Amanece en Todoque. La colada del nuevo volcán de La Palma entró anoche en el barrio y avanza lentamente arrasando todo lo que se encuentra por adelante y amenazando centenares de casas. La lava ya invade la carretera general que cruza el barrio. Pedro Castro Davila lleva desde las seis de la mañana sentado en una piedra a la espera de los primeros rayos del sol para ver como se encuentra su casa de toda la vida, la suya, la de su hermano Francisco y la de de sus padres. "Aún no ha llegado", dice aún con esperanzas.

A la montaña de La Laguna comienzan a llegar los vecinos para saber el estado de sus casas. Un grupo se acerca a Pedro y le preguntan. Por ahora sus viviendas no han sido engullidas por la lengua de lava. La iglesia aún resiste en el centro del barrio, pero el humo marrón que sale detrás atisba la destrucción de gran parte de Todoque. Ladera arriba, el paisaje ha tornado a negro.

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Todoque, el día después de su desalojo por el volcán de La Palma A.C.

La población de Todoque dormía anoche con la noticia que no quería conocer: la colada de lava comenzaba a engullir las casas de este barrio de 1.279 habitantes que el volcán amenaza con hacer desaparecer. A lo lejos, desde la montaña de La Laguna, decenas de vecinos vislumbraban desde por la mañana cómo la lengua caminaba lentamente en dirección al mar, sin que nada pudiera interponerse en su camino. La noche del martes, el magma ya se había llevado por delante varias viviendas y asediaba el centro urbano, donde se erige su iglesia de San Pío X, que el pasado lunes fue desvestida para salvar el mayor número de tallas y objetos.

Algunos residentes como Adonay Santos Acosta, de 25 años, mantenían a media mañana de ayer la esperanza de que su casa se salvara. «Dicen que está por allá de la iglesia –al sur–, y si va para allá, puede que se salve», «puede», incidía, repitiendo esa posibilidad, mientras contemplaba con dos amigos aquel ambiente enrarecido por las partículas de ceniza que caían desde el cielo. A esas horas, la colada ya se había llevado por delante la bodega de sus abuelos y la de sus tíos, situadas en lo que denominan Todoque Alto. «Ahí he pasado toda mi infancia, en una casa que hicieron mi padre y mi abuelo cuando yo aún no había nacido», decía. Y añadía: «Tanto trabajar para nada, ojalá escape», refiriéndose a su casa.