De sobra es sabido que el archipiélago canario cuenta con una extraordinaria biodiversidad que se plasma, por ejemplo, en la presencia de más de dos mil especies de plantas vasculares, de las que, en torno a seiscientas son endémicas. Es decir, son exclusivas de nuestro archipiélago, y no aparecen de manera natural en ningún otro lugar del mundo.

Sin embargo, la biodiversidad no es un mero catálogo de especies. Todas las especies silvestres de un ecosistema, lejos de ser elementos aislados, actúan como las piezas de un puzle, en el que la falta de una sola de ellas, haría que todo el ecosistema en su conjunto pierda sentido. Por tanto, todas las especies están conectadas entre sí por un entramado de interacciones biológicas esenciales para mantener la biodiversidad de cualquier ecosistema. Una de estas interacciones es la polinización mediada por animales, que constituye un tipo de mutualismo, ya que tanto la planta como el animal salen beneficiados: la planta proporciona al animal la energía contenida en el néctar de sus flores, mientras el animal, en su búsqueda de alimento, poliniza dichas flores.

Cuando hablamos de polinización, casi siempre nos viene a la mente la abeja. Sin embargo, la polinización de la flora canaria depende de otros muchos insectos; algunos de los cuales son incluso más eficientes polinizadores que las propias abejas. Por ello, en este punto debemos mencionar, sólo por poner algunos ejemplos, nombres como Osmia, Lasioglossum, Hylaeus, Bombus o Anthophora. A pesar de que estos puedan parecer sacados de un cuento fantástico, son los nombres de animales reales, pequeños invertebrados presentes en nuestros espacios naturales y que cumplen una función crucial para nuestra biodiversidad vegetal. Simplemente basta con que abramos nuestra mente y nuestros ojos y prestemos un poco de atención más allá de las consabidas abejas.

Sin embargo, la polinización de nuestras flores no depende exclusivamente de los pequeños invertebrados. Cuando los antepasados de las plantas canarias se aventuraron en la travesía que las trajo a nuestro archipiélago, tal vez lo hicieron dejando atrás a los animales que las polinizaban en el continente. Quedaron pues, a la espera de que otro animal tomase el testigo. Y es aquí donde entran en juego las aves y los reptiles. Sí, han leído bien: aves y reptiles.

Debido a la barrera geográfica que supone el mar, no todos los animales llegan por igual a las islas. Por eso, cuando las aves y reptiles que llegaron a Canarias vieron que para alimentarse no disponían de tantos animales como en el continente, tuvieron que buscar otra cosa que comer. Fue en ese momento cuando encontraron el néctar de llamativas flores de tonos rojizos, anaranjados o color salmón como las flores del bicácaro, la cresta de gallo o la higuereta. Por eso, no es de extrañar que aves, como el mosquitero canario, sean vistas con frecuencia libando el néctar de esas flores. ¡Qué curioso!, un pájaro que debe su nombre a una dieta basada en mosquitos y otros insectos resulta que, en Canarias, además bebe el néctar de muchas flores. Pero existen otros pájaros, como herrerillos, currucas y hasta nuestro emblemático canario del monte, que suelen incluir el néctar en su dieta y actúan como polinizadores. Los reptiles también son capaces de beber néctar y polinizar diversas flores. Por ejemplo, los perenquenes visitan las flores de las tabaibas, mientras que los lagartos buscan el néctar de flores como las del bicácaro, la cresta de gallo o los tajinastes.

En general, existen flores con características que les hacen ser preferidas por insectos (es decir, flores entomófilas) o preferidas por aves (flores ornitófilas), aunque es cierto que hay plantas, como el tajinaste del Teide, cuyas flores son visitadas tanto por insectos como por aves. Normalmente, los insectos visitan flores de colores variados como el verde, el amarillo, e incluso el blanco, mientras que las aves suelen preferir las flores de tonalidades rojizas, anaranjadas, o violáceas. En cuanto al néctar, las flores polinizadas principalmente por insectos suelen producir un néctar muy energético pero escaso, mientras que las flores polinizadas principalmente por aves suelen producir mucho néctar, pero de escasa recompensa energética. Incluso, si observásemos los pétalos con un microscopio, veríamos diferencias entre plantas polinizadas principalmente por insectos y aquellas polinizadas por aves. Todas estas diferencias se deben a que aves e insectos son grupos de animales muy diferentes, cada uno con sus características morfológicas, fisiológicas y de comportamiento particulares. Por ello, es posible que, durante su evolución, las plantas hayan experimentado cambios que les permitieron adaptarse a los animales que mejor las polinizaban. Por lo tanto, nuestras islas, como otros archipiélagos, son un lugar donde han surgido extrañas alianzas, infrecuentes en el continente, que garantizan la supervivencia de nuestra biodiversidad, no solo en cantidad de especies, sino en colorido, forma y funcionalidad ecológica.

La raíz principal de todas las amenazas que se ciernen sobre nuestra flora y nuestra fauna es la contumacia con la que los seres humanos seguimos negando las consecuencias de nuestros hábitos cotidianos, de nuestro modelo de desarrollo, o el impacto negativo de algunos de nuestros animales y plantas domésticas. Ello hace que se produzca la destrucción de los hábitats o la introducción de especies exóticas invasoras afectando claramente a nuestra biodiversidad. Cuando una especie desaparece lo hace para siempre. Pero, además, lo hace llevándose consigo la función ecológica que cumplía en el medio natural.

Hay plantas canarias para las que se conoce un único polinizador o, peor aún, parecen no tener ya un polinizador eficaz; tal vez porque estos han desaparecido o porque sus poblaciones son tan reducidas que, a efectos ecológicos, han perdido su funcionalidad. Así pues, para valorar la verdadera importancia de nuestra biodiversidad, conviene que seamos conscientes de que, si uno de nuestros animales se extingue, habrá especies vegetales que quedarán huérfanas de polinizadores y avocadas a la extinción; produciendo flores que se marchitarán sin ser jamás polinizadas.