Las vacunas están centrando el debate social, sanitario y hasta el político. Sin embargo, aún no hay solución a una de las incógnitas que suscitan y es si finalmente acabarán con la transmisión total del SARS-CoV-2, y por tanto, con la situación actual en la que nos hemos acostumbrado a cubrir nuestros rostros con mascarillas y alejarnos al menos dos metros de nuestros amigos y allegados. La inmunidad de rebaño, es decir, el 70% de la población vacunada, podría lograr dificultar el paso al virus. Sin embargo, mientras eso sucede, no existe ninguna certeza de que una persona vacunada no se pueda infectar y transmitir el virus.

Los fabricantes ya lo han advertido: “los datos son limitados para asegurar el efecto de la vacuna contra la transmisión del SARS-CoV-2 de individuos que estén infectados a pesar de la vacunación”. Porque así es, una persona vacunada con los diseños que no consigan inmunidad en mucosa aún puede infectarse. “La vacuna no previene la infección porque no genera inmunidad en el tracto respiratorio superior”, señala Agustín Valenzuela, virólogo e investigador de la Universidad de La Laguna (ULL). Es justo en ese emplazamiento el que el virus suele utilizar para empezar a multiplicarse y, posteriormente, diseminarse por el organismo. Por tanto, aunque se haya desarrollado inmunidad, enseñando a los linfocitos T y B “de memoria” a atacar al patógeno antes de que provoque una Covid-19, se desconoce si eso será suficiente para detener los contagios.

Esto no sucedería si la inmunidad que confirieran esas vacunas fuera total, pues de esa manera “se elimina la posibilidad de establecer un reservorio viral en la primoinfección”, explica el investigador. En otras palabras, “se protege el paciente y se evita que contagie”. Y es categórico: “Moderna y Pfizer no evitan que te contagies ni que infectes”. A tenor de todo esto, Valenzuela considera que una persona, a pesar de estar vacunada, “podría contagiar cuando la carga viral así lo permita”. Como señala, “para determinar el efecto control de estas vacunas sobre la transmisión comunitaria, aún se deben obtener datos científicos sólidos y trabajar al nivel que Israel o China durante la administración de vacunas”. Cabe recordar, además, que no se disponen datos de estas vacunas en pacientes con cuadros de la Covid-19 grave, “a los que no se va a vacunar con estos desarrollos”.

“Estudios preliminares muestran que una vez generada dicha memoria no deberíamos transmitir la enfermedad”, señala el director del Instituto Universitario de Enfermedades Tropicales y Salud Pública de Canarias, Jacob Lorenzo. Sin embargo, esta teoría choca de frente con lo que se conoce previamente de la enfermedad. Y es que los asintomáticos también contagian, a pesar de no sufrirla. Los asintomáticos se han convertido también en el principal escollo para Pfizer y Moderna que admiten que podrían ser el principal problema del futuro pandémico. Como señalan, aunque “la alta eficacia demostrada contra la Covid-19 en personas sintomáticas puede traducirse en la prevención general de la transmisión en poblaciones con una vacunación lo suficientemente alta”, es posible que si la eficacia contra la infección asintomática fuera menor a esta, “los casos asintomáticos en combinación con una reducción de la mascarilla y el distanciamiento social podrían provocar una transmisión continua significativa”.

En este sentido, concluyen que es necesario realizar “evaluaciones adicionales que incluyan datos de ensayos clínicas y del uso de la vacuna tras la autorización, para evaluar su efecto en la prevención de la diseminación y transmisión del virus, especialmente en personas asintomáticas”. Esta línea de investigación es una de las prioridades que se ha marcado la Organización Mundial de la Salud (OMS) que, a su vez, lo considera “una brecha” en el conocimiento de esta vacuna.

Un reciente artículo publicado en la revista científica British Medical Journal escrito por el facultativo y editor de la publicación, Peter Doshi, en el que insistía en que hace falta datos concretos para comprobar que las vacunas son eficaces al 95%. Entre sus preocupaciones, Doshi señalaba que en informe de la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) se advertía de que en los estudios de Pfizer hubo 3.410 casos sospechosos de Covid-19 que no pudieron ser confirmados. Con 20 veces más casos de Covid-19 sospechosos que confirmados y “ensayos que no estaban diseñados para evaluar si las vacunas pueden interrumpir la transmisión viral”, el experto señala que es necesario realizar un estudio más allá de los síntomas, en los que se valoren tasas de hospitalizaciones, casos UCI y muertes entre los participantes de los ensayos. Valenzuela recalca, a este respecto, que “no se han estudiado los casos de infectados asintomáticos en el grupo inmunizado, tanto en el ensayo final de seguridad y eficacia de Pfizer como en el de Moderna, y su comparación con el placebo”. Según el investigador, este dato es de gran relevancia, dado que “la transmisión comunitaria la mantienen los infectados por SARS-CoV-2 de forma asintomática y que contagian por tiempo”.