La brecha salarial ya no se define tanto porque hombres y mujeres cobren sueldos diferentes por el mismo trabajo, sino por esos aspectos invisibles (o invisibilizados) que refuerzan el llamado techo de cristal. Es decir, esos obstáculos que impiden que las trabajadoras progresen en una empresa de la misma manera que sus compañeros. Y para encontrar algunos de los motivos de que esto siga sucediendo no hay que mirar demasiado lejos. Más bien, la explicación de que las mujeres ganen en España un 21% menos de media (16% menos en toda Europa) se encuentra dentro de casa.

A pesar de que la sociedad europea ha evolucionado enormemente en materia de igualdad de género, todavía queda impregnada esa creencia que los trabajos de cuidados, atención a los hijos o las personas mayores o las tareas del hogar corresponde (o se le dan mejor) a la mujer. Y, sí, actualmente en muchas familias trabajan tanto el hombre como la mujer, pero a pesar de ello, la parte femenina sigue asumiendo una mayor carga de trabajo doméstico. 

En este sentido, según un estudio del Instituto Europeo para la Igualdad de Género (EIGE, por sus siglas en inglés), en solamente un tercio de los hogares en los que los dos miembros trabajan se lleva a cabo un reparto justo e igualitario de las tareas domésticas. Dicho de otro modo, en dos de cada tres familias es todavía la mujer quien asume más responsabilidad a nivel asistencial o de cuidados.

Agravado por la covid-19

Esto es algo que, obviamente, acaba repercutiendo a nivel laboral, y más desde que el coronavirus ha potenciado el teletrabajo. Una situación que sería idónea para que hombres y mujeres se repartieran el trabajo del hogar, aunque no parece que haya sido así. "El trabajo desde casa puede suponer una desventaja potencial para que las mujeres ya que generalmente tienen que encargarse del cuidado de los niños, las tareas domésticas y el trabajo no remunerado", señala en un estudio reciente la Organización Internacional del Trabajo (OIT), mientras Naciones Unidas recuerda que las "desigualdades sociales y económicas de género existentes se ven agravados por la crisis actual, que exige que las empresas y organizaciones incluyan las perspectiva de género en la respuesta a la covid-19". 

Para bajar estas declaraciones institucionales a tierra, solamente hay que imaginarse una escena en pleno confinamiento del pasado mes de abril. Con los hijos pequeños en casa debido al cierre de los colegios y la necesidad de teletrabajar por parte del padre y la madre, ¿quién acaba dedicando más horas al cuidado y atención de los hijos? Los estudios (con datos que no tienen en cuenta aún los efectos del confinamiento) recalcan que si bien la tendencia apunta a un reparto cada vez más igualitario, las mujeres que trabajan aún dedican de media 90 minutos más al día a estas tareas domésticas no remuneradas que sus parejas. 

Desigualdades notables

En este sentido, el último informe del EIGE lo deja claro: "Las desigualdades de género en el trabajo asistencial no remunerado son notables en toda la UE". Y esto significa que las mujeres, independientemente de si tienen o no empleo, son las que realizan la mayor parte del trabajo no remunerado en el hogar. Los datos revelan que el 92 % de las mujeres de la UE llevan a cabo con regularidad labores asistenciales, en comparación con el 68 % de los hombres. Si se centran los datos en mujeres y hombres que trabajan, la diferencia también queda patente: prácticamente todas las mujeres empleadas en la UE (94 %) prestan labor asistencial no remunerada varias veces a la semana, mientras que solo el 70% en el caso de los hombres. 

Algo que, al final, acaba repercutiendo en la carrera profesional de la mujer. Y es que muchas recurren a empleos a tiempo parcial para poder conciliar el trabajo con las responsabilidades familiares. Sin embargo, esto repercute negativamente en sus salarios y en sus futuras pensiones, no solo porque implica que trabajan menos horas, sino también porque los salarios por hora de trabajo son más bajos que los equivalentes a los de los empleos a tiempo completo. A nivel europeo, el 29% de las mujeres afirma que el motivo principal de que trabajen a tiempo parcial son las responsabilidades relacionadas con la prestación de cuidados, frente a solo el 6% en el caso de los hombres.

En España, el trabajo a tiempo parcial se reparte de manera claramente desigual: 74% para las mujeres y 26% para los hombres, en muchos casos de forma no deseada. De los casi 3 millones de personas que cumplen con este tipo de jornada, el 14% de mujeres afirman que es para atender al cuidado de niños, adultos enfermos, incapacitados o mayores, mientras que ese motivo solo es esgrimido por el 3,9% de los hombres. Un 7,1% de las mujeres también alegan otras obligaciones familiares o personales, mientras que esto solo afecta a un 2,7% de los hombres. Otro dato clarificador del INE es que del total de excedencias por cuidado de familiares que se pidieron en el 2020, un 87,2% correspondió a mujeres. 

Menos oportunidades

De vuelta a un prisma continental, el Instituto Europeo para la Igualdad de Género afirma que "las desigualdades de género en las responsabilidades relativas a la prestación de cuidados en el hogar afectan directamente a las oportunidades laborales de las mujeres". Y de ahí surge la diferencia de un 16% en el salario por hora de trabajo entre las mujeres y los hombres empleados. Un segundo indicador, que tiene en consideración la brecha de género en la tasa de empleo y en el tiempo de trabajo, alcanza una diferencia del 40% .

Esta diferencia, por supuesto, no solo se explica por el reparto desigual de tareas domésticas y de cuidados. Sin embargo, en los otros motivos sigue subyaciendo esa cultura que reserva a la mujer unas tareas determinadas. Debido al cliché de las profesiones tradicionalmente femeninas, ellas se decantan por trabajar en la atención a la infancia, el cuidado de las personas mayores, la educación y la enfermería. Empleos que suelen estar mal retribuidos y, por si fuera poco, donde tienen pocas posibilidades de ascender. 

Un ejemplo clarificador se encuentra en la educación y la sanidad, donde a pesar de ser mayoría, están infrarrepresentadas en los puestos de dirección. A escala de la UE, por cada 1.000 personas empleadas en el sector de la educación, 55 hombres ocupan puestos de dirección frente a solo 32 mujeres. En el ámbito sanitario, la diferencia es de 47 por 26. Y esto es algo que no se entiende sin esa cultura heredada durante siglos que, a pesar de todos los avances, sigue encuadrando a la mujer en las tareas domésticas y de cuidados.