La histórica activación del estado de alarma hace ahora un año se convirtió en el hito que confirmó la gravedad de una crisis sanitaria sin precedentes en al menos un siglo. Pero el confinamiento domiciliario decretado por el Gobierno supuso también la suspensión de nuestra forma de vida para establecer una nueva, mucho más limitada: la de una sociedad enfrentada a un virus de consecuencias dramáticas.

El encierro pensado para frenar el colapso del país y de su sistema de salud por los contagios del coronavirus SARS-CoV-2, causante de la Covid-19, cercenó una buena parte de los derechos que considerábamos intocables, y solo se levantó junto al estado de alarma tres meses después, con restricciones que se han ido ampliando o relajando en función de la evolución de la pandemia

Y todo con el doloroso trasfondo del elevado número de fallecidos que se sigue cobrando la pandemia. Pese al tiempo transcurrido y las medidas para la prevención de contagios, aún no son menos de los que había en los momentos previos al confinamiento, aunque sí se alejan de la cota alcanzada en el pico de la primera ola.

Hoy los españoles viven de nuevo bajo el estado de alarma, y el temor a una cuarta ola tras el duro golpe de las Navidades ha llevado al Gobierno a endurecer las medidas en Semana Santa. Para el tradicional periodo vacacional, el Ejecutivo acordó con las comunidades el cierre perimetral de todas las autonomías, limitado en Baleares y Canarias a los supuestos del decreto del estado de alarma del 25 de octubre.

Las restricciones del estado de alarma en Semana Santa

El Gobierno ha querido hacer especial hincapié en la necesidad de limitar los viajes durante los días festivos de estas fechas para evitar contagios, pero el Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud de España acordó otras restricciones:

-Limitación de movilidad en horario nocturno. Se limitará el derecho de movilidad nocturna como máximo a partir de las 23:00 horas y hasta las 6:00 horas.

-Limitación de la permanencia de grupos de personas en los espacios públicos o privados. Se limitará la permanencia de grupos de personas a un máximo de cuatro en espacios públicos cerrados y seis en espacios públicos abiertos, salvo que se trate de convivientes. En espacios privados las reuniones se limitarán a convivientes.

Además, las restricciones nacionales se conjugan desde hace meses con las medidas de cada autonomía, que en muchos casos se han flexibilizado en los últimos días por la mejora de las cifras de la evolución de los contagios.

El actual estado de alarma seguirá vigente hasta el próximo el próximo 9 de mayo, pero el Gobierno ya ha expresado su disposición a extenderlo si lo considera necesario para la contención de la pandemia.

El incumplimiento del estado de alarma

Durante el estado de alarma hemos visto como algunos ciudadanos se han saltado las restricciones impuestas para frenar la expansión del virus. Desplazamientos no permitidos a segundas residencias, fiestas ilegales, inclumplimiento del toque de queda, saltarse el uso obligatorio de la mascarilla... son algunos de los comportamientos sancionados por los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado.

Así ha sido el número de sancionados por provincias:

El efecto de las restricciones

Pero las restricciones se han cobrado un año después el precio de una crisis económica de consecuencias aún impredecibles y el de un golpe anímico que ha puesto a prueba la entereza de los españoles.

Desde marzo del pasado año, el consumo de psicofármacos se ha disparado por la fatiga pandémica, que ha incrementado el estrés, la ansiedad o las alteraciones del sueño, y que, según los expertos, van a ir a más debido a la resistencia a pedir ayuda ante esos trastornos mentales y a que son problemas que tardan en aparecer.

En estos doce meses de pandemia y confinamientos se han multiplicado las listas de espera en psicólogos y psiquiatras para tratar los síntomas depresivos o problemas relacionados con el duelo patológico, lo que provoca mucho retraso en el inicio de tratamientos terapéuticos y farmacológicos para revertir los problemas mentales.

Por ello, y como medida preventiva, los profesionales urgen a los ciudadanos a adoptar rutinas y métodos de vida saludables para que los síntomas de hartazgo y desesperanza no se cronifiquen y terminen transformándose en un trastorno mental.

El deterioro de la salud mental por la pandemia ha originado un aumento del 30% en el consumo de psicofármacos, según estudios del pasado septiembre a los que hace referencia Fernando Chacón, vicepresidente del Consejo General de Colegios de Psicólogos.

Chacón advierte de que las adicciones han aumentado "en general" y subraya el predominio de la dependencia de psicofármacos frente a otras sustancias, como cocaína o heroína, ya que si los fármacos no se combinan con psicoterapia para revertir los trastornos, en muchos casos el paciente se convierte en un adicto.

El 23% de los españoles ha tenido miedo a morir por el coronavirus

El Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) ha dado a conocer en marzo un estudio sobre la salud mental de los españoles durante la pandemia del Coronavirus.