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CRISIS DEL CORONAVIRUS | Sanitarios ante la quinta ola

Al pie del cañón, pese a todo

Las enfermeras apelan a la responsabilidad social

y piden reforzar la sanidad pública con más personal

La enfermera Lucía Armas, ante la fachada del Hospital Universitario Insular de Gran Canaria. | | JUAN CASTRO

Las enfermeras han dado un paso al frente para combatir la pandemia de coronavirus. Si sus labores siempre han sido esenciales, en esta crisis sanitaria ha quedado demostrada la eficacia de sus cuidados. Algunas trabajan en los centros de Atención Primaria. Otras, en cambio, desempeñan la profesión en las áreas de críticos o en las plantas de hospitalización. Además, otro nutrido grupo se encarga de administrar la vacuna contra el patógeno, lo que ha permitido inmunizar ya al 76% de la población diana del Archipiélago.

Lucía Armas lleva más de dos décadas trabajando en la Unidad de Medicina Intensiva (UMI) del Hospital Universitario Insular de Gran Canaria, donde ha vivido todas las olas del virus. Aquí, las labores de enfermería son muy complejas, pues del colectivo depende la administración del tratamiento indicado para cada paciente, el registro horario de las constantes vitales o la colaboración en técnicas diagnósticas, entre otras tareas. «Nuestro papel es muy importante y me quito el sombrero ante la profesionalidad y el trabajo incansable que hemos hecho durante toda las olas. A pesar del cansancio, hemos realizado una gran labor y se ha notado el compañerismo», apunta la enfermera del complejo capitalino.

Para esta profesional, el primer embate del microorganismo fue el más complicado, pues los equipos tuvieron que asumir el reto de enfrentarse a una enfermedad desconocida. Esto hizo que la incertidumbre ganara terreno y se situara en una clara posición de ventaja. «No sabíamos qué iba a suceder ni a lo que nos podíamos enfrentar porque no había mucha información. Llegué a sentir miedo», confiesa.

No obstante, el paso del tiempo permitió avanzar en el manejo de la afección. «Cada día se aprende algo nuevo y ahora contamos con otras herramientas. Sin embargo, llevamos cinco olas y en esta última hemos tenido y seguimos teniendo mucho trabajo, por lo que ya estamos agotados física y psicológicamente», anota Armas. Un hecho que, a su juicio, ha evidenciado la necesidad de «reforzar la sanidad pública» con más personal.

El desgaste ha sido continuo: guardias extenuantes, saturación en el área y una sucesión de olas que apenas les ha dado tiempo para reponer fuerzas. «Cuando hemos cogido vacaciones, hemos llegado igual de cansados y no llegamos nunca a desconectar», agrega.

Por eso, no comprende la actitud de algunos grupos poblacionales, que lejos de contribuir a frenar la expansión del Covid, favorecen el incremento de los contagios. «Nos sentimos decepcionados porque todos queremos que esto termine y recuperar la normalidad. Para llegar a esta meta necesitamos el compromiso de toda la población, pero las conductas irresponsables que han tenido algunos grupos de jóvenes y de no tan jóvenes nos han desilusionado».

Y es que en el transcurso de todos estos meses ha sido testigo de vivencias que quedarán siempre en su memoria, si bien entre ellas destaca el hecho de ver a una familia completa en las camas de la UMI. «Hemos llegado a tener a abuelos, padres y nietos de una misma familia en la Unidad. Esto ha ocurrido en las dos últimas olas y la verdad es que es algo que me ha impactado muchísimo», relata la enfermera.

Con el fin de que la población esté protegida, Lucía Armas no duda en llamar a la vacunación a aquellas personas que aún no se han animado a participar en la campaña . «Ha quedado demostrado que la vacuna es la mejor arma que tenemos para luchar contra la pandemia. Si la variante Delta nos llega a pillar sin la vacuna, las consecuencias hubieran sido más perjudiciales».

Aunque los niveles de incidencia han disminuido, la enfermera advierte que aún quedan días difíciles en el área de críticos, ya que los pacientes con Covid que precisan asistencia en la Unidad suelen tener estancias prolongadas. «Todo depende de las patologías que sufran y de la afectación, pero la media de ronda las tres semanas», señala.

Pese a las dificultades, el colectivo tiene claro que seguirá en pie de guerra para salvar vidas hasta lograr acabar con esta pandemia que ha puesto en jaque al mundo.

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