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CRISIS DEL CORONAVIRUS | Sanitarios ante la quinta ola
Luciano Santana Especialista en Medicina Intensiva

Luciano Santana: «La vacuna ha permitido que un paciente de 70 años no necesite intubación»

El doctor Luciano Santana, a las puertas del Hospital Universitario Insular de Gran Canaria. | | ANDRÉS CRUZ

El doctor Luciano Santana es especialista en Medicina Intensiva en el Hospital Universitario Insular de Gran Canaria, un centro que ha registrado en esta quinta ola la mayor presión asistencial en la UMI de toda la pandemia. Según relata, a pesar de que han ingresado en críticos pacientes que han completado la pauta vacunal, su evolución suele ser mejor que la de aquellos que no están inmunizados, si bien estos últimos representan el 70%. 

¿Cómo han vivido la quinta ola de la pandemia en la Unidad de Medicina Intensiva del Hospital Universitario Insular de Gran Canaria?

Esta ola ha sido la más complicada de todas por la sobrecarga asistencial, ya que en un momento determinado hemos superado la capacidad de la UMI con pacientes afectados de patología Covid, un hecho no observado en ninguna de las olas anteriores. Sin embargo, hemos tenido mayor disponibilidad para aplicar tratamientos no invasivos como la oxigenoterapia de alto flujo, que al principio no se empleaba porque se temía que por la distribución de partículas al aire pudiera provocar contagios al personal sanitario. Hoy en día se ha visto que se puede utilizar en algunos pacientes y que les ayuda muchísimo. De hecho, algunos reciben el alta a la semana y salen del área sin necesidad de haber sido sedados ni intubados.

Habla de las ventajas de la oxigenoterapia de alto flujo, pero, ¿qué perfil de pacientes se puede beneficiar de este tratamiento?

Cualquiera, pero sobre todo los más jóvenes, ya que en los mayores suele fracasar al tener otras comorbilidades. En estos casos es necesario, en la mayoría de ocasiones, sedarlos y conectarlos a un respirador.

¿Les ha sorprendido la llegada de pacientes jóvenes a las áreas de críticos, así como la de otros perfiles que quizás no esperaban encontrar?

Sí. Cuando empezó la quinta ola comenzamos a asistir a mucha gente joven y les aplicábamos estas terapias. Hasta ahora los jóvenes que habían ingresado padecían otras enfermedades, pero en esta oleada han llegado, incluso, sin factores de riesgo asociados. Después, vinieron pacientes de más edad que no estaban vacunados. Más adelante, empezamos a ver personas de 40 a 50 años, también sin inmunizar. Ahora, el último perfil que estamos viendo a medida que avanza la vacunación es el de algunos pacientes ya vacunados. Entre el 10 y el 15% de los pacientes que ingresan en nuestra Unidad son mayores de 70 años con pauta completa, un porcentaje que es esperable dentro de la eficacia de la vacuna. Hay que tener en cuenta también que, conforme pasa el tiempo, la inmunidad va disminuyendo. No obstante, hemos observado una mejor evolución en estos casos. Antes era impensable que un paciente de 70 años llegara a la UMI y no necesitara intubación, mientras que ahora gracias a la vacuna esto ha sido posible. Por tanto, nos sigue preocupando que la mayoría de los pacientes que siguen ingresando en nuestra Unidad no estén inmunizados o tengan la pauta de vacunación incompleta, ya que representan más del 70%.

¿Se ha conseguido reducir la mortalidad en el área de críticos?

Aún estamos pendientes de los resultados, pero estoy seguro de que se ha reducido. Además, la gran mayoría de las personas que ahora mueren tienen patologías asociadas y son mayores. No hay que olvidar que las enfermedades asociadas también pueden provocar la muerte a los afectados, no solo el coronavirus.

¿Cuál ha sido la vivencia más dura de toda la pandemia?

Para mí, las familias partidas. En la primera ola tuve una experiencia muy impactante. Ingresamos a una mujer en intensivos y su marido estaba hospitalizado en el Materno-Infantil. La señora falleció y, a las pocas horas de darle la noticia, él ingresó en críticos en la misma cama en la que había muerto su esposa. Este tipo de vivencias, sin duda, son muy duras. El coronavirus ha hecho mucho daño a las familias. Al principio, llegaron muchos matrimonios mayores que no pudieron salir adelante y teníamos que comunicarles la muerte a sus hijos. En esta oleada hemos vivido estas situaciones a la inversa, es decir, comunicarles a unos padres la muerte de sus hijos.

¿Qué ha sido lo más gratificante?

Para nosotros el mayor regalo es ver que los enfermos salen de intensivos. Algunos han venido a visitarnos al hospital después de haber recibido el alta y solo con ver las ganas de vivir que muestran, a pesar de las secuelas que pueden presentar, nos alegran el día.

¿Considera que los protocolos que se han aplicado en el centro para el manejo de la afección han sido correctos?

Sí, pero han ido cambiando. Al principio se utilizaban una serie de fármacos que fuimos eliminando a medida que fueron avanzando los estudios. Disponer de literatura científica, casi al instante, en la que compañeros de otros países expresaban sus experiencias en el tratamiento de estos enfermos, ha hecho posible la elaboración de nuestros propios protocolos. Lo que sí sabemos es que, en la actualidad, aún no existe un tratamiento con una efectividad significativa contra el virus. Podemos utilizar muchas terapias para ayudar a que el organismo vaya pasando la enfermedad poco a poco, pero no hay un medicamento específico para eliminar la infección.

¿Y los planes de contingencia?

Los planes de contingencia han funcionado de forma magistral, pero creo que necesitamos un sistema sanitario más elástico, es decir, que en los períodos de sobrecarga asistencial, como puede ser la llegada de la gripe estacional o la de nuevas oleadas de Covid, sea capaz de flexibilizarse de tal forma que no se vea alterado el funcionamiento del hospital. Lo que no puede ocurrir es que cada vez que venga una nueva ola se colapsen los quirófanos y la UMI o que se deje de pasar consultas en algunas especialidades. Ahí está la clave.

¿Cómo están llevando la saturación y el estrés al que se han visto sometidos?

Estamos cansados porque salimos de una oleada y, sin terminar de recuperarnos, viene otra. No obstante, creo que si el personal sanitario trabaja en condiciones normales, tratar a un paciente Covid no supone un estrés añadido como sucedía al principio. El conflicto son los movimientos de enfermos que implica la llegada de cada ola, que se suma a la gestión de altas y a la realización de todas las actividades necesarias para adaptarnos a la situación que estamos viviendo. Esto también se junta con el ingreso de pacientes por otras circunstancias, por lo que es imprescindible contar con infraestructuras y personal cualificado. En nuestro servicio, cada vez que llega una oleada, hay que contratar personal de enfermería de refuerzo y todos los fines de semana y festivos tiene que venir refuerzo de personal médico, lo que no se traduce en nuevas contrataciones, sino que independientemente de los turnos de trabajo, a algunos se les pagan esas horas y a otros se les compensa con algún día libre más adelante. El problema es que, con las vacaciones, esto produce más sobrecarga en un personal que ya está sobrecargado con muchas guardias y con todas las tareas asistenciales del día a día.

Muchos intensivistas han alertado de la llegada de pacientes con Covid que sufren obesidad o sobrepeso. ¿Cómo influyen estos factores de riesgo en la evolución de los cuadros clínicos?

Los estudios dicen que el riesgo de padecer enfermedad crítica por Covid se incrementa en más de un 40% en las personas que tienen sobrepeso, por lo que en el caso de sufrir obesidad el dato empeora. La enzima que necesita el Covid-19 para meterse dentro de la célula e infectarla está en el tejido adiposo y además, la obesidad altera la respuesta inmunitaria porque provoca un estado proinflamatorio. A esto hay que sumarle que en este grupo de pacientes la función pulmonar se ve más comprometida por su condición. Lo cierto es que, en este sentido, la edad es un factor que tira mucho hacia la salvación y los jóvenes suelen evolucionar mejor, pero no deja de ser un factor preocupante porque también se puede ver comprometida la vida del paciente. De hecho, la mayoría de los jóvenes con coronavirus que hemos atendido en la UMI sin otras patologías de base sufren obesidad o sobrepeso.

¿Qué otros factores les preocupan?

Estamos viendo a muchos enfermos inmunodeprimidos que están contrayendo la infección y algunos de ellos ya están vacunados. Por eso se está hablando de la posibilidad de administrar una tercera dosis a este perfil de pacientes y cada vez hay más estudios sobre esto. Todo apunta a que en otoño, estas personas deberán recibir un tercer pinchazo. También nos preocupan las embarazadas. Ya desde la primera oleada tuvimos que intubar a algunas y hacer una cesárea urgente. El embarazo de por sí es un proceso que disminuye las defensas, por eso se está recomendando también que las gestantes se vacunen.

¿Está a favor de imponer la vacunación contra el Covid al personal sanitario?

Desde mi punto de vista, no creo que la solución a este problema consista en obligar a los sanitarios a vacunarse. El personal sanitario que no se ha vacunado contra el Covid-19 es bastante pequeño y en proporción al que corresponde a la población que tampoco lo ha hecho es ínfimo. En mi opinión, con el paso del tiempo, los pocos profesionales que no se han vacunado se irán convenciendo de que es la mejor opción.

¿Cree que los tribunales han tumbado algunas medidas esenciales para el control de la pandemia?

Probablemente se podrían haber tomado muchas medidas para frenar los contagios, pero yo quiero hacer hincapié en una en concreto: la educación sanitaria. Creo que todavía la gente no es consciente de lo que nos ha tocado vivir. Sin ir más lejos, el otro día escuché que hay personas que compran las pruebas de antígenos en farmacias para ir a fiestas. Esto no hay por dónde cogerlo. Se están poniendo en manos de la población herramientas que no saben utilizar y estoy seguro de que muchas personas con resultado positivo no lo comunicarán a las autoridades sanitarias. Por todo esto, creo que más allá de lo que se haya tumbado, la medida más importante que hay que seguir trabajando es la educación. Esta es la base de todas las demás que se puedan implementar.

Como intensivista, ¿está decepcionado con el comportamiento de la población?

Creo que podíamos haber evitado muchos contagios cuidándonos más. Por ejemplo, después de haber estado un año cumpliendo normas estrictas en todos los institutos, llegó el fin de curso y hemos visto a grupos haciendo viajes y fiestas multitudinarias. Esto demuestra que no hemos aprendido nada. Puedo entender que exista una fatiga, pero sin duda hemos fallado. Es probable que muchos jóvenes no se hayan aliado con nosotros para rematar la pandemia, pero otros no tan jóvenes tampoco lo han hecho. Esto, sumado a la llegada de la variante Delta, es lo que ha desatado el caos en esta quinta ola.

Teniendo en cuenta el impacto que ha causado en todo el mundo la llegada del coronavirus, ¿por qué cree que se siguen produciendo esta clase de conductas?

Sencillamente, porque las personas no son conscientes de todo lo que les puede llegar a ocurrir y porque no les ha tocado vivir la peor cara de la enfermedad con algún pariente cercano. Cuando alguien cree que es imposible que le suceda algo, no comprende el peligro al que se enfrenta.

¿Qué le diría a las personas negacionistas?

Cada uno es libre de pensar lo que quiera. Yo sé desde mi experiencia como médico lo que he vivido en el hospital y lo que han vivido muchos pacientes y sus familiares. Como ya he dicho, también sé lo que es ver familias rotas por esta enfermedad. No voy a entrar en un enfrentamiento de opiniones, pero sí pido respeto tanto para los pacientes como para las familias.

¿Cree que aún quedan días duros en intensivos, a pesar de la notable reducción de la incidencia acumulada?

Está claro que cada vez es menor la curva de contagios y la transmisión comunitaria, pero tendremos que esperar al menos dos semanas para ver los efectos en la UMI. Y es que, tanto los que se han contagiado en los últimos días como los que lo harán en los próximos, caerán en el hospital en las dos semanas siguientes. Por tanto, aunque la curva ya esté doblegada, contamos con que vamos a seguir sufriendo la sobrecarga asistencial, como mínimo, un mes más.

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