy severo no ha habido tanta patología social, pero ahora ya estamos viendo estrés postraumático y cuadros que han empeorado.

¿Quiénes pueden sufrir estrés postraumático?

Aquellos que han vivido o están viviendo el virus con mucho miedo y tensión. El estrés les aflora cuando recuperan cierta normalidad. Las áreas cerebrales encargadas de dar la alarma no se desconectan y empiezan a angustiarse después porque el cerebro se queda enganchado a un problema y si no está, se lo inventa.

“El teletrabajo te lleva a estar confinado y estresado a la vez y está generando mucha patología”

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¿Podemos aguantar en esta situación de tensión y angustia mucho tiempo?

He hablado antes de las guerras. ¿Cuánto estrés puede aguantar un sirio o un libanés, que lleva años viviendo entre muertes, bombardeos, amenazas...? El problema en ese caso será adaptarse cuando esa tensión desaparezca.

¿Cómo podemos protegernos?

Adaptando las expectativas a tus posibilidades. ¿Tú puedes cambiar el virus? No. ¿Puedes cambiar la estructura sanitaria? No. Si no puedes, no te ocupes porque solo conseguirás angustiarte.

Mucha gente tiene reparos a acudir al psiquiatra cuando no es capaz de hacer eso.

Hay que detectar los síntomas cuanto antes y para eso hay que pedir ayuda. En este caso, ni siquiera hay detrás algo de lo que uno pueda tener vergüenza. Has tenido una experiencia como podría ser un accidente de tráfico, algo de lo que no eres responsable, en lo que no influye la experiencia previa sino la capacidad de adaptación del cerebro de cada uno. Eso debe ser conocido, hay que desmitificar la situación. Después de muchos años ejerciendo esta profesión, noto que esa resistencia, el no querer venir, no es tanto un problema de vergüenza o temor a que el mundo piense que estoy loco sino a una pérdida de autoestima del que sufre porque considera que es poco fuerte si tienen que pedir ayuda, como que eso es un síntoma de debilidad. En nuestra cultura impregnada de machismo, eso es mucho más frecuente en los hombres que en las mujeres, que vienen con más facilidad a los servicios de salud mental porque tienen más conocimiento de sí mismas y más capacidad para darse cuenta de que no están respondiendo bien y que no pasa nada por buscar ayuda, no se hunde el mundo. En nuestra cultura, parece que un varón como dios manda es un mierdecilla si no es capaz de tirar para adelante y eso es algo que lleva en muchos casos a situaciones extremas como el suicidio.

“Disponer del arsenal de fármacos que tenemos ahora me parece maravilloso”

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Las estadísticas muestran que también el suicidio está aumentando a raíz de la pandemia.

No creo que se estén dando más casos sino que se está perdiendo el miedo a hablar del suicidio, afortunadamente. Ya no es tan grave decir “mi padre se suicidó”. Hasta ahora, había esa creencia de que era mejor no hablar por el efecto contagio. Eso está cambiando, desdramatizar el suicidio es fundamental. El peso del machismo también se refleja en el suicidio, que es más frecuente en el varón, mientras el intento de suicidio es más habitual en la mujer, quizás porque ellas lo utilizan más como llamada la atención y para el hombre llamar la atención de esa manera es humillante y cuando lo intenta, procura hacerlo bien.

El consumo de psicofármacos ha aumentado mucho con el covid.

Yo en esa cuestión... Yo he vivido la época de no fármacos, Los antidepresivos son más viejos que yo, pero el uso de antidepresivos y antipsicóticos era muy escaso porque tenían muchos efectos secundarios. Disponer del arsenal que tenemos ahora me parece maravilloso. Han perdido gran parte de esa patología de generar dependencia y por otro lado, esa mística del dolor yo no la entiendo. No creo que soportar un dolor de muelas mejore la vida a nadie. Si tienes angustia y no puedes dormir porque el contexto te lo impide, pero un Orfidal te lo arregla… bienvenido sea. Desde hace un tiempo, hay una reacción contra los fármacos porque dicen que te atontan y te impiden afrontar el problema y eso no es así. Un antidepresivo no tiene porqué atontarte. Eso es más un problema del médico que del fármaco. Las pastillas no se pueden dar como si fuera agua bendita, porque no son la solución a los problemas, son muletitas que te ayudan a arreglarlos. Hay que detectar el problema primero y luego usar los fármacos para afrontar la situación sin bloqueos, sin angustia, con lucidez.

Aún hay gente que no acaba de creerse esto del covid y tiene conductas incívicas.

Yo creo que debemos estar orgullosos como país porque tenemos una sociedad con un nivel muy bajo de violencia, de conductas asociales y extraordinariamente solidaria. En el confinamiento, hemos tenido un comportamiento ejemplar. Ahora está habiendo conductas incívicas, pero hay dos cosas que echo en falta: información clara y al poli con la porra. No hay una vigilancia estricta y se quita importancia a lo que está pasando, hay quien cree que esto es como un resfriado. Señores, hay hopitales que ya tienen las UCIs saturadas, se están llenando las salas de reanimación y si esto sigue así, en dos o tres semanas, no habrá capacidad. Esconder la realidad me parece un grave error que puede estar en la raíz de esas conductas. Ahora empiezan a hacer los anuncios del joven y la abuela, vamos tarde. Hay que enseñar la crudeza de lo que pasa en los hospitales donde hay gente en coma inducido, con respiración asistida, ahogándose y para la que no hay nada. Aparte de eso, en España, la medicina preventiva no existe y ese es un gran fracaso del sistema sanitario. Estaba prevista en la Transición, se quería centrar todo el esfuerzo en una Atención Primaria fuerte, muy social, pero no se hizo. Y la crisis anterior dio al traste con lo poco que había. Quedaron unos quioscos donde se dan recetas y un hospital que aguanta lo que le echen. Los hospitales han aguantado lo que han podido y ahora nos ha venido el virus. Un médico de Primaria ve 80 pacientes al día, no le da tiempo ni a verles la cara y eso es lo que está haciendo que se saturen los hospitales en cada ola del virus.

La pandemia nos ha traído con ella el teletrabajo. ¿Qué efecto tiene esto en nuestra psique?

El teletrabajo está generando muchos problemas psíquicos porque te obliga a estar atento, estresado y confinado a la vez, sin relaciones ni estímulos externos, sin intercambio fácil de información con los compañeros, estás aislado y con estrés, lo que para el cerebro es agotador. Lo que estamos viendo es que la gente aguanta mal el teletrabajo durante mucho tiempo. No puedes estar atento a una pantalla ocho horas en un contexto como ese. El trabajo normal, con relaciones interpersonales, te permite rendir igual o más y agota mucho menos porque desconectas con frecuencia. Eso sí está generando mucha patología, muchos pacientes vienen agotados y angustiados.

¿Cómo nos va a cambiar el covid como sociedad?

Yo no lo sé. Es mucho más fácil predecir qué va a pasar con el sol que predecir qué va a pasar en España la semana que viene. Este es un fenómeno social y las medidas que se están tomando son más sociales que científicas. Estamos en un viaje de ida y vuelta, nuestra necesidad de aislamiento nos va a convertir en una sociedad en la que nos toquemos menos y eso nos volverá a nosotros para sentirnos incómodos si alguien se nos acerca.

¿Eso perdurará en el tiempo?

Puede que sí y puede que no. Hemos tenido el cólera, la gripe española que mató a 50 millones de personas, la peste. ¿A alguien le queda algo? Mañana nos ponen la vacuna... y estamos en otra.

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