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El factor hereditario o metabólico

Raquel Marín, catedrática de Fisiología de la Universidad de La Laguna (ULL) y Neurocientífica, explica que los suicidas no tienen un cerebro distinto al resto de personas. «No hay una determinación anómala clara» y, «desde el punto de vista neurológico, es un rompecabezas», señala. Explica que, «de los depresivos, tan solo el 10% tiene» ideas de matarse y, «de los que deciden acabar con su vida, nueve de cada diez tiene una condición anómala de salud mental». En el vídeo divulgado estos días, Marín manifiesta que «no hay gen del suicidio», por lo menos no se ha identificado. Pero advierte de que sí parece cierto que los familiares biológicos de niños adoptados que se suicidan son también más propensos a la impulsividad y al juicio viciado, lo que indica que puede haber «cierto componente hereditario».

Para Raquel Marín, «la serotonina, una molécula que produce el cerebro y nos ayuda a tener buen ánimo, está más baja en los suicidas». Y más baja aún en quienes intentan quitarse la vida de forma drástica. También aparece en tales personas en mayores proporciones el glutamato, un excitador que provoca impulsividad y excesiva carga emocional, indica la catedrática. Además, hay factores metabólicos. Por ejemplo, las personas con ideas suicidas tienen bajos niveles de colesterol y omega-3. O bien elementos inflamatorios, pues dichos ciudadanos producen mas sustancias inflamatorias en el cerebro.

Según los datos en manos de los profesionales, cada suicida intenta acabar con su existencia entre 20 y 25 veces. Y deja una media de seis o siete familiares destrozados emocionalmente, «a quienes nadie de acerca». Por la magnitud del fenónemo, Felipe Langarejo considera que un organismo privado o una única entidad no puede hacerle frente, por lo que tiene que ser el Estado y las autonomías quienes afronten medidas.

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