Pedro Delgado tiene 45 años y es uno de los vendedores de la ONCE en el centro comercial Meridiano, en Santa Cruz de Tenerife. Le tocó abrir camino y romper barreras en su juventud por su condición de invidente. Sus experiencias fueron muy duras en algunos casos. Pero esas vivencias le han hecho más fuerte y seguro a la hora de defender sus derechos ante las personas que lo rechazan cuando va acompañado de su perro guía. Nació con un glaucoma. De pequeño fue tratado en Tenerife, pero llegó a perder la visión del ojo izquierdo. A partir de ese momento, sus padres se centraron en que no perdiera también la poca vista que le quedaba en el derecho y fue tratado en el Instituto Oftálmico de Madrid. Tuvo un “resto visual”, hasta 1989, cuando, con 14 años, sufrió un derrame interno y, a partir de entonces, perdió la visión de forma absoluta.

Ha ganado medallas en competiciones de atletismo a nivel nacional, europeo, e, incluso, mundial

Sus progenitores lucharon de forma tenaz para que él pudiera tener una educación inclusiva, es decir, junto a personas que no tenían discapacidad visual o de otro tipo. En aquel momento, en los años 80, no fue nada sencillo. Lo más habitual es que las personas como él fueran a centros de educación especial en la Península. Algunos padres, entre ellos los de Pedro, fundaron la Asociación Tinerfeña de Padres de Niños Invidentes (Astipani), para tratar de ir contra esa norma y trabajar por una educación inclusiva. De esa forma, la EGB la realizó en el colegio Echeyde I y el Bachillerato, en el instituto Tomás Iriarte, en Santa Cruz de Tenerife.

Delgado recuerda que “en aquella época había muchas más trabas y prejuicios que hoy”. Por eso valora tanto el esfuerzo de sus padres. Pero para su formación también agradece la labor de la ONCE y de la Consejería de Educación, que aportaron los profesores de apoyo que propiciaron que él pudiera realizar los exámenes en braille, o bien escribir en tinta los trabajos para que pudieran ser evaluados. Y a eso hubo que sumar el impulso de la ONCE para convertir los libros convencionales a braille. “Ahora es más fácil por los avances informáticos y tecnológicos”, aclara. Las primeras innovaciones en este campo llegaron cuando cursaba Bachillerato. Entró a la Universidad y quiso ser fisioterapeuta. Asegura que hubo profesoras que no creyeron nunca en que una persona invidente como él pudiera llegar a ejercer esa profesión. Y no terminó la carrera.

Desde 1992 practica deporte. En los comienzos, realizó ciclismo en una bicicleta de tándem. Después se introdujo en el atletismo y logró medallas en campeonatos nacionales, europeos y mundiales. Además, participó en tres paralimpiadas. Su especialidad es el “medio fondo” (carreras de 400, 800 y 1.500 metros.

Este tinerfeño empezó a vender cupones con 20 años, cuando todavía estudiaba en la universidad, al sustitución a compañeros en verano. Y desde 2002 lo hace de forma estable. Reconoce que ha llevado una vida “bastante activa”. Ha tenido dos perros guía. El último lleva junto a él ocho años. La primera fue una pastora alemán, que tuvo que soportar momentos duros.

Entre 1994 y 1998, diversos conductores de Titsa no querían que subiera a las guaguas con su perra guía, a pesar de que ya entonces la legislación lo amparaba y él les mostraba el decreto concreto. Fueron muchas las veces que llamó a las fuerzas de seguridad. Unas veces lo apoyaron y otras, no tanto. Delgado llegó a presentar varias denuncias contra chóferes y la empresa. Reconoce que eran situaciones comprometidas. Él subía a los vehículos, el conductor no le cobraba ni cerraba la puerta y así permanecían hasta que llegaban los agentes de seguridad. Y, mientras tanto, los demás usuarios se desesperaban porque tenían que llegar a sus trabajos, por ejemplo.

A veces, esos empleados de Titsa consultaban la situación con su coordinador. Y en una ocasión, el chófer lo dejó pasar, pero le advirtió: “Te subes porque la guagua no es mía”. Su familia recibió llamadas en su casa del Ayuntamiento de Santa Cruz para que retirara las denuncias, “pero no accedimos, solo queríamos que nos dejaran en paz”.

En octubre del 2019, tuvo problemas para subirse en un taxi junto al centro comercial Meridiano, ya que el conductor no quería que entrara el perro. Y en un restaurante lo invitaron a marcharse, porque “molestaba al resto de los clientes”. Estas son algunas “anécdotas” que, en la mayoría de los casos, no trascienden a la opinión pública. Para Pedro, estas son ya las excepciones. Recuerda que “no ha sido fácil, sobre todo para los pioneros con perro”. Considera que la labor desarrollada por la ONCE ha sido fundamental. Sin dicha institución, “yo no hubiera conseguido los éxitos deportivos que logré ni hubiese sido la persona que soy”. Y, por supuesto, resalta el trabajo desempeñado por sus padres para que él tuviera las mismas oportunidades que otras personas.