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Crisis del coronavirus | La ciencia detrás de la pandemia

La covid descifra el secreto de la transmisión de otros virus

El contagio por aerosoles en patógenos como la gripe o el sarampión se había infravalorado porque no se podía demostrar

Dos mujeres charlan en Triana. | | Juan Carlos Castro

Lavarnos las manos y separarnos había sido suficiente hasta hace menos de un año para combatir cualquier virus. ¿Pero y si lo lleváramos haciendo de manera incorrecta durante más de un siglo? Un grupo de investigadores internacional ha llegado a la conclusión de que, efectivamente, la sociedad no ha estado tomando las mejores precauciones para combatir los virus respiratorios, como el de la gripe, el sarampión o la tuberculosis, porque todos ellos tienen algo en común con el SARS-CoV-2: se han estado propagando sin que nos diéramos cuenta principalmente por el aire, en forma de aerosol.

«La transmisión por aerosoles es mucho más prevalente que lo que se había reconocido previamente», señalan los investigadores de este artículo publicado en el día de ayer en la revista Science y en la que ha participado el químico español experto en aerosoles y contaminación del aire, José Luis Jiménez desde la Universidad de Colorado. Tanto la Organización Mundial de la Salud (OMS) como los Centros de Prevención y Control de Enfermedades (CDC) han sido reacios a admitir que la transmisión por aerosoles pudiera ser un mecanismo de infección prevalente en la pandemia de coronavirus. De hecho, aunque los científicos alertaban de esta posibilidad desde principios de marzo del año 2020, fueron muchos los países que ni siquiera recomendaban el uso de mascarilla, que es uno de los métodos «más efectivos y baratos» de hacer frente al SARS-CoV-2.

Los virus de este tipo se pueden transmitir por aerosoles a corta y a muy larga distancia

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España fue uno de ellos, y Canarias, siguiendo la estela del país, no recomendó el uso de mascarilla independientemente en interiores independientemente de que se estuviera cumpliendo la distancia de seguridad hasta mediados de agosto. Seis meses después de que hubiera estallado la pandemia en las Islas. Ahora los científicos no solo cuentan con datos suficientes como para determinar que existe fehacientemente esta forma de transmisión, sino que constatan que es el mecanismo prevalente de contagio para todos los virus respiratorios, incluidos otros primos del patógeno que produce la Covid-19 -como el SARS o el MERS-, los rinovirus (que causan los resfriados comunes), adenovirus, enterovirus (como la extinta polio), el virus sincitial respiratorio humano, el sarampión e, incluso, los distintos tipos de virus de la gripe.

Los conocimientos que se han hallado durante la pandemia, además, permiten a los científicos enterrar casi por completo la posibilidad de contagio de los virus al tocar superficies. Pues, comparado con la alta capacidad de transmitirse de manera efectiva por el aire, un fomite contaminado tiene pocos visos de poder contagiar a alguien. Durante la pandemia de SARS-CoV-2 se ha «descubierto que la transmisión por superficies es mucho menos eficiente», señalan los firmantes del artículo, que también señalan que las gotículas solo pueden ser dominantes en la transmisión cuando los individuos están hablando a 20 centímetros de distancia.

La falta de pruebas empíricas no ha sido lo único que ha relegado hasta ahora la transmisión por aerosoles solo a aquellos virus muy contagiosos y raros. A comienzos de los 90, el pionero de la investigación en Salud Pública, Charles Chapin, lo desestimó por miedo. «Chapin estaba preocupado de que, al mencionar que existía una transmisión por el aire, esto pudiera asustar a la gente y pasaran a la inacción, desplazando las prácticas más higiénicas», explican los investigadores. Esto precipitó que Chapin equiparara erróneamente las infecciones a corta distancia con las gotículas, «descuidando el hecho de que la transmisión por aerosoles se produce también a distancias cortas».

El error de Chapin se difundió sin reparos por toda la comunidad científica provocando que, desde entonces, todas las políticas de mitigación del virus se hayan centrado en desinfectar superficies, lavarse las manos y mantener una distancia de seguridad de un metro y medio. Los científicos hacen hincapié en este estudio que esas medidas son «parcialmente» eficaces para limitar la infección por aerosoles, pero justamente esta eficacia es la que le condujo «erróneamente» a concluir que la transmisión preferente ocurría por gotículas.

Se estima que la transmisión por aerosoles copa el 50% de los contagios de por virus de la gripe A, mientras que para los rinovirus se considera la vía de transmisión principal. Este método de contagio, sin embargo, puede ser mucho más eficaz dependiendo de factores ambientales y del propio paciente. Los aerosoles se transmiten mejor en ambientes cerrados y pobremente ventilados, pues las diminutas partículas infectadas con carga viral pueden quedar suspendidas en el aire de un segundo a 100 horas, dependiendo de su tamaño.

Se expulsan partículas al hablar o respirar, pero al gritar o cantar el volumen es mucho mayor

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Por otra parte, dependiendo del estadío de la enfermedad en la que se encuentre, el paciente puede emitir más o menos viriones. Y, por último, no son iguales el número de partículas ni la velocidad a la que se expulsan cuando se respira (menos aerosoles despedidos a más lentitud) que cuando se canta o se grita (más aerosoles despedidos mucho más rápido). Entre otros factores que dependen simplemente del paciente, se encuentra su índice de masa corporal, su edad o su estado de salud previo. Los investigadores dan incluso respuesta al por qué de que los niños sean capaces de infectar menos que los adultos. «Los niños producen normalmente menos aerosoles con virus que los adultos porque sus pulmones aún se están desarrollando y tienen menos bronquiolos y alveolos, que es el lugar donde se forman los aerosoles», indican. Asimismo insisten que «aunque toser emite más aerosoles en un periodo corto de tiempo, es mucho más esporádico que estar continuamente respirando o hablando», lo que es potencialmente más peligroso en contagiados que no tienen síntomas.

Ante una evidencia científica tan robusta como la que han presentado estos científicos, lo que solicitan ahora es añadir a las medidas de contención de este tipo de virus, algunas nuevas, «atendiendo particularmente a la ventilación, el flujo y la filtración del aire, la desinfección ultravioleta y ajustar mejor las mascarillas». Sobre esto último, lo consideran «crucial», dado que hay muchas mascarillas que dejan huecos por los que los aerosoles se pueden colar. «Estas medidas son herramientas críticas para acabar con la pandemia actual y prevenir las que pudieran ocurrir en un futuro», insisten los investigadores, que señalan que en todo caso, ninguna de estas medidas de protección vienen a desestimar las que estaban destinadas a frenar el contagio por gotículas, sino a «expandirlas».

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