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Volcán de La Palma | Opinión

La ciencia se reivindica en Cumbre Vieja

El volcán de Cumbre Vieja vuelve a estallar

El volcán de Cumbre Vieja vuelve a estallar Agencia ATLAS | EFE

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El volcán de Cumbre Vieja vuelve a estallar José Antonio Sáenz de Santa María Benedet

Todos estamos siguiendo con preocupación el desarrollo de los acontecimientos que se están produciendo estos días en Cumbre Vieja, así como las dificultades personales, económicas y sociales por las que atraviesan nuestros compatriotas residentes en aquella querida isla.

Como geólogo sigo muy de cerca el fenómeno volcánico y sus aspectos científicos y técnicos. No es mi intención, en este texto, referirme a los pormenores geológicos del volcán sino dar a conocer la importancia que la geología y otras ciencias de la Tierra han tenido y tienen en este caso.

Varios días antes del inicio de la erupción se detectó, bajo la parte meridional de la isla, un conjunto de sismos («enjambre sísmico») a unos 20 km. de profundidad. Esta observación alertó a los científicos sobre la existencia de un fundido en movimiento y el posible inicio de un fenómeno volcánico. Los microsismos, numerosos pero de muy baja magnitud, no eran apreciables por la población. Posteriormente el enjambre sísmico, muy bien controlado por la red sísmica de Canarias (solo en La Palma hay ocho estaciones fijas), fue desplazándose hacia el oeste para girar después hacia el norte. Así mismo, los sismos se producían a unos cinco kilómetros de profundidad describiendo el movimiento ascendente del magma fundido. En esta fase se observaron algunos sismos de magnitud superior a tres que no generaron daños importantes en superficie pero sí pudieron ser sentidos por las personas. Finalmente se desarrollaron, bajo Cumbre Vieja, numerosos sismos muy superficiales que preludiaban una posible erupción.

Informaciones muy útiles se obtuvieron también a partir de los datos e imágenes proporcionadas por los satélites Sentinel pertenecientes al Sistema de Observación Terrestre Europeo Copernicus de la Agencia Espacial Europea. Éstos, mediante sofisticados sensores y ondas radar, detectaron un abombamiento (domo) del terreno en Cumbre Vieja que, a lo largo de los días previos a la erupción, alcanzó los 20 cm. de deformación ascendente. Para un profano puede parecer una cantidad pequeña pero es muy importante, sobre todo por la velocidad con que se produjo la deformación.

En este punto, los científicos responsables del seguimiento consideraron necesario advertir a las autoridades de la situación, del posible desarrollo de un acontecimiento volcánico y de su evolución. Era muy probable que el domo observado se fracturara a corto plazo y que, por las fisuras, salieran lavas, gases, cenizas y piroclastos iniciando una erupción. La situación precisa de estas fracturas no se podía determinar aunque, afortunadamente, se formaron en la ladera de Cumbre Vieja y no en las zonas habitadas próximas a la costa.

Se iniciaron entonces todas las actuaciones previstas en el Plan de Emergencias Volcánicas de Canarias (Pevolca): se entró en alerta amarilla, se notificó a la población, se publicaron mensajes sobre las actuaciones a realizar por los vecinos, se alertó a las fuerzas de seguridad y a protección civil.

Iniciada la erupción, se ordenó la evacuación de la población que ya estaba avisada con antelación, de las zonas más peligrosas según criterios técnicos. En breve plazo, se consiguió completar esta evacuación de los vecinos afectados sin que hubiera que lamentar la pérdida de vidas humanas. La vigilancia de la erupción, la monitorización e instrumentación, la toma de muestras para análisis de gases y fluidos volcánicos, los trabajos geológicos de campo, la cartografía de las coladas, los cálculos volumétricos, etc, continúan desde entonces y aportan datos de gran importancia para mantener a la población a salvo.

A la fecha, el volcán continúa su evolución normal. Se han generado varias bocas que han expulsado grandes volúmenes de gases de distinto tipo, cenizas y piroclastos. El cono se ha fracturado y reconstruido y las coladas de lavas han discurrido ladera abajo ocupando unas 200 hectáreas de terreno. El volumen de lava expulsado a la fecha se estima en unos 46 millones de metros cúbicos.

¿Cómo es posible este gran éxito? Se debe a la presencia en Canarias de numerosas instituciones que realizan ciencia básica sobre los volcanes. El Instituto Geológico y Minero de España (IGME, institución geológica centenaria), el Instituto Geográfico Nacional (IGN, responsable de las redes sísmicas y de la geodesia), el Instituto Volcanológico de Canarias (INVOLCAN, institución joven dedicada al conocimiento volcanológico en las islas), el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), la Agencia Espacial Europea (que controla los satélites), las Universidades canarias y otros centros universitarios españoles implicados, etc. han dado lugar a una masa crítica de científicos de diferentes ramas (geólogos, hidrogeólogos, geofísicos, geotécnicos, geodésicos, físicos, astrofísicos, químicos, ingenieros) que trabajan e investigan en el conocimiento del comportamiento volcánico de las islas. Paralelamente, una instrumentación cada vez más sofisticada ha permitido obtener un conocimiento muy preciso de lo sucedido y de lo que, previsiblemente, sucederá. Este conocimiento ha salvado muchas vidas de nuestros compatriotas. Como punto de comparación, durante la erupción del volcán Teneguía, hace ahora 50 años, en todas las islas Canarias solo había una estación sísmica colocada en Tenerife. Por último, se ha confirmado la presencia en la isla del buque oceanográfico Ramón Margalef del Instituto Español de Oceanografía cuyo objetivo es estudiar la evolución de las coladas una vez estas alcancen el mar, previsiblemente en los alrededores de Playa Nueva o El Charcón.

El trabajo de los investigadores y la monitorización constante permite obtener datos de gran interés que aumentaran el conocimiento sobre las erupciones canarias y mejoraran las previsiones futuras. Todos los científicos implicados merecen nuestro respeto, nuestra admiración y agradecimiento por su dedicación al estudio y al trabajo en el campo, no siempre cómodo. La investigación en ciencia básica tiene, por tanto, una rentabilidad a largo plazo altísima, casi infinita, máxime cuando, como en este caso, la pérdida de vidas humanas hubiera sido irreparable.

Me gustaría finalizar comentando que, contrariamente al tiempo lejano en que cursé el Bachillerato, la Geología y sus especialidades han desaparecido prácticamente del temario que cursan nuestros estudiantes de 14 a 16 años lo que supone una gran escasez de alumnos que eligen esta ciencia en nuestras universidades y una pérdida del conocimiento geológico en la Sociedad.

No somos un país que, en general, admire y respete a sus científicos. Éstos luchan contra numerosos obstáculos para desarrollar su trabajo de investigación. Los inconvenientes son económicos pero también burocráticos o de desarrollo profesional (contratos precarios o temporales). Nuestro país dedica un 1,24% del PIB a la ciencia, a toda la ciencia, incluyendo desarrollos militares, a pesar de la alta rentabilidad que la ciencia básica ha puesto de relieve con el Volcán de Cumbre Vieja. La media de la Unión Europea está en el 2,5% del PIB y algunos países (Israel y Corea del Sur) dedican porcentajes superiores al 4%. ¿Qué seriamos en el concierto internacional si invirtiéramos en ciencia básica ese 2,5%? Le dejo a usted, lector, la reflexión.

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