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Volcán de La Palma

Un sueño llamado Tajogaite en La Palma

La familia Armas Leal perdió dos queserías y dos viviendas la segunda noche de erupción en Montaña Rajada | Ahora elabora quesos en una fábrica cedida por el Cabildo

Vidas rotas en Todoque, un barrio de La Palma sepultado bajo la lava

Vidas rotas en Todoque, un barrio de La Palma sepultado bajo la lava

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Vidas rotas en Todoque, un barrio de La Palma sepultado bajo la lava Jorge Dávila

Su voz transmite una desconfianza que se va diluyendo a medida que madura una conversación telefónica que acaba siendo un inventario del infortunio, una crónica arrasada por las coladas procedentes del volcán de Tajogaite. Julio César Leal Armas (50 años) es el propietario de Quesos Tajogaite, el empresario que durante la segunda madrugada de la erupción perdió dos queserías: la que montó hace más de tres décadas y la nueva fábrica en la que tenía previsto elaborar requesones, yogures y embotellar leche de cabra. Pero la mala suerte no se detuvo ahí. El magma también enterró su casa, la de su hermano, la de su madre y la de sus suegros.

Julio César es nieto de un canario que se marchó a Cuba, el segundo hijo (Juan Ignacio es el mayor y José Gregorio el pequeño) de un matrimonio que buscó fortuna en Venezuela. Sus padres regresaron a Tenerife en 1982 y un año después se instalaron en La Palma. En la Isla Bonita su abuela, doña Carmen, tenía un pajero con un par de cabras. A esas dos, le siguieron otras dos y unas cuantas más hasta que montó su primer rebaño. Así se empezó a fraguar el sueño de impulsar un pequeño negocio familiar.

Visión de emprendedor

Su visión de emprendedor ya estaba cincelada antes de cumplir los 19. Se compró una camioneta y se metió de lleno en el mundo de los quesos. Todo se desbordó puerta a puerta y el boca a boca hizo el resto: vecinos de El Paso y Los Llanos de Aridane fueron los primeros en probar sus elaboraciones y un día, incluso, decidió ampliar su radio de acción a Tenerife, pero su primera aventura lejos de casa fracasó. «Demasiado tute para tan pocas ganancias», apunta. Como alternativa a ese primer disgusto financiero se propuso llegar a los 14 municipios palmeros y no paró de dar rueda. «Hace años que vendemos toda nuestra producción en la Isla», revela un hombre de negocios que no ha cesado de sumar explotaciones a la causa. En los días más favorables llegó a recolectar 3.000 litros de leche de cabra, pero los tiempos han cambiado y en estos momentos la media no supera los mil: durante los picos más desfavorables de la pandemia no controlaba más de 600 litros.

Julio César está casado con Ana Beatriz, Belki para los que conforman su círculo de amigos más cercanos, y es padre de unos mellizos de 13 años: Jesús y Julio. «El volcán me ha quitado lo que me hacía feliz desde que tenía 18 años», afirma.

La familia Armas Leal se instaló a menos de dos kilómetros del lugar en el que se abrió la tierra. «El día que reventó solo me dio tiempo a recoger unas cholas, un pantalón y una camisa. Estuve con eso hasta el miércoles (22 de septiembre), salvando las cabras, y ese día mi mujer bajó a comprarme algo de ropa», recuerda sobre una huida hacia delante que obligó a resetear su vida en horas. A la mañana siguiente de que explotara el volcán de Tajogaite ya estaba negociando con el Cabildo la cesión de unas infraestructuras que se habían creado para albergar una quesería comarcal que nunca llegó a inaugurarse. El problema es que las máquinas estaban paradas desde 2007.

Siete empleados y un ganadero

Raúl Aguiar es uno de los puntales de Julio César, el técnico que revisó y puso en marcha la operativa (20 de septiembre) para que el pasado fin de semana los Quesos Tajogaite reanudaran su producción en una fábrica de Las Moraditas (El Paso). Siete empleados y un ganadero (el responsable de mover a las 240 cabras que tiene en propiedad) son los artífices del milagro. «Por ahora nos hemos concentrado en el queso fresco, pero también hacemos uno semiduro en la estación de primavera», aclara en referencia a la transformación a la que es sometida la leche que recoge de un ganado de soltura (que va por libre en el campo, no como las que se encierran en extensiones).

Hasta hace tres días sus cabras se movían por una pradera que está a menos de un kilómetro de la zona cero de esta catástrofe, pero la evolución de la crisis volcánica obliga a tomar medidas de urgencia: el pasado martes por la tarde, Julio César y unos amigos trasladaron a los animales en camión hasta una explotación localizada en Las Cuestas de El Paso, concretamente, en una zona que se conoce como Hermosilla. «Estamos intentando que esto siga caminando, que no se pare porque entonces qué hacemos con la leche», se cuestiona un vecino que nunca ha tenido miedo a la hora de reinventarse. Ahora, con el magma sepultando años de brega y alegrías, sí que empieza a tener dudas. «La Palma está destrozada y el ruido del volcán no para. Ni en la peor pesadilla uno se pone en una situación tan brutal como esta, pero no queda más remedio que mirar para delante», acota un empresario que dentro del caos que reina en la Isla Bonita continúa al pie del cañón. Julio César es consciente de la herida económica que ha abierto el volcán que emergió cerca de sus queserías, pero pronto llegarán los días para la reconstrucción. La suya ya está en marcha.

Viviendo de «prestado»

Una de las pocas cosas que ha podido salvar Julio César, además de sus cabras, en medio de tantas calamidades es una vieja furgoneta Toyota que acumula más de 30 años de experiencia. «Está conmigo desde que era un chiquillo y me salió buena», añadiendo que el vehículo sobrevivió a las coladas porque la tenía en un garaje alejado del perímetro por donde discurren los ríos de lava. Él, su mujer, sus hijos, su madre, sus suegros y su cuñado viven comparten techo en una casa que un amigo le ha cedido en La Montaña de Tenisca. «Allí vamos escapando hasta que esto escampe», subraya un empresario que ayer volvió a levantarse antes de las tres de la mañana para elaborar una nueva partida de quesos. «Hay que madrugar antes de que nos corten el agua», añade al mismo tiempo que se atreve a contar una anécdota que le ocurrió el martes por la tarde cuando intentó subir a una zona próxima al volcán de Tajogaite para dar de beber al ganado. «Solo podía subir a esa hora y un miembro de seguridad me dijo que no pasaba porque a él no le daba la gana... Entiendo que en situaciones como estas hay que extremar la seguridad, pero hay formas de decir las cosas, ¿no? Si en ese instante no me contengo, me desgracio para toda la vida».

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