Una veintena de bares, cafeterías y restaurantes de la capital tinerfeña apuraron anoche las últimas horas hasta cerca de la medianoche –en función de su licencia– a sabiendas que nada será igual desde hoy y durante los próximos quince días, salvo que el Gobierno canario adopte nuevas medidas que eviten el cierre de estos establecimientos.

La entrada en vigor de las normas sanitarias dictadas por el Ejecutivo autonómico para intentar acotar los contagios del covid se traducen que desde hoy el sector de la restauración no podrá atender a su clientela en el interior del negocio, lo que alonga al abismo a aquellos negocios que carecen de una terraza. Es el caso, por ejemplo, del restaurante y pub La Santa, en la avenida de Anaga. Precisamente abrió al público el viernes de la semana pasada, después de estar cerrado desde enero; carecen de terraza en el exterior porque justo en frente hay un paso de peatones; incluso se han ofrecido sin éxito a costear el traslado.

Fue el segundo cierre para La Santa. El primero, como le ocurrió a la mayoría de establecimiento de sus características, se impuso primero con la declaración del estado de alarma que se prolongó con el toque de queda. Así, estuvieron cerrados desde marzo a julio y luego se alternaba la apertura en función de la incidencia de nivel. En enero decidieron cerrar, cuando se intensificaron las medidas sanitarias y hasta tuvieron que afrontar una reforma por un problema en el saneamiento del edificio. Total, el viernes pasado abrió y, cuando se las prometían felices, decreto del Gobierno que limita su actividad. Se trata de un establecimiento que no tiene terraza en el exterior de la avenida de Anaga; en el interior una decena de trabajadores atienden un total de trece mesas. La Santa alterna su actividad de restaurante con su condición de referente en la noche chicharrera desde su apertura hace cuatro años; así, cuando llegada la noche se recogían las mesas y se convertía en pista de baile, hasta que irrumpió la Covid-19. «Si quieren tomarse algo, hoy es el último día», fue la frase más oída ayer entre camareros y clientes.

De la avenida de Anaga, donde se localizan media docena de bares y restaurantes que cerrarán porque solo pueden atender en el interior –al carecer de terraza fuera–, al Callejón del Combate.

Entre los restaurantes, un remanso de paz que lleva la firma de Danny Nielsen. Como todos los jueves, un músico ameniza la velada en el interior; anoche tocaba la violinista Dorina. Abiertos hace cuatro años, también han tenido que capear el temporal que han supuestos las normas sanitarias. Desde hoy los ocho trabajadores del restaurante comienzan vacaciones hasta que regrese la ‘normalidad’ que le permita mantener la actividad en el interior. Al igual que el resto del sector, también se vieron afectados por el estado de alarma y el toque de queda, así como los cambios de nivel que limitaron la actividad en la sala.

Picogallo, de Roberto Darias, continuará su actividad pilotando en la terraza. Desde hoy y durante quince días saben que dentro solo pueden cocinar; sin atender en la barra ni en las mesas. El decreto del Gobierno de Canarias para el sector de la hostelería obliga a pasar del 75 por ciento de la ocupación de terraza –que se permitía hasta ayer– al 50 por ciento. Además, las mesas también deben limitar el número de comensales, que pasarán de seis a cuatro. Y otro añadido: no pueden cerrar a la medianoche, sino a las 23:00 horas. Con todos esos requisitos, este establecimiento, como otros tantos del Callejón del Combate, La Noria, la Avenida de Anaga o la calle El Clavel, entre otros altares de Santa Cruz, intentarán continuar su actividad.

«Esta es la cuarta vez que endurecen las medidas; la primera vez fue de marzo al 11 de mayo, cuando estuvimos cerrados. Nosotros fuimos de los primeros que abrimos desde que lo permitieron, explica la dueña de Picogallo, y desde entonces estamos «aguantando la puerta».

Los empresarios de las zonas visitadas anoche evidencian su indignación porque «tienen los focos encima de nosotros, como si fuéramos los culpables, cuando se sabe que los brotes están en fiestas privadas», explica otro de los propietarios de La Noria.

«Nosotros intentamos aguantar el tirón hasta dentro de quince días, pero ya estamos muy limitados de recursos económicos con tanto cierre», explica un empresario del entorno de La Noria, indignado porque siempre «castigan a los mismos».

Otro de los afectados, un establecimiento señero en Santa Cruz: La Garriga, que abrió sus puertas en 1956 y que ya tuvo que afrontar cerrado dos meses y «quince días que cogimos de vacaciones» durante la pandemia. Lorenzo Cabello precisa que cesaron su actividad desde el 16 de marzo al 25 de mayo; «ahora que empezábamos a funcionar, van y nos cierran».

Anoche afrontaban la limpieza del local, como cada día, pero con el desconsuelo de que desde hoy solo abrirán para atender los encargos de comida para llevar. «Eso significa que acumularemos pérdidas de hasta el 40 por ciento; piensa que la consumición mínima aquí puede ser un bocadillo y un refresco o un cortado, que oscila entre 4,20 o 3,60 euros; ahora se limita a los 2,60 del bocadillo».

No obstante, Lorenzo se muestra optimista. «Lo importante es tener dinero para pagar y salir». «Fuimos de las pocas empresas que cuando regresamos todos juntos –doce trabajadores– del ERTE», asegura uno de los gestores de La Garriga, que admite que un día norma puede vender medio millar de bocadillos y en la víspera de Reyes o en Carnaval... hasta cuatro mil en una sola jornada. «Después de 62 años no podemos caer; sería una temeridad», asegura Lorenzo Cabello.

El bar El Puntero, abierto al público desde 1953, también cierra desde hoy porque su actividad se limita a las mesas de la sala y carece de terraza. Se trata de un negocio familiar que gestiona Manolo, la tercera generación. Sara explica que el estado de alarma, el toque de queda y los cambios de nivel se han traducido en la obligatoriedad de cerrar las puertas hasta que mejoraran las condiciones sanitarias. Anoche se volvió a repetir la historia, y cerraron a la espera de que Tenerife salga del nivel 3; de momento habrá que esperar al día 15, si no hay cambios.

Son solo algunos ejemplos de la veintena de empresas de Santa Cruz que cerrarán; de los casi 2.500 puestos de trabajo, según el alcalde, que están en peligro.