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Violencia filio-parental

Las madres soportan la mayoría de agresiones de menores a progenitores

Pedro Melián y Juan José Santana realizan un estudio desde la perspectiva de género en la violencia filio-parental a partir de sus intervenciones con más de 50 familias

Pedro Melián y Juan José Santana antes del webinar sobre violencia filio-parental celebrado en el Teatro Cuyás. | | LP/DLP

“Cuando hablamos de delincuencia general se puede decir que de cada diez delincuentes, una es mujer. Esto ha sido así a lo largo de la historia de la criminología, sin embargo, hemos observado que cuando se trata de violencia filio-parental (VFP), prácticamente la mitad de los autores que la ejercen son chicas”. Así lo explica el criminólogo Pedro Melián, quien ha elaborado junto a su compañero Juan José Santana el estudio La realidad de la violencia filio parental durante y tras el confinamiento financiado por la Fundación Disa y centrado en la realidad de Gran Canaria. Un proyecto con el que pretenden visibilizar los principales elementos diferenciadores entre los casos con protagonistas masculinos o femeninos para abordar una problemática que tiene cada vez más presencia en las Islas y que se ceba, especialmente, con las madres.

La investigación, que fue presentada ayer en el marco de la jornada profesional sobre este tipo de violencia en Canarias celebrada en el Teatro Cuyás, parte del trabajo que ambos profesionales realizan dentro de la Asociación Cultural y Social Trib- Arte, a través de Llaves del cambio. Se trata de un programa de intervención especializada en el abordaje de comportamientos violentos en el ámbito doméstico, específicamente los cometidos de forma ascendente o inversa, que surge a raíz de la experiencia laboral de Santana y Melián. “Mi compañero y yo veníamos de trabajar en temas de medidas judiciales con jóvenes y nos dimos cuenta que este tipo de comportamientos se habían incrementado”, cuenta este último.

De este modo, la iniciativa, que es la única de la región que forma parte de la Sociedad Española de Violencia Filio-parental (Sevifip), arrancó en 2015. Desde entonces, los expertos han trabajado con más de medio centenar de familias a quienes han prestado una intervención especializada, integral y personalizada para resolver los conflictos existentes entre los menores y los adultos de referencia. Una problemática que asegura “es trasversal y se da en todo tipo de núcleos familiares”.

El proyecto evidencia las diferencias que hay entre los casos con chicos y con chicas

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Dicha labor les ha llevado a observar que, en la mayoría de casos que han abordado a lo largo de estos más de cinco años, las madres son las principales víctimas que sufren este tipo conductas violentas por parte sus hijos o hijas. “Esto se debe, principalmente, a que el peso de la supervisión educativa recae sobre todo en ellas”, apunta el respecto el criminólogo. Asimismo, también se han dado cuenta de que existen diferencias estructurales en la construcción del proceso de VFP dependiendo de si lo protagoniza un chico o una chica.

Un ejemplo de ellas es que en la muestra sobre la que han realizado este estudio piloto detectaron que cuando la violencia era ejercida por una adolescente, generalmente se daba en un entorno de familia monoparental, donde la madre es el referente adulto. “Son mujeres que suelen hacerse cargo de uno o dos hijos y tienen dificultades de conciliación y de control sobre ciertos comportamientos”, apostilla Melián. También observaron que la diferencia generacional entre progenitores y jóvenes es mayor en aquellos casos donde la agresión es provocada por chicas.

Otro hecho que han podido apreciar y contrastar con otros profesionales de Sevifip es que en este tipo de situaciones los chicos son los que más violencia física ejercen sobre los padres, mientras que las jóvenes emplean más la violencia verbal o psicológica. La diferencia de género también está presente a la hora de abordar la situación puesto que, debido a que los procesos de sociabilización en la educación de hombres y mujeres siguen siendo distintos, “cuando surgen problemas de VFP con chicas, las familias buscan una respuesta más psicoeducativa, mientras que con los chicos se tira directamente por la vía judicial, es decir, por la denuncia”, comenta el experto.

“Como dato relevante hemos visto que alrededor del 60% de los casos de violencia filio-parental que hemos tratado presentan bidireccionalidad y esto es importante, no solo de cara a la intervención, también desde el punto de vista judicial porque muchas veces se actúa en función de lo que hace el menor”, señala Melián.

Según la Fundación Amigó, a nivel estatal se abrieron 4.355 expedientes por este tipo de delitos en 2016. Un año después la cifra ascendió a 4.665 y no paró de crecer en 2018, cuando se registraron 4.833 que incrementaron en 2019 a 5.055. Por otro lado, la Fiscalía de Menores de la comunidad autónoma reitera en sus últimas memorias un continuo incremento de este tipo de delitos. En la última, apunta el criminólogo, se recoge que se ha pasado de 224 en 2018 a 268 en 2019.

Mientras que ellos realizan más agresiones físicas, ellas ejercen más la violencia verbal

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Según el texto, ese último año se tomaron 11 medidas cautelares de convivencia en grupo educativo, otras 11 de internamiento terapéutico en régimen semiabierto y nueve de libertad vigilada. “Destaca el aumento de los internamientos cautelares acordados en el ámbito de la violencia familiar, que prácticamente se ha duplicado, porque en 2018 fueron seis, lo que pone de relieve el incremento de la agresividad y violencia por parte de los menores que protagonizan este tipo de conductas en el domicilio familiar”.

La pandemia del Covid-19 tampoco ha pasado de puntillas en el ámbito de la familia que se ha visto perjudicado por el confinamiento, la crisis económica, las restricciones y la mayor convivencia en un mismo espacio derivada de todo ello. Realidades que, sumadas a la situación sanitaria, han incrementado los niveles de estrés. “A raíz de la coyuntura que estamos viviendo, hemos detectado dos nuevos fenómenos: la emancipación indoor, es decir, cuando el o la joven se mete en su habitación y poco a poco va conquistando otros espacios para su uso y disfrute; o la emancipación financiada, que es aquella en la que con tal de no tener el problema en casa les pagan un alquiler o una habitación”, explica el criminólogo antes del webinar en el que se dieron a conocer todas estas situaciones a través de la experiencia de diferentes expertos.

Resultados del proyecto 

Monoparentalidad: Madres solas 

  • A partir de los casos en los que han trabajado, los profesionales observaron que las familias en las que la VFP la ejercían las hijas eran mayoritariamente monoparentales, siendo la madre la única referencia adulta. En cualquier caso, las madres son las que más sufre este tipo de violencia a nivel general.

Distancia generacional: Mayor con las chicas

  • Asimismo, Juan José Santana y Pedro Melián observaron que la diferencia de edad entre progenitores y menores estaba más acentuada en los casos de conflictividad familiar entre hijas y padres.

Agresiones: Ellos, violencia física

  • Según el trabajo de los expertos con familias canarias, los chicos son los que más practican agresiones físicas; mientras que las adolescentes ejercen más la violencia verbal.

Bidireccionalidad: 60% de los casos

  • Uno de los datos curiosos que han obtenido Santana y Melián es que, en más o menos el 60% de los casos en los que han intervenido a lo largo de estos más de cinco años existe una violencia bidireccional entre padres e hijos. Un hecho que consideran se debe tener en cuenta no solo en la intervención, sino también en el ámbito judicial.

Búsqueda de ayuda: distintas respuestas

  • Las diferencias entre los procesos de sociabilización y educativos entre chicos y chicas también determina la búsqueda de soluciones. Mientras que cuando el caso de VFP lo protagoniza una joven, la familia aboga por una respuesta psicoeducativa; cuando el conflicto es provocado por un adolescente, se suele acudir más directamente a la vía judicial, es decir, la denuncia.

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