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Ciencia

La última esperanza de la ballena franca está perdida en las aguas Canarias

Un bebé de este tipo de cetáceo en peligro de extinción ha sido avistado en El Hierro

Cría de ballena franca avistada el 22 de diciembre en El Hierro LP/DLP

La ballena franca está en grave peligro de extinción. No es que queden unos pocos especímenes en un centro de recuperación ni que puedan nadar a sus anchas en los pequeños grandes santuarios. No, este tipo de cetáceo vive tremendamente amenazado, de hecho, ha desaparecido totalmente de los mares del Atlántico norte, quedando reducido a una pequeño grupo ubicado en las costas canadienses. Sin embargo, un vídeo tomado en las inmediaciones de La Restinga, en El Hierro, ha concedido un atisbo de esperanza para la estirpe de este vulnerable mamífero. Un buceador que navegaba por las bravas aguas herreñas se topó, sin saberlo, el 22 de diciembre con la primera cría nacida en España de este esquivo animal quien, además, es la última esperanza de la ballena franca.

Los investigadores, a tenor de la circunstancia en la que han encontrado al bebé, creen que se ha perdido. “Cuando lo divisaron no estaba con su madre, lo que puede significar que ella se haya separado para buscar comida o bien haya muerto, y lo primero es poco probable”, señala la bióloga de la Universidad de La Laguna (ULL) experta en cetáceos, Natacha Aguilar. Y es que, las crías de la ballena franca suelen alimentarse exclusivamente de leche materna durante un año, por lo que permanecen a su lado todo ese tiempo. “Suelen pasar entre dos o tres meses en la zona en la que dieron a luz, en aguas cálidas, y luego migran a aguas más frías en busca de alimento”, señala la experta, que explica que estos cetáceos llevan una dieta muy especial pues, a diferencia de otras ballenas, se alimentan solo de plancton.

Por esta razón, Aguilar cree que es muy poco probable que la madre se haya separado en busca de alimento en unas aguas tan cálidas: “siendo aquí en Canarias, es muy raro”. La otra posibilidad es que su progenitora haya fallecido por alguna causa que puede ser natural –es decir, por algún percance durante el parto– o bien antrópica, siendo la más posible una colisión con alguna embarcación. Las colisiones, junto a los enredos en redes de pesca y basura son los principales factores de riesgo de esta especie, y en parte la razón que casi les conduce a la extinción. “Son ballenas muy lentas, por lo que son muy vulnerables a las colisiones”, relata.

Los problemas de la ballena franca comenzaron en el siglo XI. La Eubalaena glacialis del Atlántico norte en su trayectoria migrante solía viajar desde Irlanda, Escocia y hasta Islandia hasta las zonas de reproducción cerca de Canarias. Eso las llevaba a pasar cerca de las costas del Cantábrico y la Bahía de Vizcaya, donde eran avistadas desde atalayas. Al ser divisadas, se convertía en una presa codiciada al ser fácil de recoger del mar ya que, a diferencia de los rorcuales, flota una vez muerta por sus grandes reservas de grasa. La caza de este animal, que se mantuvo activa hasta 1970, las empujó al borde de la extinción. “En algunos lugares, el remanente de población que quedó fue tal que se pudo recuperar, como en Estados Unidos”, señala Aguilar.

Allí se realizó un trabajo de conservación muy intenso. “Se percataron de que muchas estaban muriendo por la colisión con barcos de recreo”, explica la investigadora, y en ese mismo momento decidieron limitar la velocidad de las embarcaciones en la zona. “Durante años se redujo considerablemente la tasa de mortalidad”, señala la investigadora. Pero el cambio climático empezó a calentar en demasía las aguas de la costa estadounidense y estas dejaron de ser un lugar apacible para las ballenas francas. Fue entonces cuando se trasladaron a la costa de Canadá, donde volvieron a estar amenazadas por los riesgos del pasado. “En Canadá también había mucho tráfico marino, en solo dos meses de 2017 se registraron seis fallecimientos”, remarca la investigadora. A tenor de esta nueva eventualidad, el Gobierno canadiense declaró rápidamente la situación de emergencia y, a partir de entonces, por ley, todos los buques que entran en el Golfo de San Lorenzo deben hacerlo a una velocidad reducida. Pero la accidentada recuperación de la especie en el Atlántico norteamericano no sucedió en Europa donde las poblaciones quedaron tan reducidas debido a su caza masiva que fue imposible mantenerlas vivas durante muchos más años.

De ahí que en el último siglo existan contados avistamientos de esta especie en las costas europeas –unos 7 u 9–, mientras que la población del Atlántico norteamericano, aunque se encuentra muy amenazada, cuenta con entre 400 y 500 ballenas remanentes. “Sabíamos que se iba a extinguir en las próximas décadas”, señala la investigadora.

La última esperanza europea

La pequeña cría, que podría llamarse Frankie, Solsticio o Restinga, es la esperanza que puede lograr recuperar la especie en el Atlántico norte. El avistamiento de la cría en El Hierro señala que al menos una hembra ha criado en aguas españolas y abre la puerta a una posible, aunque lenta, recolonización de la especie del trozo de mar que los humanos le han hurtado, en el Atlántico Noreste. La explicación de que esa hembra se situase en Canarias, tan lejos de sus lugares habituales de cría pueden ser diversos. La más plausible es que haya viajado en busca de aventuras desde la costa atlántica de Canadá, que hasta ahora se configura como la posibilidad más plausible. “Los embarazos duran un año así que podría haber copulado el invierno pasado y haber parado aquí tras pasar por Islandia para comer”, señala Aguilar. Pero para saberlo, es necesario rescatar a la cría. “Si la encontramos podremos monitorearla y estudiar su recuperación”, explica la investigadora. Aunque no lo comenta específicamente, hay precedentes. En 1997, se rescató una hembra de ballena gris en Estados Unidos que se rescató y monitoreó, lo que permitió recuperar paulatinamente la especie con éxito.

Los investigadores consideran que la pequeña ballena no lleva mucho tiempo vagando por Canarias dado su estado de salud. Como explica el catedrático Alex Aguilar, de la Universidad de Barcelona, “las crías de grandes ballenas que varan cuando falla la lactancia suelen llegar a costa muy delgadas, tras consumir todas sus grasas de reserva, por lo que presumiblemente soportan varias semanas en el mar sin su madre”. Por eso, esto sugiere que si la cría está sola, aún podría estar viva y, en este caso, no saber a dónde dirigirse y permanecer en las cercanías de su zona de nacimiento, a no ser que encuentre otra ballena y la siga. “Permanecerá en Canarias al menos hasta finales de enero, luego es posible que también muera”, insiste Aguilar.

El tiempo corre en contra de la cría y cualquier ayuda es bienvenida. Por ello, estos investigadores y avistadores voluntarios solicitan que la ciudadanía participe activamente en la búsqueda de la ballena. Si se avistara, se puede avisar al Gobierno de Canarias y al Ministerio de Transición Ecológica a través del 112.

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