"Todo ha sido un complot contra mí". Con estas palabras se podría resumir la declaración de un formador del Seminario de Tenerife acusado de delitos contra la libertad sexual hacia tres menores que estudiaban en este centro diocesano. Se ha expresado así ante la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Santa Cruz de Tenerife durante el juicio iniciado esta semana en el que la Fiscalía solicita para él que se le imponga una pena de 18 años de prisión. Sin embargo, las acusaciones han aportado pruebas contundentes que desmontarían lo que sostiene el acusado en unos hechos por los que se siguió un procedimiento canónico contra él y que concluyó con su expulsión del Seminario de Tenerife, después de que el propio obispo de Tenerife, Bernardo Álvarez, denunciara los hechos.

"Preferiría que me dieras un beso en otro sitio", le llegó a decir presuntamente el acusado a una de las víctimas

Los menores, que han declarado detrás de un biombo, se han ratificado en lo que ya habían relatado en sus denuncias sobre los hechos que padecieron en el Seminario, mientras que los peritos psicólogos han ratificado las secuelas de ansiedad, depresión relevante y sentimientos de culpabilidad que padecen las víctimas en este caso y por las que precisan terapias.

El Ministerio Fiscal, en su escrito de calificación, afirma que el acusado es presunto autor de tres delitos, dos de ellos continuados, contra la libertad sexual en menores de 16 años por los que solicita además de una pena de 18 años de prisión, otros 8 años de libertad vigilada, la inhabilitación especial durante cuatro años para ejercer cualquier profesión u oficio con conlleve contacto con menores, órdenes de alejamiento y de prohibición de la comunicación de hasta 10 años una vez que haya cumplido la pena de privación de libertad, así como una indemnización de 65.000 euros en concepto de daos morales y secuelas generadas por sus actos. En concreto, las indemnizaciones se distribuyen en 40.000 euros, 15.000 y 10.000, respectivamente, para cada una de las víctimas menores.

Según sostiene la Fiscalía y se ha expuesto en la sala, el acusado ejercía en el Seminario de Tenerife como "distributario" (ayudante de disciplina del formador), un cargo que desempeñó durante tres cursos (2014-2015, 2016-2017 y 2017-2018), lo que le permitía relacionarse con los menores, dado que realizaba labores organizativas, de apoyo y disciplinarias situándole en una posición de superioridad y de autoridad hacia ellos y el resto de alumnos.

Según las denuncias esgrimidas por las acusaciones particulares y el Ministerio Público, el acusado durante el curso académico 2014-2015, invitaba a su dormitorio a uno de los menores cuando éste tenía entre 13 y 14, con la excusa de estudiar juntos. Sin embargo, aprovechaba la situación para tocarle sus genitales, practicarle felaciones y, en la menos una ocasión, obligar al menor a que le hiciera una felación, hechos que se habrían repetido a lo largo de tres meses, y en un total de entre tres y cinco ocasiones.

Como consecuencia de estos hechos, el menor presenta sentimientos de culpabilidad así como sintomatología ansiosa y depresiva relevante, precisando de terapia psicológica y restándole secuelas.

El procesado, en el siguiente curso académico, se fijó en otro menor cuando éste tenía 13 años. En esta ocasión, el acusado aprovechaba los momentos en los que se quedaba a solas en el office con el alumno para decirle que "era normal tener prácticas sexuales en la comunidad, que en el Evangelio había cosas de la homosexualidad que no la atacaban, sino que la defendían, y que la practica homosexual era normal y buena". Con el afán de predisponer al niño para realizar actos sexuales con él. En octubre de 2017, durante las fiestas de la Parroquia del barrio, el procesado realizó caricias en la espalda del menor y, al regresar al Seminario, le preguntó si quería darle un beso. El niño le dio un beso en la mejilla, pero el formador hoy acusado le dijo: “Yo lo preferiría en otro sitio” y el menor interpretó que le estaba proponiendo sexo oral.

A partir de ese día, el distributario envió al niño de forma reiterada, mensajes a través de notas dentro de un libro, en mano o por debajo de la puerta, preguntándole si quería mantener sexo oral con él, pero el alumno siempre se negó. 

En una ocasión estando ambos en la lavandería, el acusado obligó al niño a hacerle tocamientos, pero este se apartó y en julio de 2018, el acusado le envió por Messenger una foto de sus genitales, acompañada de una insinuación para que le hiciera una felación a lo que el menor se negó.

Con el tercer menor, cuando tenía 13 años y se encontraba en su habitación enfermo, el acusado acudió a visitarle y, aprovechando que no había nadie más, le tocó hasta en tres ocasiones la zona genital, siempre por encima de la ropa.