Casiana Muñoz Tuñón es subdirectora del Instituto Astrofísico de Canarias (IAC). Su madre fue directora de un colegio en su pueblo natal (Campo de la Verdad, Córdoba) y su padre, ingeniero de Renfe. Fue ese ambiente, sin duda, el que sembró en ella la semilla de la inquietud intelectual. Dice que le interesaba todo y que podría haber estudiado cualquier cosa, pero se decidió por la física y a la astronomía llegó por casualidad. No lo tenía previsto pero ya, por aquel entonces, el universo la esperaba. Para ella, desentrañar los secretos del espacio no es un sueño inalcanzable, es un reto por el que trabaja a diario.

¿Siempre tuvo claro a lo que se quería dedicar?

Siempre tuve claro que yo iba a estudiar, pero no tenía claro qué. En mi familia se daba por supuesto que todos íbamos a estudiar. Elegí ciencias porque de alguna manera me parecía atractivo como reto personal. La física del siglo 20 era maravillosa, había muchos avances. Creo que hubiera podido estudiar casi cualquier cosa porque cualquier carrera acaba siendo algo muy bonita si le dedicas tiempo y das todo lo que puedas de ti mismo. La ciencia, en mi caso, tiene mucho potencial y ofrece muchas vertientes. Además, en ciencias se trabaja en equipo, los descubrimientos no se consiguen de manera aislada y la mujer tiene una capacidad de trabajar en equipo extraordinaria. No sé si por cuestiones educacionales, pero al hombre le cuesta más compartir los logros, los reconocimientos, poner cosas en común, mientras que la mujer es más colaborativa y, en ese sentido, las mujeres son excelentes líderes de grupo. Creo que tienen una capacidad de gestión que, de alguna manera, no se estudia sino que tiene más que ver con tu aproximación vital. La mujer está muy dotada para trabajar en equipo.

Hay pocas mujeres en el ámbito científico…

Siempre hay más hombres que mujeres. Cuando yo estudié en la facultad podíamos estar cuatro en la clase pero ahora ya no es así. Lo que pasa es que, según va avanzando el tiempo profesional, las mujeres se van quedando en el camino por diferentes razones, esa es la famosa desigualdad de género, el techo de cristal… Yo creo que son razones sociales. De alguna manera ya hemos superado la barrera de que las mujeres podamos hacer carreras de ciencias. Eso ya es algo que entra dentro de lo que se considera normal, antes no era así. En ese sentido, la sociedad es más libre.

Pero la investigación requiere mucha entrega...

En estas carreras es muy habitual que al terminar te plantees continuar en investigación, y eso significa que tienes por delante una trayectoria profesional muy larga. Muchos de los que terminan una carrera de ciencias optan por la docencia, por lo que pronto, con unos 25 años, encuentran cierta estabilidad. Pero cuando te dedicas a investigación ese pronto no existe, de hecho te puedes plantar en los cuarenta y tantos y todavía seguir dando tumbos. Eso es lo que entra en conflicto con ese modelo social que aún tenemos. En el hombre se da la vocación pura, por así decirlo, donde el resto de la vida girará en torno a eso. Pero en el caso de la mujer no se da tanto porque la sociedad no está pensada para que todo lo de alrededor te siga. Además, en la mujer el punto de vista familiar, al menos durante unos años, tiene un papel muy protagonista, que es cuando decide tener hijos, por ejemplo. Se va encontrando con ciertos escollos que le llevan a decidir de manera pragmática. Entonces la mujer, muchas veces, acaba teniendo un papel muy importante en un campo de investigación pero sin llegar todo lo lejos que hubiese podido por su potencial. Indudablemente para ser un científico de una relevancia extraordinaria yo creo que tienes que ser casi monotemático, dedicado a la investigación en exclusividad. Ese esquema, en la mujer, no se suele dar. Hoy por hoy el hombre sigue teniendo ese colchón social que le favorece en este aspecto del que estamos hablando.

“Las imágenes del Grantecan no son bonitas, pero su información es extraordinaria”

¿Y cómo llegó usted al mundo de la astronomía?

Pues llegué por casualidad. En las edades tempranas es más fácil saber lo que no quieres ser. La mayoría de la gente no tiene una vocación extraordinaria por algo sino que se va determinado a lo largo de la vida. Las carreras de ciencias requieren mucho tiempo de dedicación. Las personas que no lo tengan claro, que no se metan en ese lío. Yo sabía que quería estudiar, a mí me encanta aprender cosas nuevas, soy muy inquieta y es una de las cosas que me hace estar contenta, además de muchas otras, claro. Ponerme retos es un aliciente. El aprendizaje es un reto que tú mismo te pones y eso te renueva. Para mí la ciencia tiene intelectualmente mucho aliciente porque te obliga a pensar, y el pensamiento no solo es bueno para entender un problema matemático, físico o químico sino también te sirve para razonar en la vida.

¿Y esa inquietud le llevó hasta Canarias?

Fue un conjunto de circunstancias. Al terminar la carrera me fui a Londres con una beca del British Council. Estando allí, un profesor mío de Granada me mandó un correo diciéndome que habían salido unas becas internacionales en Canarias para hacer el doctorado en el Instituto de Astrofísica de Canarias. Al llegar ese momento, yo no tenía claro qué quería hacer. Mi planteamiento era acabar en Londres y después ya ver. No obstante, presenté mi curriculum, les gustó y me cogieron. Cuando llegué aquí yo no sabía absolutamente nada de astronomía porque había visto un poco en una asignatura de la carrera pero algo muy teórico.

Alguna noción tendría, ¿no?

Recuerdo que subí al telescopio; estos equipos tienen un movimiento que una vez que lo sabes es trivial, pero yo no sabía nada. Se mueven en dos direcciones. Dentro de la cúpula había una serie de palancas para dirigirlo a mano, y recuerdo que mi director de tesis me decía desde la sala de control: ‘mueve en ascensión recta’ (ese movimiento es el que hace el sol cuando va de este a oeste) y yo dentro de la cúpula pensaba que dónde tenía que tocar porque no tenía ni idea. Con esto quiero decir que no hay que tener miedo. Yo enseguida le dije a mi director que no tenía ni idea de lo que me estaba hablando. Si hubiera tenido que estar pretendiendo que sabía aquello durante tanto tiempo habríamos sufrido mucho los dos y, además, hubiese pensado que era tonta porque no le hacía ni caso (ríe divertida). En el doctorado se hacía entonces la especialidad. Ahora es distinto.

¿Y qué se ve desde el Gran Telescopio de Canarias?

Tiene diez metros, es decir, el espejo primario que recoge la luz tiene esa medida de diámetro. Como tiene una superficie muy grande es capaz de ver cosas que son muy lejanas. Los objetos del cielo emiten luz que, por lo general, es muy tenue. Por ejemplo, cuando se extendía una galaxia que estaba muy lejana o próxima al big bang, al principio del universo, la luz que te llega es como la de una bombilla, es decir, a ti te llega muy poquito porque emite luz en todas las direcciones, como si fuese una esfera, pero si miras desde un ángulo te llega una pequeña parte porque el resto se ha ido a donde no mira tu ojo. Buscamos galaxias que estén muy lejos porque cuanto más alejadas más próximas están a cómo se formaron, y una de las cosas que queremos entender es cómo se formó el universo y, en particular, cómo se formaron galaxias como la nuestra. Pero para alguien que fuera a verlo, a simple vista, es muy desilusionante porque normalmente se apunta a un espacio muy pequeño en el cielo. Esas imágenes espectaculares que a veces vemos pueden estar hechas por telescopios más pequeños que, después de procesar las imágenes, se hace un mosaico, que es lo que nos enseñan. Pero la imagen de un telescopio como Grantecan necesita que expliquemos la importancia de esa imagen y de lo que nos está contando. La imagen en sí es más fea de lo que puedas percibir con un telescopio pequeño. Desde el punto de vista estético las imágenes que tenemos no son bonitas pero desde el punto de vista de información, son extraordinarias.

“Elegí una carrera de ciencias porque de alguna manera me parecía atractivo como reto personal”

Es que hablar de Big Bang, agujeros negros… son cosas como de película casi, al menos para los profanos en la materia…

La astronomía tiene una ventaja y es que los objetos del cielo son muy bonitos, muy inspiradores. Cuando vemos un cielo estrellado todos nos preguntamos de dónde ha salido todo eso. La belleza que encontramos en esos momentos liga con preguntas esenciales del ser humano. Pero, por otro lado , las unidades que tenemos, en las que medimos, son millones de millones de millones y eso dificulta mucho la divulgación. Se acaba uno apabullando. Eso es un problemilla que tenemos, que no sabemos cómo comunicarlo para que sea sencillo y se comprenda. Los científicos tenemos que aprender a comunicar. Nuestros argumentos tienen que ser lo suficientemente fuertes para que la gente en general, aunque no puedan defenderlos en detalle, los puedan asumir, si no es una ciencia demasiado elitista.

Hace poco se llegó a Marte. ¿Qué relevancia tiene este hecho?

Este experimento ha puesto a prueba el desarrollo de la tecnología espacial, es decir, llegar a Marte, amartizar, que el aparato no se rompa, que funcione… desde el punto de vista tecnológico es una maravilla. Pero ahora, además, se va a hacer geología, es decir, se van a tener muestras que se podrán analizar. Nosotros, en astronomía, la observación que tenemos es a partir de las atmósferas de las estrellas, las imágenes y la luz que emiten, pero no podemos ir a coger un trozo de estrella. Con la misión del Perseverance se abre un mundo tremendo para la investigación in situ. Yo creo que con esto se abre la carrera para que haya empresas que hagan sus propios experimentos, algunas veces con intereses científicos y otras comerciales que, a su vez, tendrán que legislarse porque el espacio exterior es infinito pero también tiene que tener sus leyes para que no todo valga.

¿Qué desafíos tiene ahora por delante.

Por un lado, trabajo en cómo se forman las galaxias y un tema que me parece muy importante es saber cómo en galaxias como la nuestra, que se considera vieja, y en otras cercanas, parece que aún queda un material que había al principio de la gran explosión, del que se formó todo, que por alguna razón se ha quedado en forma de filamentos difusos y no ha llegado a convertirse en estrella. Las estrellas están formadas de un gas primordial y dentro de ellas se forman todos los elementos que conocemos, carbono, nitrógeno, oxígeno… con lo cual el gas que tenemos ahora ha sufrido numerosos procesos de transformación pero parece que aún podrían quedar estructuras que conocemos como red cósmica que fueron parte de ese gas primordial que no llegaron a hacerse estrellas. Ahora también comparto mi tiempo de investigación con la subdirección del IAC. En este aspecto hay un tema que me parece muy importante y es la protección del cielo. Estamos trabajando en el problema de la contaminación lumínica, buscando que se usen luces azules que no contaminen el espectro ni la calidad del cielo y también con el tema de las megaconstelaciones de satélites que se van a lanzar, que puede ser algo muy desastroso. Trabajamos por conseguir una legislación para que esos satélites solo se lleguen a lanzar cuando se haga la prueba. En el espacio exterior estamos en un período parecido a cuando en los años 70 se construía sin necesidad de estudios de impacto ambiental. Yo creo que en el cielo, actualmente, estamos en ese momento de no tener que lamentarnos dentro de 20 años. Hay que legislar ahora. Estoy muy interesada en promover acciones a través de Naciones Unidas para que se proteja el espacio exterior de la contaminación. Que lo que se lance sepamos que va a estar tiempo limitado en la atmósfera y que después se destruya.

“Cuando vemos un cielo estrellado todos nos preguntamos de dónde ha salido todo eso”

¿Conocer el origen del universo es una utopía o un reto?

Creo que es un reto. Lo que pasa es que siempre hablamos con escala de tiempo. Si pensamos de aquí a 20 años es una utopía. Pero si nos olvidamos de eso creo que sí es posible llegar a conocerlo. Acuérdate de los escolásticos cuyo pensamiento giraba en torno a la relación entre verdad y fe. Si se trata de ver que la hipótesis que tenemos es válida te digo que sí. El planteamiento extremo de las hipótesis es el problema típico, por tanto, la hipótesis del big bang, del universo fraccionario, de la materia oscura fría que origina las estructuras, ya cada vez son más realidades que conjeturas. Por lo tanto, sí creo que en algún momento se sabrá su origen.