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Crisis sanitaria

La pobreza farmacéutica, otra lacra oculta de la pandemia

Antes del covid, un 10% de los pacientes tenían problemas para pagar sus fármacos y ahora son casi el 30%, según los trabajadores sociales

Raída Paulina enferma de hipertensión pulmonar no puede pagar las medicinas que requiere su tratamiento.

Sufre hipertensión pulmonar. Una enfermedad crónica que le llena los pulmones de agua, impide que la sangre oxigenada llegue al corazón y que, en definitiva, le hace la vida mucho más difícil. Vive en una habitación de La Florida, en L'Hospitalet, y por mucho que lo intentaron entidades y trabajadores sociales se ha quedado sin el tratamiento que precisaba en el Hospital Clínic de Barcelona porque no lo puede pagar. El caso de Raída Paulina es muy extremo, pero se cuentan por miles los enfermos crónicos en Cataluña que después de perder el trabajo o agotar las prestaciones sociales no pueden pagarse la medicación que les recetan los médicos. Ni los servicios sociales ni las entidades tienen fondos para cubrir estas necesidades básicas. Y los trabajadores sociales se tiran de los pelos: "Estamos viendo pacientes graves que han reingresado al hospital por no poder hacer los tratamientos farmacológicos", dice Laura Morros, referente de la comisión de sanidad del Col·legi de Treball Social de Cataluña.

Raída Paulina dejó su país natal, el Perú, cuando su enfermedad la dejó sin andar. "Si no hubiera venido a Europa ya habría muerto: mi familia no tiene dinero para pagar el tratamiento", explica. En 2018 acudió a Italia, dónde la visitaron varios expertos y le tramitaron el permiso de residencia y de trabajo por motivos humanitarios. Recibió tratamiento y empezó a mejorar. De allí que en 2019 ya trabajara cuidando ancianos o de dependienta. Pero en 2020 la enfermedad reapareció. "Volví a encontrarme mal, a tener problemas para respirar... y me recomendaran que fuera hasta Barcelona donde había mejores tratamientos", cuenta la chica. Alquiló una habitación en l'Hospitalet, se inscribió en un curso de la Universidad Pompeu Fabra e ingresó en el Hospital Clínic para empezar un análisis exhaustivo que le remediara sus males.

Sin las ayudas por el padrón

"El Hospital me dijo que si no me empadronaba me tenían que cobrar todas las pruebas", cuenta la joven. Lo intentó, le pidió a la dueña del piso donde vivía que le inscribiera en el padrón. "Pero la mujer me pidió 500 euros a cambio: este es un dinero que yo no tengo", explica con un hilo de voz. Tanto los trabajadores sociales de su CAP de referencia como del hospital movieron cielo y tierra para lograr fondos para ella. No lo consiguieron. Su ayuntamiento, aunque podría, no empadrona a aquellos sin contrato de alquiler.

La historia de Paulina pues, tiene un mal desenlace. "Se me agotan las medicinas... Tendré que regresar a Italia porque aquí no me las puedo pagar", se sincera. Su viaje ha sido en vano. Pero como ella, son miles los enfermos crónicos que no pueden hacer frente a la medicación que precisan en Cataluña y en toda España. "Tenemos casos a diario: pacientes covid que salen de la UCI con afectación hormonal y a la que les das el alta empeoran, diabéticos que no se pueden pagar la insulina, enfermos de salud mental, cardíacos, pulmonares...." relata Laura Morros, referente de la comisión de sanidad del Col·legi de Treball Social de Cataluña (TSCAT).

"No es una situación nueva, antes de la pandemia ya había personas que no podían hacer frente a la medicación a pesar del copago", cuenta Morros. Según los datos del CIS, en 2019 cerca del 3% de catalanes no podían hacer frente a los gastos farmacéuticos. Hoy el Banco Farmacéutico estima que podría haber superado el 4%. "En el colegio estamos en contacto con los profesionales de la atención primaria, de los hospitales y los centros sociosanitarios. Antes de la pandemia, del 5% al 10% de los pacientes no podían pagar los medicamentos. Hoy estamos al 30%", estima Morros, que señala que el desabastecimiento es patente en todo el territorio catalán.

Comer o ir a la farmacia

¿Y por qué crece la pobreza farmacéutica? Pues porque también lo ha hecho la pobreza. "Según la ley de copago de 2012 solo tienen farmacia gratuita los pensionistas y los que cobran el paro. Pero los que han agotado la prestación, los que esperan cobrarla o los que cobran salarios raquíticos y enferman tienen que decidir entre si comen o si van a la farmacia", cuenta la profesional, que trabaja en un hospital de Barcelona. A éstos, señalan desde los CAP, hay que sumarles los inmigrantes que no se pueden empadronar y, a pesar de que pueden ir a urgencias, no tienen médico de cabecera ni tampoco tienen acceso al copago farmacéutico.

Oenegés sin recursos

Antes de la pandemia, en cuanto los médicos detectaban un caso, derivaban a los pacientes a los trabajadores sociales de los centros sanitarios, y estos, a su vez, activaban recursos económicos para poder asegurar los pagos de la medicación. "Que tengamos que depender de las oenegés para garantizar la gratuidad sanitaria ya de entrada no me parece adecuado, pero es que hace un año que se han agotado todos los fondos, tanto de servicios sociales como de las entidades. La situación es desesperante", señala Morros. En algunos CAP, los servicios sociales solo pueden cubrir uno o dos meses de ayudas farmacológicas. En otros, hay enfermos crónicos que llevan un año esperando para tales ayudas.

"Nunca habíamos visto un panorama similar", se sincera Homero Val, responsable del fondo social del medicamento del Banco Farmacéutico en Cataluña y Aragón. Esta entidad se financia tanto con ayudas públicas como privadas para pagar la medicación de los vulnerables. "En febrero se nos agotaron los fondos que teníamos previstos para todo 2021", lamenta Val. El banco asegura que la demanda ha superado ya el 30%. El 17% de afectados son menores, y la mitad de ellos los fármacos que precisan están relacionados con la salud mental: tranquilizantes o ansiolíticos. "En los menores vemos que la saturación de los centros de salud mental está llevando un aumento de tratamiento farmacológico porque muchas familias no pueden pagar un psicólogo privado", insiste Morros.

"Es cierto que no damos abasto a todos los casos que nos reclaman", afirma también Eva González, técnica de proyectos sanitarios de la Cruz Roja. En Cataluña, la oenegé atiende cerca de 2.000 enfermos crónicos graves en penurias económicas. "No solo es importante que les paguemos la medicación, también trabajamos para que tengan una alimentación saludable y buenos hábitos de salud", explica González, que apuesta por trabajar por un abordaje individualizado.

Las consecuencias de esta falta de ayudas no ha tardado en llegar. "Las secuelas serán enormes, tenemos una parte de la población con un mal estado de salud que empeorará. No sé a qué están tardando las administraciones para invertir dinero", señala Homero. "Estamos viendo pacientes que reingresan al hospital porque, al no poder seguir el tratamiento en casa, vuelven a enfermar. Muchos morirán antes de poder tener este tratamiento", denuncia Morros.

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