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25N Día contra las agrexiones sexistas | Defensa de las mujeres

Aurora Genovés: “Poner la denuncia evita la violencia en un porcentaje de casos muy alto”

“Poner la denuncia evita la violencia en un porcentaje de casos muy alto”

Aurora Genovés lleva 32 años ejerciendo como abogada en la ciudad andaluza de Córdoba. Eligió estudiar Derecho influida en parte por su padre, economista y letrado aunque, según relata, lo que la marcó fue un juicio del abogado también cordobés Rafael Sarazá (padre) en el que este defendió al joven autor del fuego de La Merced y al que asistió siendo ella estudiante. “Me impactó tanto que decidí que eso era lo que yo quería hacer”. La vida, asegura, la llevaría después a especializarse en la defensa de las mujeres víctimas de violencia machista en una trayectoria que ella nunca programó.

Como abogada de violencia de género, usted no es una abogada defensora sino que actúa como acusación particular. ¿Qué diferencia hay?

Hasta hace poco, el abogado tenía como función en el ámbito penal la de defender al acusado de un delito. La víctima de ese delito no aparecía en los procedimientos. Se suponía que el fiscal defendía sus intereses, pese a las limitaciones que tiene un funcionario que conoce poco a la persona. Pero la situación social ha cambiado tanto que, ante determinados delitos, como los de violencia de género, se exige ahora una presencia mucho más activa de la víctima, lo que permite conocer el impacto, las secuelas... y ahí entra la acusación particular, que defiende los derechos de la víctima. La ley de enjuiciamiento criminal es la misma, hay artículos aplicables al acusado y otros a la víctima, cada uno tiene un punto de vista específico e interviene de forma diferente, en otros tiempos y con otros derechos.

¿Denunciar expone a la víctima a más riesgo o la protege?

Muchas mujeres temen denunciar, pero mi experiencia es que cuando se produce la denuncia, en un porcentaje de casos muy alto, la violencia se paraliza porque el agresor en estos delitos es un agresor cobarde, busca una víctima vulnerable y cuando ve esa protección, recula. Es como en una pareja, cuando una chica es muy contestona y planta cara, el agresor busca a otra. Las chicas dóciles y sumisas son las más vulnerables. Cuando se pone en marcha con una denuncia todo el aparato de protección a la víctima, ahí se corta la violencia… es un aviso a navegantes muy disuasorio.

En los casos de violencia de género, la declaración de la víctima es clave. ¿Si renuncian al derecho a declarar, no hay caso?

Si yo soy la acusación particular, es difícil que eso ocurra porque conoces a la persona, sabes cómo piensa y si va a llevar ese procedimiento hasta el final o no. Eso ocurre cuando la víctima está desasistida. Nunca se me ha dado el caso de que renuncien a última hora, lo que sí me ha pasado es que en los días previos, la mujer haya planteado llegar a un acuerdo porque ha hablado con la familia, porque tiene miedo... y en ese caso, hago un escrito al juzgado informando de la situación y a veces, el juez decide suspender y archivar el caso. De todos modos, sin declaración de la víctima no quiere decir que no haya caso, porque la fiscalía lo mantiene abierto de oficio una vez se instruye el delito. Se cita a la persona que ha denunciado en la posición de testigo de su propio delito y aunque puede acogerse al derecho a no declarar, si se ve que hay otras pruebas que permiten acreditar lo que ha pasado sin su declaración, es obligación del fiscal mantenerla. Otra cosa es que el fiscal vea que las pruebas muestran que las cosas no son como se plantean y decida archivar el caso por falta de pruebas o por indubio pro reo.

“La víctimas no quieren una revancha o la cárcel para el agresor, lo que quieren es acabar con el problema, que las dejen en paz y se olviden de ellas”

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¿La condena del agresor pone fin al sufrimiento de las mujeres maltratadas?

En absoluto. Una condena nunca pone fin al sufrimiento, cierra un capítulo porque tener un procedimiento abierto provoca una tensión enorme prolongada en el tiempo, a veces durante años. Cuando acaba, si hay condena, la víctima cierra un capítulo importante aunque a veces se cierra en falso. Por lo que yo veo, las víctimas no quieren revancha o la cárcel para el agresor, muchas tienen miedo a lo que pueda pasar cuando ellos salgan de prisión, lo que quieren es acabar con el problema, quieren que las dejen en paz y se olviden de ellas.

¿Es habitual que haya que compaginar el procedimiento penal con otros de derecho de familia?

Es muy frecuente que una persona con un procedimiento penal abierto abra a la vez, antes o después otro civil por divorcio, hijos, ejecuciones de sentencias civiles... lo que hace que haya que llevar a la vez la parte penal, con todo lo que supone de medidas cautelares, órdenes de protección, quebrantamientos… con el divorcio o modificación de medidas y ejecuciones de sentencias anteriores. Hay mujeres que de no haber pisado un juzgado nunca, pueden llegar a tener cuatro casos abiertos en quince días.

La custodia de los hijos suele ser un motivo de conflicto. ¿Sigue habiendo reparos a la custodia compartida?

Yo tengo muchísimos casos de ese tipo y la casuística es muy variada. Muchas mujeres no aceptan la custodia compartida porque los niños son muy pequeños y entienden, a veces por razones culturales, que los hijos están mejor con ella y aunque eso suponga una carga y una pérdida de oportunidades profesionales, prefieren hacer un paréntesis en su vida hasta que los niños son más mayores y negociar un régimen de visitas con el padre. Luego hay otro grupo de mujeres que no lo aceptan porque durante la convivencia con el padre, éste no ha ejercido correctamente ese papel de padre, no se ha ocupado de ellos o tiene horarios incompatibles y ante el temor de que estén en manos de otras personas, prefieren tener la custodia. A veces, puede haber malos tratos encubiertos que no se han denunciado y que motivan ese rechazo. A las mujeres que no quieren custodia compartida, que no son todas ni mucho menos, igual que hay muchos hombres que la quieren, lo que no les gusta es que sea una imposición. Al final, el juzgado estudia el caso y a veces dice sí y otras que no.

“Las separaciones son una guerra y se usan todas las armas disponibles, lo hijos también. A veces se usan de buena fe. Cada caso es distinto”

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¿Se usa mucho a los niños como arma arrojadiza en las separaciones?

Las separaciones son una guerra y se usan todas las armas disponibles, los hijos también. Los profesionales intentamos que no se usen porque el bien del menor debe ser lo primero, pero ese es un concepto abstracto. Para una madre, el bien del menor puede ser que su hijo esté bajo su ala. A veces, se usan de buena fe porque no hay asesoramiento. Cada caso es distinto, no se puede generalizar.

Hace unas semanas, una investigación realizada por la Asociación de Mujeres Juristas Themis, a la que pertenece, revelaba que un tercio de las sentencias no retiran la patria potestad a los padres violadores. ¿A qué se debe?

Yo no he participado en la investigación, pero por mi experiencia, puedo decir que es cierto aunque lo que pasa es que muchas veces no se pide, porque el agresor entra en prisión. El problema se da cuando el padre sale de la cárcel y tiene capacidad de decisión sobre el menor que ha sido víctima de la agresión sexual y es terrible.

¿Es cierta la percepción de que cada vez hay más agresiones sexuales?

Yo no noto más, lo que sí hay es una mayor reacción social por los casos mediáticos que ha habido. Yo llevo un programa desde el año 2002 a través de una asociación de defensa de víctimas de agresiones sexuales y he llevado muchos juicios, desde los más leves a los más grandes, y lo que veo es que hacen falta muchos estudios. Es un fenómeno que solo tiene en común con los malos tratos que la víctima es mayoritariamente una mujer, no siempre, y el agresor, un hombre, pero tiene muchos matices. No es igual una agresión sexual en el entorno familiar que es lo más frecuente, a unos abusos en un entorno con violencia en la calle o una violación grupal. Hay muchas diferencias y consecuencias distintas. Falta información pese a ser un delito que supone un gran estigma. La chica violada no quiere denunciar, piensa que no la van a creer o intuye que el procedimiento judicial será una tortura, eso es para vivirlo, se sufre mucho y la víctima es muy vulnerable.

Usted ha dicho que no defiende a presuntos violadores o agresores. ¿Nunca le ha interesado conocer el otro lado?

En los juicios, ya veo el otro punto de vista y cómo los hechos pueden tener distintas explicaciones, pero prefiero, por mi propia salud mental, hacer mi trabajo en la postura procesal de defensa de los derechos de la víctima. Me siento más cómoda y creo que es más coherente hacerlo así, mis clientas no entenderían que un día defendiera a una víctima y al otro día a un maltratador.

“También hay una forma de sufrimiento cuando el niño oye que su madre es maltratada, oye gritos, golpes en las puertas...”

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El confinamiento hizo temer un repunte de malos tratos aprovechando el aislamiento de las víctimas. ¿Ha sido así?

Durante la pandemia, creo que ha habido un paréntesis en todos los sentidos, a mí no me han llegado más casos de agresiones, pero lo que sí he notado es que después se ha producido un repunte de mujeres que se han planteado su vida en ese tiempo de parón y que han decidido no aguantar más y divorciarse. A partir del verano, sí han llegado más casos, pero por la vía civil, no penal.

La campaña del Ayuntamiento de Córdoba para el 25N de este año, que llevaba el lema de ‘No quiero ser como mi papá’, ha causado mucho revuelo. ¿Qué le ha parecido a usted?

Lo que se achaca a la campaña es que no dice que ese lema se refiere a hombres maltratadores y parece que se dirige a todos los hombres, pero los publicistas han explicado que eso está implícito en el contexto. El problema es que tenemos la piel muy fina. El asunto está muy politizado. Lo que me parece bien es que la campaña está dirigida a los niños y creo que hay que visibilizar más el sufrimiento de los menores en estos casos.

El 43% de las víctimas tuteladas por el plan Viogen tiene menores a su cargo. ¿Se está trabajando para prevenir que los niños reproduzcan esos roles en la edad adulta?

Yo creo que no. Si todo el tema de las mujeres está costando tanto, pese a que tenemos una legislación pionera, el tema de la infancia sigue siendo una asignatura pendiente porque se siguen justificando muchas actitudes violentas de los padres hacia los hijos, correcciones en forma de mal trato, encerrar al niño en una habitación… También hay una forma de sufrimiento cuando el niño ve que su madre es maltratada, oye gritos, golpes en las puertas...Si son pequeños, están muertos de miedo y quieren que la madre los proteja y ese es un detonante para que denuncien. El riesgo es que la violencia se mantenga y los niños lleguen a la adolescencia, porque el adolescente tiende a imitar los roles que ha visto en su casa. Si el padre pega dos voces y consigue lo que quiere, el niño hará lo mismo con sus parejas y a veces con la madre. Y si es complicado salir de la violencia de una pareja, de la de un hijo es mucho peor. Por eso hay que reeducar a los niños para prevenir esas actitudes.

En cuanto al tema de las denuncias falsas, ¿alguna vez le ha llegado un caso así?

No, lo que sí pasa es que... los límites de cada persona son distintos. Hay mujeres que no quieren denunciar en circunstancias muy graves y otras que quieren hacerlo por cosas muy pequeñas y les digo que hay cosas que no son denunciables. Que tu marido te diga que va a pedir la custodia de tu hijo no es una amenaza, es un derecho que tiene. Hay que distinguir entre maltrato y mal rollo. Cuando una pareja se divorcia hay mucho mal rollo, pero eso no son malos tratos.

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