Para alguien para el que el riñón nunca le ha funcionado demasiado bien, el simple hecho de levantar sin problema un saco de papas se convierte en toda una hazaña digna de remarcar. El 26 de noviembre de 2020, Airam Díaz, de 33 años, recibió un nuevo riñón, convirtiéndose en el paciente 3.000 en hacerlo en el Hospital Universitario de Canarias (HUC). “Me cambió la vida”, afirma. Y no es de extrañar pues este apasionado del automovilismo nació con una malformación en la vejiga y la uretra, debido a su condición de prematuro, que ha lastrado su bienestar hasta estos momentos.

Díaz tuvo que enfrentarse al quirófano desde muy temprano. Antes de cumplir los 10 años ya había entrado una decena de veces en aquel espacio diáfano con su característico olor a desinfectante. En 1997 su familia decide trasladarlo al Hospital de La Paz, en Madrid, donde le hacen “un apaño”. El tinerfeño consigue así seguir con su vida durante los siguientes cinco años sin mayores problemas. Pero en 2002 todo vuelve a truncarse. Su riñón no aguantaba más. Díaz decide armarse de valor, una vez más, y enfrentarse a aquellos médicos que habían marcado su infancia. Su insuficiencia renal fue haciéndose cada vez más aguda. “Hace dos años mi médico me comentó que o entraba en diálisis o trasplante”, señala Díaz. En ese momento, le cayó el mundo encima. “Mira que me gusta el automovilismo y lo primero que pensé fue en chocarme contra un muro”, afirma el expaciente. Para él, el tener que pensar si quiera en “estar obligado a llevar siempre a cuestas un aparato de diálisis” se le hacía un mundo. “Me derrumbé”, admite.

Porque la diálisis no le quedaba lejos. Muchos de sus amigos estaban pasando por el mismo trance y sabía que la experiencia no era la más satisfactoria. De hecho, recuerda los días que estuvo con el catéter puesto como la peor temporada de su vida. “Pero ocurrió un milagro”. En menos de una semana le llamaron del hospital.

“Recuerdo que me llamaron desde un teléfono móvil y pensé que se trataba de una broma”, rememora. Ese día habían conseguido un riñón para él. Uno nuevo, de una persona sana y deportista que desgraciadamente había fallecido. Ahora se siente totalmente renovado.

“Puedo hacer cosas que antes ni siquiera me planteaba”, explica Díaz. Una de las situaciones en las que ha notado una mayor repercusión es en sus visitas al lavabo. “Antes iba cinco y seis veces al baño durante la noche, apenas dormía”, explica. “Cuando estaba en recuperación, me di cuenta de que ya no me levantaba por las noches”, recuerda Díaz, que llegó a preguntar con sorpresa a los médicos sobre si ese nuevo comportamiento de su cuerpo era normal.

“Ha sido todo muy rápido y la verdad es que estoy como nuevo”, narra ahora con emoción. El riñón le ha permitido cambiar su vida de tal forma que ahora se ha convertido en un verdadero convencido de la intervención. “Donando salvas muchas vidas”, concluye Díaz.