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Caso real

Una niña atrapada en un cuerpo de niño

En pleno debate de la ley trans, llega a los cines un revelador y emocionante documental sobre la disforia de género en la infancia

Sasha, niña trans protagonista del documental ’Una niña’, dirigido por el cineasta francés Sebastien Lifshitz.

Sasha tiene 7 años. Vive junto a sus padres y sus tres hermanos en un pueblo al noreste de Francia. Sasha nació con pene. Pero es una niña. Le gusta ponerse vestidos, llevar el pelo largo, jugar con muñecas, ponerse alas de mariposa en la espalda… Sasha no consigue que en su colegio la traten en femenino. En clase de baile, la profesora le hace ponerse el disfraz de chico y no el de chica, como ella quiere. Sasha tiene la inmensa suerte de gozar de una familia que la apoya de forma incondicional. Su casa es su refugio. Pero fuera de esa frontera, el ambiente es hostil.

Sasha es la protagonista de 'Una niña', un documental sobre la disforia de género que desborda emoción y sinceridad y que se estrena el 12 de marzo en España, en pleno debate político y social sobre la ley trans. La cara de Sasha, sus ojos, su sonrisa, su miedo, su felicidad, sus lágrimas y su honestidad derrumban mitos y muestran la realidad de las personas trans.

La película empieza con la madre de Sasha (la madre que todo menor trans debería tener) preguntándose si es la ‘culpable’ de la disforia de género de su hija. En el embarazo deseó con todas sus fuerzas tener una niña. “¿Pudo influir? ¿Hice algo mal?”, se pregunta con angustia. Ella, su marido y sus otros tres hijos adoran a Sasha. Son una familia roble. Todos entienden que es una niña. Y como tal, la tratan. Pero saben que fuera del hogar, su vida es mucho más difícil. Y a medida que cumpla años será peor. La peque tiene alguna amiga, pero no se atreve a invitarla a casa para que descubra su femenina habitación. Sasha casi siempre juega sola. 

‘Una niña’ lleva la firma del realizador francés Sébastien Lifshitz, que hace años mostró en la gran pantalla la vida de Bambi, nacida en 1935 y una de las primeras transexuales de Francia. “Lo trans se suele asociar a la adolescencia, cuando el cuerpo cambia. Pero el relato de Bambi me abrió los ojos porque ella desde que tenía 4 años se sentía una niña”, comenta el realizador.

Con el objetivo de diseccionar la disforia de género en la infancia, el director entró en foros 'online' de padres de niños y niñas trans. Se le echaron encima y le acusaron de obsceno. Lifshitz les tranquilizó y les explicó que su punto de vista sería respetuoso y que no tenía por objetivo ser un ‘voyeur’ sino concienciar al espectador. Finalmente, dos familias aceptaron recibirle: una de Canadá y otra de Francia. La de Canadá gozaba de una situación bastante buena dada la enorme aceptación social. En la de Francia ocurría todo lo contrario, así que el cineasta se propuso contar su historia.

“La familia de Sasha está unida y es extremadamente sólida. Hay un vínculo de amor incondicional entre ellos. Su casa es una burbuja de protección”, explica el cineasta.

Karine, la madre de Sasha, es una mamá coraje pero está al límite de sus fuerzas. Pelea y pelea con la dirección y los miembros del claustro del colegio de su hija para que sea considerada una niña, para que pueda ir vestida con falda, para que en las clases de ballet le den los vestidos de niña y para que sea tratada en femenino. El director escolar -al que no se ve en ningún momento- no accede y reclama a Karine un certificado médico que avale esa necesidad.

Karine acude al médico de cabecera, al que hace mil preguntas. Entre ellas, la que más le duele es saber si el deseo de tener una hija durante el embarazo pudo influir en Sasha. El facultativo tiene poca formación y lo que le dice le hace sentir más culpable. Pero no por mezquindad sino por ignorancia.

El cineasta recomendó a Karine acudir al hospital público de París Robert Debré. El encuentro entre Sasha y Karine con la psiquiatra infantil del centro es uno de los momentos más conmovedores de la película. Por fin, un rayo de esperanza en la vida de la pequeña. Por fin, alguien pone nombre a lo que le pasa a Sasha, disforia de género. Sin dramas, ni paparruchas, ni mitos, ni prejuicios, la médico les habla de ciencia, de sexualidad, de identidad de género. Ni Karine tuvo culpa al desear tener una niña ni hizo mal en seguir los deseos de Sasha y tratarla como tal. Sasha es una niña nacida en un cuerpo de niño. “¿Cómo te tratan en el cole?”, le pregunta la psiquiatra. La niña no habla. No quiere, no se atreve. Se le escapan las lágrimas y con su tristeza lo dice todo.

Tras el primer contacto con la la sanidad pública francesa, madre e hija se van de tiendas. Compran vestidos, sombreritos y bikinis. Sasha está feliz.

Karine y su marido saben que les espera un futuro complicado. Sasha es ahora una niña pequeña, pero crecerá y necesitará tratarse hormonalmente para evitar el aspecto físico de un varón: ausencia de pechos y órganos sexuales femeninos, vello, nuez en la garganta… Esa será otra guerra. Y la emprenderá como está batallando la infancia de Sasha: de la mano de la sanidad pública francesa, con perseverancia y amor incondicional a su hija.

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