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Opinión

Industrias y andanzas del padre Báez

La Iglesia, que sorprende estos días con su posición sobre los indultos o la ‘destitución’ del cura canario que justifica los crímenes vicarios de Tenerife, trata a duras penas de entrar en la era moderna tras siglos de llegar tarde a todo o de reaccionar en diferido

El padre Báez culpa de los asesinatos de las niñas de Tenerife a la "infidelidad" de la madre

El padre Báez culpa de los asesinatos de las niñas de Tenerife a la "infidelidad" de la madre La Provincia

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El padre Báez culpa de los asesinatos de las niñas de Tenerife a la "infidelidad" de la madre Jorge Fauró

La Diócesis de Canarias acaba de apartar de sus funciones y destituido como párroco de una iglesia y tres ermitas del archipiélago al sacerdote Fernando Báez Santana, aka. padre Báez, por argumentar que el asesinato de las niñas de Tenerife a manos del progenitor se explica por la “infidelidad” de la madre, que abandonó al presunto asesino cansada, según la prensa canaria, de las correrías de pollabrava de Tomás Gimeno, que el cura no entra a juzgar, y aquí paz, después gloria y dos niñas muertas.

Hay que agradecer la celeridad con que la Iglesia ha actuado en este caso contra uno de sus pastores. El padre Báez no podrá participar públicamente en la eucaristía, ni efectuar declaraciones públicas en sus redes sociales ni utilizar ninguna otra vía de comunicación en calidad de sacerdote. El cura se había abierto una cuenta en Facebook desde la cual se dedicaba a soltar zarandajas y memeces hasta que la curia ha dicho basta. Podría haberlo hecho antes, pues al parecer, el padre Báez acumula en 30 años de oficio más de una polémica salida de madre hasta que la cosa se le ha ido de las manos. De hecho, tenía abierto un expediente en la Diócesis a la luz de las quejas y denuncias sumadas en el ejercicio de su sacerdocio.

Habrán visto a Báez en numerosas fotografías durante estos días: tocado eterno de amarillo, boina del mismo color, un poco pollavieja y desdentado, aspecto descuidado, bastón en una mano y la otra para explicar su relato, cualquiera que sea, gesto hosco, entre soberbio y antipático, a caballo entre el cura ciego del Lazarillo y Alfanhuí, el pícaro que retrató Sánchez Ferlosio y cuyas industrias y andanzas venían a contar una “historia castellana -canaria en este caso- y llena de mentiras verdaderas". Un friki de manual con mucho predicamento.

Piensen ustedes en la barbaridad. Que un sacerdote con hilo directo con sus feligreses y difusión masiva desde su púlpito 4.0 cargue sobre la madre la responsabilidad de algo tan horrible como el asesinato de sus hijas por parte del padre, que actuó con el único objeto de causar a su expareja un dolor infinito hasta el fin de sus días.

Muchos años, decía, ha tardado la Diócesis en sacrificar a este pastor suyo bien conocido en las islas, protagonista de algunas de sus escenas de carnaval y objeto de parodias para divertimento y solaz de las murgas de Telde. El pasado enero, Báez organizó una excursión con un 20 personas, libre de mascarilla por la gracia de Dios, sin distancia de seguridad y a lo largo de un área de acceso prohibido por riesgo de desprendimientos. A estas alturas de pandemia, el hecho nos puede parecer anecdótico, aunque llovía sobre mojado. En otra excursión anterior, y cuando guiaba a 40 menores, una chica del grupo murió por deshidratación a causa del fuerte calor. “El sacerdote permaneció con el cuerpo inerte de la joven, de unos 17 años, durante casi 24 horas hasta que los servicios de emergencia pudieron acceder al lugar para atenderles y evacuarles”, cuenta LA PROVINCIA, diario del grupo editorial al que pertenece este periódico.

Avergonzada por lo que tenían al frente del rebaño, la Diócesis no ha tenido otra salida que apartarlo del gremio, aunque la medida se me antoja leve y ligera, cual tirón de orejas, si tomamos como referencia las medidas que tiene previsto adoptar el Cabildo insular: denunciar al cura ante la Fiscalía y armar contra él un proceso por delito de odio. El Ministerio Público ya se había adelantado y comenzó a actuar de oficio.

Sorprende en ocasiones la reacción de la cúpula eclesiástica, que a veces da la de cal, a veces la de arena. La Iglesia católica es, probablemente, la institución más anquilosada del planeta, incapaz de haber avanzado en dos mil años al mismo ritmo que durante ese tiempo lo ha hecho el resto de la humanidad. Pero cuando menos se lo espera uno, van y se cargan a uno de los suyos por un pecado venial, por repugnante que nos parezcan sus manifestaciones, mientras que en otros asuntos de mayor afección y con menores de por medio se encierra en su concha, cuando no trata de ocultarlo.

Estos días han vuelto a sorprender a la opinión pública al posicionarse a favor de los indultos de los políticos encarcelados por proclamar la República Independiente de Cataluña, cuando lo que podría adivinarse de los obispos es que su postura no fuera más allá de recomendar un padrenuestro y dos avemarías. Para tratarse de un colectivo que nos tiene acostumbrados a reaccionar en diferido, es más de lo que cualquier crítico con la Iglesia podía esperar. ¡Si hasta en muchas diócesis comienza a verse con normalidad las relaciones entre personas del mismo sexo! Es un avance. Pero al César lo que es del César: yo me conformaría con que ejerciera más control sobre personajes como el padre Báez, que tanta indignación provocan con argumentos que parecen impropios de una Iglesia moderna y más cercanos a los tiempos de la Inquisición.

@jorgefauro

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