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Caso Rocío Carrasco

10 cosas que hemos aprendido sobre violencia de género con el caso Rocío Carrasco

La periodista y profesora de la UOC hace pedagogía de las violencias machistas desde el plató de 'Sálvame'

Rocío Carrasco hablando en su doc-serie en Telecinco. Telecinco

El caso de Rocío Carrasco, más allá de su relato personal, ha hecho que cobren protagonismo términos y conceptos sobre la violencia de género que no formaban parte habitual del análisis entre la población. Estos ponen nombre a las fases o sensaciones que viven las propias víctimas y que, en principio, no saben qué les ocurre. Pero también estas ideas son importantes para que la ciudadanía no caiga en prejuicios que puedan revictimizar a las mujeres que lo sufren. De la violencia vicaria a la luz de gas o la indefensión aprendida, repasamos 10 conceptos clave de la violencia de género que contextualizan a qué se enfrentan las víctimas.

1. Violencia de género

Se llama así porque el género es el constructo social y cultural que oprime a las mujeres y que refleja la histórica relación de desigualdad entre hombres y mujeres. Se reconoce legalmente en las parejas o exparejas, y esto es importante porque esa violencia puede aumentar tras las separaciones. A pesar de que el negacionismo de la violencia de género quiere equipararla con la violencia doméstica, se diferencia en que esta se produce en el hogar. La violencia de género no exige convivencia.

2. Mandatos de género

El género determina qué se espera de un “buen hombre” o de una “buena mujer”. Esto se conoce como mandatos de género, normas que frenan el desarrollo personal, la autonomía y la autoestima. Por ejemplo, crean sobre los hombres la idea de que representan la fuerza o la racionalidad, mientras que la mujer es débil o más emocional. Estas diferencias subyacen en cualquier relación de violencia de género, que está marcada por esa desigualdad.

3. Víctima y agresor

El machismo ha creado un estereotipo de víctima vinculada a un menor nivel educativo o a una imagen de mujer doliente. Sobre el agresor también hay estereotipos. Estas ideas crean unos prejuicios que impiden a muchas víctimas reconocerse como tal y denunciar. La víctima y el agresor pueden ser de cualquier nivel educativo y socioeconómico. Ellas no tienen que mostrarse siempre llorando ni ellos de forma agresiva. Es más, los maltratadores se esfuerzan porque su imagen pública sea intachable. Tampoco deben ser considerados enfermos mentales. El machismo no es una enfermedad, no se cura con pastillas. Es cultura y educación.

4. Ciclo de violencia de género

Esta violencia actúa en un ciclo que se repite una y otra vez en tres fases: acumulación de tensión, explosión y reconciliación o “luna de miel”. En la primera, el agresor muestra su enfado y usa cualquier excusa para menospreciar o humillar a la mujer. En la fase de explosión, descarga la violencia de forma directa sobre ella. Tras la agresión, el maltratador suele pedir perdón y prometer que no volverá a ocurrir. Así vuelve a ganarse la confianza de la víctima, que concede una oportunidad tras otra esperando un cambio de actitud en el agresor que nunca llega, sino que empeora.

5. Violencia física y psicológica

Lamentablemente, durante mucho tiempo el reconocimiento de la violencia de género se ha ceñido a la violencia física, al golpe o a la herida por arma. En cambio, para que esta se produzca antes es imprescindible que se produzca una violencia psicológica que afecte de forma rotunda la autoestima de la víctima, de forma que pierda su fortaleza y la capacidad en su toma de decisiones.

6. Luz de gas

Es una forma de maltrato psicológico muy perversa y sutil porque no se centra en las amenazas o insultos sino que el agresor pone en tela de juicio lo que dice la mujer y la hace dudar de forma constante sobre ello y su propia realidad. El continuo grado de confusión anula la autoestima de la víctima, que se siente agotada y sin capacidad de reacción.

7. Disonancia cognitiva

Todo el mundo se hace una idea y expectativas sobre asuntos o personas. En el caso de una pareja, se espera de ella comprensión y afecto. Cuando la respuesta que se obtiene es diferente a la esperada, el cerebro se queda en 'shock' por unos instantes. Ese malestar psicológico genera una contradicción donde, en muchas ocasiones, la víctima se autoengaña para reducir la ansiedad de esa situación.

8. Indefensión aprendida

Es la actitud que la víctima desarrolla cuando intenta defenderse tras cada ataque, sin éxito. Cada vez que identifica que su defensa no evita ni soluciona la agresión, aprende que no sirve de nada esa reacción y desarrolla una respuesta pasiva para que la situación pase lo antes posible. Por ello, muchas mujeres tardan en denunciar.

9. SAP y violencia vicaria

El Síndrome de Alienación Parental (SAP) no tiene ningún reconocimiento científico, pero es usado en muchos casos en la justicia para separar a las madres de sus hijos. Esa nefasta solución crea traumas en esos menores y rompe para siempre vínculos emocionales. No confundir con la violencia vicaria, que es la manipulación de los hijos por parte del agresor en contra de la figura materna, para perpetuar el maltrato sobre la mujer.

10. Violencia institucional

Es la violencia estructural a la que se enfrentan las mujeres que denuncian y que no encuentran ni ayuda ni reparación en el sistema que dice ampararles. Es cuando las mujeres no encuentran reconocimiento ni atención de las instituciones y constituye una vulneración de sus derechos humanos por acción o por omisión del Estado.

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