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Volcán de La Palma | La mirada del científico

La erupción del volcán de La Palma, según Stavros Meletlidis

El científico griego del IGN acompaña a los periodistas a reconocer el estado de la colada sur del volcán | Asegura que el final del proceso es impredecible

Puerto Naos, cubierto por la ceniza del volcán

Puerto Naos, cubierto por la ceniza del volcán. Alberto Castellano

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Puerto Naos, cubierto por la ceniza del volcán. Alberto Castellano

Un hombre de complexión fuerte, alto, con el pelo rizado y con algunas canas se sienta en la primera fila de una de las cuatro guaguas que servían hasta hace dos semanas para organizar excursiones por los caminos de tierra tiznada de La Palma. Pasaría como uno más de los 61 periodistas que van a comprobar el estado de la colada sur del volcán, si no fuera por un chaleco rojo que lleva puesto con las siglas IGN en la espalda y por su nombre: «Hola, soy Stavros», dice nada más entrar. Stavros, de apellido Meletlidis, es uno de los más reconocidos vulcanólogos que pertenece al equipo del Instituto Geográfico Nacional (IGN), encargado de intentar averiguar qué pasos va a dar este fenómeno de la naturaleza que ha destrozado centenares de vidas palmeras. Pero aclara: «La vulcanología, a diferencia de las matemáticas, no es una ciencia exacta». Es decir, que no se puede saber con certeza absoluta cómo se comportará.

A preguntas como ¿se puede saber cuándo acabará la erupción?, la respuesta al periodista es muy clara: «Sé tanto como usted». Y añade que el volcán no se terminará cuando deje de expulsar lava, sino que habrá que seguir monitorizándolo durante varios meses e incluso años porque se puede volver a reactivar. «Para asegurarte debes esperar entre cinco y seis veces el tiempo de la erupción». Y pone como ejemplo el Fagradalsfjall de Islandia, que lleva activo desde el pasado mes de marzo pero que estuvo apagado durante unos días para después volver a reactivarse. O lo que ocurrió el lunes de la pasada semana con el de La Palma, que durante unas horas pareció dormido hasta que volvió a manifestarse de forma virulenta.

«Creo que lo hemos hecho bien por ahora, pero no quiero cantar victoria», afirma

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Todo esto lo cuenta mientras la guagua circula por la sinuosa carretera LP-2 que hasta hace un par de semanas conectaba Los Canarios con Los Llanos, pero que ahora está partida en dos por el río de lava. Los dos carriles están cubiertos por una espesa capa de ceniza que cubre todo lo que hay entre Fuencaliente y El Paso. Pese a que es científico, Stavros, nacido hace 52 años en Salónica (Grecia) y residente en el Archipiélago desde hace más de dos décadas, se toma esta visita para intentar tener una visión externa, de observador, de lo que está dejando tras de sí el volcán. Después de 21 días seguidos de trabajo, su jefa, la directora del IGN María José Blanco, ha decidido que se tome unos días de descanso para después regresar. Su mujer no llega a creérselo del todo y le pregunta durante el trayecto si va a volver a Tenerife, donde reside.

Lluvia de ceniza del volcán de La Palma desde Las Manchas

Lluvia de ceniza del volcán de La Palma desde Las Manchas Alberto Castellano

Allí le espera su familia. Sobre todo su hijo, que el próximo miércoles cumplirá diez años. Su nacimiento casi coincidió con el inicio del volcán submarino Tagoro de El Hierro, que este mes cumplirá eso, una década de vida. «Vino con un volcán bajo el brazo», dice con sorna, al tiempo que apunta que cuatro días después de su nacimiento comprobó cómo el tremor en el mar de las calmas atisbaba el origen de un volcán. «Mi mujer [también científica] me dijo: ‘Esto es lo tuyo, coge las maletas». Puso rumbo a la isla del Meridiano, de donde, además, es su pareja sentimental. Pero ahí no queda la relación de su familia con las erupciones. El pasado 19 de septiembre, cuando se originó el volcán de Cumbre Vieja, su otro hijo cumplió 15 años.

Visita a la fajana del volcán de La Palma, en Tazacorte

Visita a la fajana del volcán de La Palma, en Tazacorte

Mientras la comitiva llega a Las Manchas, Stavros Meletlidis recuerda aquel 19 de septiembre cuando todo se originó. Señala que estaba en la gasolinera del pueblo a primera hora de la mañana cuando se estaban produciendo los temblores que barruntaban lo que horas después ocurriría. El científico destaca el comportamiento de los palmeros. «A aquella hora ya había personas yéndose de la zona». No obstante, uno de los cometidos del IGN y de él mismo como vulcanólogo es «por ley» gestionar la alerta volcánica, predecir que algo va a pasar y en un radio de espacio determinado. En este trabajo no está solo, se trata de un equipo de varios científicos que con determinados datos se encargan de interpretarlos para evitar sobre todo que se produzcan pérdidas humanas. En esta ocasión, Stavros se muestra, por el momento, satisfecho. «Creo que lo hemos hecho bien por ahora, pero no quiero cantar victoria», declara. Y para que haya salido bien vuelve a resaltar la labor de los afectados, que, en su opinión, han tenido un comportamiento ejemplar: «No he escuchado ningún guardia civil gritando o con el pito desalojando». No obstante, el sábado anterior mantuvo dos charlas en el terrero de lucha con los vecinos. El científico apunta que en crisis como esta es fundamental que a la población «se le explique lo que está ocurriendo». Pese a que todo salió a pedir de boca, hay un pero, y muy grande: la lava ya se ha llevado más de un millar de edificaciones y más de 5.000 personas duermen fuera de sus casas desde hace más de dos semanas, como también apunta.

El IGN tiene muestras de cenizas caídas sobre Lanzarote, a 400 kilómetros

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En Las Manchas indica el punto aproximado en el que se encontraba el día de la erupción, a menos de un kilómetro de donde se abrió la primera boca. «La casa en la que estaba ya no está», dice mientras en el parabrisas no dejan de caer pequeñas piedras lanzadas por la fuerza del volcán. La colada sur, que tiene una pared de más de ocho metros de altura, la engulló. Esta misma boca está en la actualidad prácticamente parada, junto a una decena de chalets de la urbanización El Corazoncillo que se encuentran escondidos bajo un manto negro de hasta medio metro de cenizas que se acumulan sobre los techos. «Es una pena ver las casas así, el mismo domingo estaba aquí hablando con la gente», dice el científico que advierte a los periodistas de que lleven gafas y se cubran la cabeza por la lluvia de picón que cae del cielo. Esa ceniza que, como apunta el vulcanólogo griego, ya ha llegado a otras islas, sobre todo a El Hierro, pero también a Tenerife y en menor medida a Lanzarote, a 400 kilómetros de distancia, donde se han recogido pequeñas muestras para analizarlas. La directora del IGN, María José Blanco, explica que evaluar estos restos servirá a los geólogo para medir el alcance del volcán y también para conocer el volumen del material expulsado por el mismo.

El vulcanólogo se encontraba apenas a un kilómetro del lugar donde se inició la actividad

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La caravana continúa por las serpenteantes carreteras de Las Manchas de Abajo. Es ahí donde el chófer Ginés Fernández Pérez, de 46 años, hace un inciso. Pasamos al lado de su vivienda. Él es uno de los más de 5.000 desalojados. Salieron de su casa el domingo sobre las cinco de la tarde con lo poco que su madre había guardado en bolsas. A los dos días pudo regresar a salvar a sus perros de cacería. Desde entonces duermen en casa de un tía en El Paso. Su hogar sigue en pie, algo lejos de la colada sur, que parece haber dado una tregua.

El volcán dejará tras de sí una plataforma similar sobre la que ahora se asienta Puerto Naos

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De camino a la costa, a lo lejos aparece humeante el delta o la fajana. Stavros indica que, en términos geomorfológicos, se denomina «una plataforma» o como él también prefiere llamar, «isla baja», como lo llaman los lugareños. La misma que poco después aparece ante sus ojos en la zona de Puertos Naos, que es un perfecto ejemplo de lo que ocurrirá con la playa de los Guirres: un acantilado que quedará suavizado por el picón y debajo una superficie volcánica que alcanza ya casi las 30 hectáreas. También indica que el volcán ahora está expulsando una lava que se denomina cordada, que dejará tras de sí una superficie más lisa, sinuosa y compacta, como ocurre a la entrada de la localidad turística; que el malpaís de las primeras coladas que convertirá el paisaje en rugoso, con grandes rocas que dificultarán el paso.

El científico destaca el comportamiento ejemplar de los afectados durante la evacuación

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El vulcanólogo se despide para poder coger el avión con destino a Tenerife y descansar cuatro merecidos días junto a su familia. Ginés, por su parte, se encarga de devolver a los periodistas a Fuencaliente. En su caso, pese a que no ha perdido la casa, duda de si regresará. «El trayecto que antes hacía en veinte minutos ahora se demora más de una hora, a lo mejor me vale más la pena quedarme en El Paso». Es otro de los grandes afectados por un volcán cuya explosividad anticipa que el final de esta pesadilla aún está lejos.

El picón conquista Puerto Naos

El bullicio que la localidad turística de Puerto Naos tenía hasta hace dos semanas ha desaparecido por completo. En sus calles sólo domina un color: el negro de las cenizas que se han hecho dueñas de todos los espacios horizontales de este pequeño pueblo que cuenta con hoteles, restaurantes y una playa de arena negra que hacía hasta hace poco las delicias de los visitantes. En la tarde de ayer, únicamente los 61 periodistas acreditados para conocer el estado de la zona y los agentes de los diferentes cuerpos de seguridad (Guardia Civil y Policía Canaria), además de bomberos, rompían el silencio entre sus calles a las que apenas llegaban las explosiones del volcán. Por sus carreteras sólo se ven vehículos patrullas y furgonetas Toyota Dyna que los agricultores llenan de plátanos para intentar salvarlos de la erupción. No obstante, Puerto Naos está rodeado de decenas de invernaderos sobre los que se posa el picón, que amenaza en algunos casos con derrumbarlos por el peso. Estos agricultores son otros de los afectados por la colada de lava, que ha cortado todas las comunicaciones terrestres entre el noroeste y el suroeste. Por delante tienen ahora 70 kilómetros, cuando antes eran sólo 12. | A. C. D.

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