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Volcán de La Palma | Una isla dividida

Casi 70 kilómetros para volver a casa por el muro magmático del volcán de La Palma

Vecinos de Los Llanos o El Paso solo pueden acceder a sus casas rodeando la isla por una vía estrecha y sinuosa

La lava arrasa invernaderos y plantaciones: el desastre continúa. EFE

Cuando la lengua de lava seccionó la carretera de la costa en su rumbo al mar por la Playa del Perdido en Tazacorte, las familias desalojadas de los barrios abatidos en el municipio de Los Llanos de Aridane dirigieron una mirada estremecida al otro lado del muro magmático. La reunión del fuego y el salitre en la noche del martes partía la isla de La Palma por la mitad y alejaba todavía más la posibilidad de volver a casa a quienes aún conservan, en el espacio vedado del infierno, un hogar al que regresar.

La lava parte la isla y trayectos en coche de 15 minutos llegan ahora hasta las dos horas y cuarto

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Centenares de familias evacuadas de distintos pueblos de Los Llanos y El Paso desde que reventó el volcán de Cumbre Vieja se ven compelidas ahora a casi sextuplicar el kilometraje del trayecto a sus viviendas si parten de cualquier acceso próximo, puesto que todos estos se encuentran cerrados al tráfico mientras el volcán permanezca activo, lo cual obliga a dar un giro completo en sentido contrario por toda la isla solo para poder regar los huertos o descargar los tejados de cenizas.

Esta nueva cartografía del mapa de circulación de La Palma que trazan los derroteros de la lava no solo mellan la distancia entre los palmeros desalojados y sus casas sino que, además, aíslan por completo a los pueblos costeros de Puerto Naos, El Remo y La Bombilla. Además, el Cabildo de La Palma ha paralizado el operativo de riego en las fincas de estas zonas, en principio, y si las circunstancias lo permiten, hasta la jornada de hoy, por razones de seguridad.

Por lo pronto, la corporación insular ya estudia posibles vías y atajos por caminos rurales para que los vecinos y vecinas puedan acceder de forma segura a las zonas acotadas, pero su utilización solo se contempla una vez que cese la explosión volcánica.

Desde que María fue desalojada solo ha podido acercarse dos veces a casa recoger sus cosas

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Entre tanto, la realidad es que ahora un trayecto cotidiano y común como, por ejemplo, el recorrido entre el barrio de Las Manchas y el centro de Los Llanos, que apenas dura un cuarto de hora, se extiende a lo largo de más de dos horas en una odisea triangular que empieza por cruzar la isla desde el costado oeste al este a través de la Cumbre hasta Santa Cruz de La Palma, a la que sigue un giro hacia el pico sur de la isla hasta el municipio de Fuencaliente -también hostigado por los temblores del volcán- para luego continuar en dirección norte, otra vez, por el oeste, hasta las inmediaciones del punto de partida, lo que completa casi una vuelta entera de entre 60 y 70 kilómetros.

La ceniza causa problemas en los sistemas de filtración. | | EFE/ÁNGEL MEDINA

Este es el nuevo escenario para María, profesora, una de las pocas vecinas del barrio de Todoque cuya casa, que colinda con Puerto Naos, ha sobrevivido al durísimo ensañamiento del volcán con esta localidad llanense. Junto a la suya, en la periferia del pueblo, se erige también la de uno de sus hermanos, toda vez que las viviendas de sus suegros y cuñados sí sucumbieron la pasada semana bajo la segunda colada de Cabeza de Vaca que sepultó el corazón de Todoque bajo la lava.

«Ahora en mi casa hay una capa de cuatro centímetros de arena», lamenta la vecina de Todoque

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Desde la mañana del domingo de erupción, María se aloja en casa de su madre en el barrio de Argual -sus dos hijas estudian en las universidades de La Laguna y de Las Palmas de Gran Canaria- y, desde entonces, ha podido acercarse en dos ocasiones a recoger algunas pertenencias a su domicilio. Pero entonces, el trayecto desde Argual hasta el borde de Todoque por la carretera de la costa sumaba 18 minutos, mientras que, desde ayer, el recorrido por el sur ronda las dos horas y cuarto, más el camino equivalente de regreso.

En este punto, cabe recordar que las autoridades palmeras han solicitado a la población que evite hacer uso del coche y que solo se realicen los desplazamientos imprescindibles, debido al mal estado de las carreteras.

«Si la cosa no se pone más negra y la lava no se la lleva, mi casa de momento está de pie», explica María. «Eso sí, ahora la tengo todavía más lejos que hace dos días». Y es que el milagro de su resistencia ha quedado delimitado por sus cuatro accesos, esto es, por las carreteras de Tacande, de El Sombrero, de Las Manchas y de la Costa. «Las cuatro los interrumpió el volcán, una a una», indica.

«Ahora hay que hacer ese camino terrorífico hasta Fuencaliente y de ahí atravesar la Villa de Mazo hasta llegar a Las Manchas. Y todo eso mientras el volcán sigue ahí y puede abrir nuevas bocas. Pero ahora es lo único que hay porque, mientras esté esto ahí, otra alternativa es impensable».

Cuenta que cada día sigue la trayectoria del volcán con el corazón en un puño y que ayer por la tarde trataría de acercarse hasta su casa por Fuencaliente, aunque sabe que el barrio al que se dirige es apenas una sombra del que abandonaron aquel domingo. Sin embargo, la vivienda y los huertos aún corren peligro, incluso, por los daños colaterales de las explosiones y cenizas.

Al otro lado del muro magmático

«Yo sé que ahora mismo en mi casa hay una capa de cuatro centímetros de arena y que el peso, si llueve o empeora, es una amenaza para los techos y paredes», explica. «Los vientos en esta zona son tremendos y el volcán sigue escupiendo con bastante fuerza».

Desde hace casi 20 años, María y su marido se instalaron en Todoque, pueblo natal de su familia política, a la que la lava arrancó todas sus raíces para enterrarlas bajo la memoria de la peor hora de sus vidas. «Nosotros vivíamos todos en Todoque y nos desalojaron de a una, pero a ellos no les aguantó la casa», relata con tristeza.

La mañana de ayer tomó el relevo a una noche áspera y difícil en los barrios cerca de la zona cero

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«Ahora estamos todos regados por la isla», continúa. «Mis suegros alquilaron una casita en Puntagorda para salir del paso; luego tengo un cuñado en Tazacorte, otro en un cuartito en Los Llanos. Tengo a una amiga a la que también se le cayó la casa y está con otra amiga quedándose en El Paso. Y así estamos todos». «Yo porque tengo la casa de mi madre, pero imagínate quien no tenga dónde», suspira. «Pero si cuando todo esto acabe, mi casa sigue en pie, yo ya me doy con un canto en los dientes».

Décimo día

Después de diez días consecutivos de temblores, coladas y explosiones, la mañana de ayer tomó el relevo de una noche áspera y difícil en los barrios circundantes de la zona cero. Los vientos que levantó la última colada indómita que desembocó junto a Los Guirres arreciaron con fuerza contra puertas y ventanas durante la madrugada y volvieron a regar de cenizas muchas calles, plazas y fincas.

A medida que transcurrió el día, la columna de humo que preside el ánimo y la isla se espesaba cada vez más, oscureciendo su color grisáceo y extendiéndose por el cielo, sin que los vecinos pudieran descifrar si las nubes tenían forma de esperanza o de abatimiento. Este septiembre cruel ya llega a su fin y, como manifestó María, solo piden que termine: «A ver si esto pasa rapidito porque yo creo que, si esto dura mucho más, nos morimos de la pena».

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Primer día de vertido al mar de la colada de lava del volcán de La Palma Agencias

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