Una vez que el almanaque del virus ha recorrido su primer año de drama e incertidumbre, los vacunadores de la sanidad pública han irrumpido como los fareros que proyectan una ráfaga de luz en el oscuro horizonte. Son los embajadores del oficio que le está inyectando un rayo de esperanza a la pandemia. Han sido predestinados para mostrar el hipotético camino que conduce a la salida en un laberinto que, en ocasiones, se antoja irresoluble. Este cometido les expide un pasaporte atravesado por el compromiso y el sentido de la responsabilidad. Se corrobora ante los testimonios de cuatro profesionales del Servicio Andaluz de Salud (SAS), implicados en la campaña de vacunación contra el coronavirus en la provincia malagueña, cuando relatan en primera persona cómo están viviendo esta experiencia.

La compleja e ilusionante misión que abraza el personal sanitario adquiere una dimensión repleta de detalles en las impresiones de José Carlos Anaya, quien está al frente de los equipos que administran la vacuna contra el Covid en el Hospital Clínico de Málaga: "Todos los que estamos dentro del equipo tenemos hecho el curso de vacunación; normalmente, lo que yo hago es coordinar las dosis, las citas y los profesionales para que no falte ni sobre una sola dosis y, si tengo que ponerme a vacunar, también vacuno".

Si se siguen las palabras de este jefe de bloque de Apoyo al Diagnóstico en el hospital universitario malagueño al que le ha sido encomendada la labor de coordinar a los vacunadores y a los equipos PCR, "el personal sanitario está viviendo una experiencia que es bastante estresante y muy laboriosa como algo gratificante". "Tenemos que vacunar a nuestra población hospitalaria, que asciende a 5.000 personas, y por tanto tenemos que vacunar a 10.000 porque son dos dosis para cada una de ellas; es estresante y a la vez gratificante porque sientes cómo la gente ve un poquito de luz y de esperanza cada vez que le ponemos la vacuna, ellos piden verse reflejados en una fotografía cuando les estamos poniendo la primera dosis y se van de allí contentos, con un poquito de menos miedo", expone José Carlos Anaya.

Este profesional de la sanidad pública también explica que tiene a su cargo a cuatro equipos de tres personas de forma permanente, y a veces han simultaneado el trabajo de hasta seis equipos. En cada uno de estos grupos, hay tres miembros porque, según detalla José Carlos Anaya, "uno tiene que cargar, otro tiene que vacunar y otro tiene que registrar". "Nos vamos rotando entre todos en cada uno de estos pasos: la vacunación es la menos tediosa de estas tres funciones, la carga debe ser muy precisa al tener que sacar seis dosis de un vial y el registro resulta tedioso, ya que tenemos que comprobar que el paciente es el paciente, aplicarle la vacuna con el lote y ponerle automáticamente la cita pues hasta que no está reflejado no se da el permiso para la vacunación", subraya.

Este relato es ampliado por las situaciones vividas en las últimas semanas que aporta Jesús Mejías. Actualmente, este enfermero de Medicina Preventiva del Hospital Regional de la capital malagueña se encarga de coordinar a equipos de vacunación contra el Covid en el Materno Infantil y, anteriormente, hizo lo mismo en la matriz del complejo hospitalario que sigue siendo conocida por tantos malagueños como "el Carlos Haya".

Jesús Mejías disecciona, a través de sus reflexiones, la carrera de fondo en la que el sistema sanitario está inmerso: "Esto va para largo porque -aunque mucha gente piense lo contrario- no se trata solo de administrar la dosis, al fin y al cabo dentro del proceso esto es lo más rápido y lo más sencillo, detrás hay un trabajo brutal de logística y de organización".

Este enfermero no pasa de puntillas sobre el baño de realidad que imprime el día a día y recuerda que la situación actual también introduce problemas a la hora de organizar al personal sanitario: "Estamos solapando varias cosas, se está llevando a cabo la campaña de vacunación y, además, nos ha venido de pleno una tercera ola de la pandemia; tenemos a todos los profesionales dando el 200% en todos los puntos del hospital, nosotros necesitamos a personal para vacunar pero es que el resto del hospital necesita también a personal para atender a los pacientes que llegan".

Con este panorama acechando en la rutina de los centros sanitarios, Jesús Mejías reitera que "el trabajo se está organizando muy bien porque todos estamos dando el 200%". "De todo lo malo hay que sacar una cosa buena, y en el peor momento los profesionales sanitarios hemos sabido ir todos a una; hay que destacar la capacidad de reacción que desde el primer momento de la pandemia ha tenido desde la primera persona hasta la última -limpiadores y limpiadoras, celadores, médicos, enfermeros o administrativos- para dar todo lo que tiene y más, si no hubiera sido imposible", recalca.

El avance de la campaña de vacunación también se refleja en la labor que están llevando a cabo otros profesionales, como la coordinadora de la Unidad de Gestión Clínica de Coín, María del Carmen Serrano, y el enfermero Cristóbal Hevilla. Ambos trabajan en un ámbito que abarca el Centro de Salud de Coín, los consultorios de Guaro y Monda y residencias del Valle del Guadalhorce como Sierra de las Nieves, Novocare o el centro de la Asociación de Padres en Pro de Discapacitados de Coín y su Comarca (Prodicco).

María del Carmen Serrano se refiere, como punto de partida, al ingrediente de complejidad que han introducido "vacunas que son diferentes a las que manejamos habitualmente". Eso sí, destaca la necesidad de afrontar con tenacidad este tipo de obstáculos y celebra que "poco a poco, se va haciendo camino". "Aunque no se puede vacunar todavía a toda la población, estamos terminando muchos grupos y ya hemos acabado con las residencias; por ejemplo, el pasado lunes terminamos con Prodicco -donde tuvimos un brote muy importante en las primeras olas- y solo pensar que ya los tenemos vacunados y que puede ofrecerle una solución a esa residencia, ya es importante", asegura.

Cristóbal Hevilla también recuerda que la del coronavirus "es más complicada que las vacunas tradicionales y no resulta tan fácil ponerla como la de la gripe". Aunque en sus argumentos reina una postura de lo más realista, entre los pasajes de su oratoria brillan con luz propia aquellos recuerdos que ilustran la inevitable alegría con la que ha sido acogido este remedio: "En las residencias te reciben con los brazos abiertos como si fueras un héroe, como si le trajeses la bendición en las manos, y la gente te lo agradece mucho; todo el mundo está deseando colaborar, quienes están metidos en esta historia y están viviendo el riesgo que hay para los ancianos se han volcado, en general hay muy buena colaboración y todo el mundo está metiendo el hombro, esto es una cuesta tan larga que está afectando anímicamente a mucha gente y la vacuna es la única esperanza de que vuelvan a tener una vida normal", expresa este enfermero coíno con ese cóctel de cruda realidad y confianza ciega, de presente y futuro, que destila en estos momentos cualquier atisbo encaminado a reconducir los estragos de la pandemia.

"Cuando puse la primera dosis sentí alivio y vi la puerta del final"

El escenario cambiante y absolutamente desconocido que ha traído la pandemia está repleto de primeras veces. De situaciones que resultan novedosas e iniciáticas hasta para quienes atesoran una notable experiencia y abundantes conocimientos para el ejercicio de sus profesiones. Es el caso, por ejemplo, del personal sanitario que -tras participar en un curso previo de formación- se encarga en plena tercera ola de administrar la vacuna contra el coronavirus.

A la primera vez que puso esta nueva vacuna se remonta, precisamente, José Carlos Anaya, quien ejerce como coordinador de equipos de vacunación en el Hospital Clínico de Málaga: "Sentí esperanza y alivio porque veíamos que empezábamos a llegar al final, al menos ya se veía una puerta al final, pero también sentimos tristeza por nuestros familiares ya que a ellos no les toca todavía; uno se siente superhéroe porque está vacunado -tiene ese suerte aunque también es verdad que trabaja cara a cara con el Covid- pero el doble sentimiento existe, siempre piensas que queda mucha gente por vacunar todavía".

En el caso de Jesús Mejías , enfermero de Medicina Preventiva del Hospital Regional, esta ‘primera vez’ le remite al 30 de diciembre: "Ese día fue muy emocionante en el Carlos Haya, tanto a los que administrábamos las dosis como a las personas a las que se les administraban se nos veía en las caras que estábamos contentos y emocionados, era como recibir ese rayo de esperanza que llevábamos tanto tiempo esperando y creemos que va a ayudarnos".

Por su parte, la coordinadora de la Unidad de Gestión Clínica de Coín, María del Carmen Serrano, se remonta a "la alegría" que sintió el primer día en el que ya fue posible administrar la vacuna contra el coronavirus: "En la primera ola no éramos aún conscientes de adónde podía llegar todo esto, se hablaba de la vacuna a largo plazo y pensábamos que íbamos a superarlo antes de que llegaran las vacunas; pero ahora en la tercera ola vemos que el único recurso que tenemos es la vacuna y, por eso, ese día sentimos alegría y también un poquito de miedo, comprobamos las cosas 40 veces para que todo saliese bien".

Un compañero suyo en el mismo distrito sanitario, el enfermero Cristóbal Hevilla, admite que en su primera toma de contacto con la vacuna le pasaron por la cabeza "muchas cosas". "Por un lado, estaba la esperanza que albergamos todos de que pueda tratarse del principio del fin, por eso resoplamos y dimos un suspiro deseando que sea así; pero, por otro lado, uno es un profesional, lleva ya unos años dedicándose a esto y, al tratarse de algo desconocido, hay un porcentaje de incertidumbre importante que te impide ilusionarte más de la cuenta", expresa el enfermero coíno con un tono realista.