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Obituario

Adiós al constructor de sonrisas

José Juan Castellano, estomatólogo y cirujano maxilofacial ha fallecido a los 65 años | Sus intervenciones en malformaciones y oncología fueron laureadas

El estomatólogo y cirujano maxilofacial, José Juan Castellano Reyes. La Provincia

José Juan Castellano, médico estomatólogo y cirujano oral y maxilofacial falleció hace dos días a los 65 años en Las Palmas de Gran Canaria. Fue jefe del servicio de cirugía de su especialidad en el Hospital Insular y también contaba con una consulta privada que lleva su nombre. Era esposo, padre de tres hijos y abuelo. Quienes lo conocieron lo definían como alguien que siempre se desvivió por atender a sus pacientes. «Era más que un médico. Hacía de la medicina un bálsamo. Curó a miles de personas y dio esperanza a muchas más. Encarnaba la certeza y la confianza cuando te ponías en sus manos. Fue el médico-amigo y el amigo-médico. Sabía hacer las dos cosas, siempre estaba ahí. Era un profesional curioso, inquieto, interesado por todo, apasionado por su profesión, cercano y didáctico. Un hombre que amaba la vida», señalan sus allegados.

Su hijo, el odontólogo José María Castellano, que trabajaba con él, tanto en el Hospital como en la consulta privada, explica la trayectoria profesional del doctor. «Estudió la carrera de Medicina en La Laguna y Estomatología en Madrid. Luego viajó a Düsseldorf para hacer la especialidad de Cirugía Maxilofacial, tras lo cual regresa y toma la jefatura de su materia en el Insular hasta la fecha. En el intermedio, acepta la jefatura doble del antiguo Hospital del Pino durante un periodo de tiempo. Siempre realizó unas cirugías, tanto en el campo de la regeneración como en el de la malformación y en de la oncología, muy laureadas, referenciadas en artículos y expuestas a nivel internacional».

Técnica novedosa

«Creó una técnica de lateralización del nervio dental inferior, simultáneamente con otro cirujano que también la desarrolló en otros lugares del mundo. Hice una tesis doctoral que incluyó 45 casos de empleo de la misma con su seguimiento, a lo largo de 20 años. Todos sus pacientes lo han querido siempre, no solo por haberles dado una segunda oportunidad de vida sino de funcionalidad y utilidad, porque algo que caracterizaba a mi padre y vi en el tanatorio, es que le tenían un gran cariño».

Fue toda una referencia en su especialidad. Según su hijo, «desarrolló sus técnicas novedosas en Alemania, que no se habían implantado nunca en España, tales como la regeneración mandibular y maxilar con hueso de cadera, de tibia y de cráneo. Le acompañé durante los últimos 15 años en el servicio de cirugía maxilofacial y en su consulta privada». «Fue también presidente del Colegio de Dentistas de Las Palmas y un impulsor de su independencia del Colegio de Tenerife, algo que siempre defendió sintiéndose orgulloso de que Gran Canaria, Fuerteventura y Lanzarote no tuvieran que depender de la isla vecina en este sentido».

Desarrolló técnicas que incluyen la regeneración mandibular y maxilar con hueso de cadera

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José María Castellano explica cómo su progenitor lideró un equipo que llegó a realizar 17 intervenciones de tumores en la glándula parótida en solo cinco días hace seis años. «Recopiló todas las propuestas de estas glándulas que tenían que intervenirse por tumores. Eran unas cirugías que siempre se iban retrasando por la llegada de otras de cánceres donde el paciente no podía esperar para ser intervenido. Las de glándulas se iban dejando pasar porque se trataba normalmente de tumores benignos. Mi padre se propuso entonces limpiar, como él decía, esta lista de espera, por lo que se decidió por hacerlas todas en una semana. Para organizar dicha misión tuvo que hablar con todos los jefes de servicio para pedirles sus quirófanos por la mañana ya que nosotros solo los teníamos lunes y viernes. Por las tardes, seguíamos operando más parótidas».

Ojo clínico

Fue un hombre con gran ojo clínico. «De nada que veía al paciente y analizaba las pruebas sabía por dónde tenía que ir. Algo que nadie conoce es que operaba a sus pacientes por la noche mientras conducía porque quería que la operación saliera perfecta, es decir que ejecutaba constantemente las cirugías en su cabeza para que llegado el día no hubiera fallos». José María Castellano destaca también que «en su momento viajó a muchos países para presentar trabajos propios, entre ellos, uno frente al doctor en Estados Unidos, Carl Misch, de los mejores implantólogos, quien lo elogió enormemente. Asimismo, presentó sus proyectos en España: en Cádiz, San Sebastián u Oviedo».

Por el lado humano, «siempre tuvo tiempo para los pacientes. Compartí cómo se desvivía por acelerar las pruebas para dar mayor rapidez así al diagnóstico, tanto de su especialidad como de otras, es decir, que si veía a un enfermo que no era de su rama intentaba facilitarle el camino en otras especialidades contactando con compañeros, algo que la gente ha agradecido mucho». «Si algo no se puede medir, pero existe es la curabilidad por la cercanía. Transmitía mucha confianza al paciente. El que entraba asustado, con incertidumbre sobre lo que iba a pasar con su vida, salía ya de la primera consulta sosegado tras la charla con mi padre. Después todo resultaba más cómodo, las pruebas y la propia intervención. Había pacientes que no querían que los operara su equipo sino él directamente».

A nivel personal «y campechano, no escatimaba en reunir comensales alrededor de su mesa, ofrecer las mejores viandas, los mejores caldos, todo para crear un entorno grato a su manera. Destacaban los sancochos, sus conejos que mataba y limpiaba personalmente, sus cochinos que matábamos también en casa y preparábamos después para la familia. Tenía su huerto para proveerse de las verduras que pudiera cultivar y que repartía entre todo el clan». «Ha conseguido que quienes han venido a su entierro lo quieran con amor real y salvar a muchas personas con cáncer que estaban prácticamente desahuciadas».

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