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Un ‘arca de Noé’ para preservar las semillas de La Palma del volcán

La Palma cuenta con un almacén de granos para recuperar la flora autóctona en caso de que la erupción afecte a las zonas repobladas

‘Genista benehoavensis’.

El Punto de Mando Avanzado (PMA) desde el que se controla todo lo que acontece en la erupción de la Cumbre Vieja de La Palma está instalado en el Centro de Visitantes de la Caldera de Taburiente, en el municipio de El Paso. Allí, además de coordinarse las tareas de los equipos de emergencia, se realizan labores orientadas a la conservación de la biodiversidad. En este recinto convive el ajetreo y la agitación de los científicos y efectivos de seguridad, con el trabajo minucioso y delicado de quienes llevan años tratando de recuperar la flora autóctona de la isla. Un objetivo que ahora puede verse en peligro por la actividad volcánica, además de por la fauna herbívora –conejos, ratones o arrui (cabras salvajes)– y los incendios, que son sus principales amenazas.

‘Echium perezii’. | | LP/DLP

«Hasta ahora la lluvia de ceniza se ha depositado en las especies que tienen hojas planas con rugosidad o pilosidad, pero cuando llegue algo de lluvia se limpiarán», apunta Ángel Palomares, director del Parque Nacional de La Caldera de Taburiente y responsable desde hace más de tres décadas del Plan de conservación de flora del hábitat de cumbres de La Palma. La ceniza ha cubierto ligeramente algunas plantas y a dañado las hojas bajas de los tajinastes. «De momento no hay una afección importante, porque se encuentran lejos de los puntos de emisión y, por suerte, las plumas de ceniza no se han dirigido directamente hacia la zona repoblada», detalla Palomares.

‘Echium gentianoides’. | | LP/DLP

Si la nube de polvo volcánico se dirigiera hacia el norte y la lluvia de ceniza se intensificara en el área de la Cumbre podría producirse una afección significativa de la flora autóctona que se encuentra en peligro de extinción y que ocupa las cotas más altas de la isla. Desde los años 90, Palomares ha dedicado su vida profesional a recuperar plantas como los tajinastes, el retamón o la violeta de La Palma (Viola palmensis).

Solo un centenar de tajinastes rosados (Echium perezii) crecían en la Isla Bonita en la década de los 80, pero las repoblaciones han sido efectivas y ahora se pueden ver hasta 30.000 ejemplares, de los cuales 3.500 florecen. En el caso del tajinaste azul (Echium gentianoides) se conservaban solo 50 en La Palma, pero en la actualidad la población es de 8.000 muestras y la mitad ya son adultas. «El tajinaste azul está descrito como una planta avispera de 70 centímetros de altura por 30 centímetros de ancho, pero el año pasado fotografié de un ejemplar de cuatro metros de diámetro por dos de altura», revela Palomares, quien señala que ese error en la descripción se debe a que «siempre se había visto en sitios inhóspitos».

En 1988, del retamón (Genista benehoavensis) solo quedaban ocho ejemplares en todo el mundo. En la actualidad, en La Palma se pueden encontrar más de 15.000 unidades de este arbusto que luce una intensa floración amarilla. De la Bencomia exstipulata, que pertenece a la familia de las rosáceas, hace 30 años solo había 42 ejemplares en el Parque Nacional del Teide y 19 en el Parque Nacional de la Caldera de Taburiente, mientras que ahora la población ha aumentado hasta los 9.000 ejemplares, de los que la mitad son adultos. Para lograr una restauración global de la cumbre, el programa también trabaja con otras 40 especies que habitan en entornos degradados y que tienen dificultades para su expansión natural, porque tienen semillas pesadas que no se mueven con facilidad.

En esta época del año las semillas ya han madurado y se procede a su limpieza para almacenarlas y después distribuirlas. Así, si la erupción volcánica afectara a estas especies, ya sea con la lluvia de ceniza o con algún incendio que pudiera ocasionarse, habría material para repoblar la cumbre. «Hemos hecho siembras masivas, incluso con un helicóptero, y otras controladas con vallas en las zonas más degradadas», detalla Palomares. Este ingeniero de Montes apunta que el éxito del proyecto se ha basado en pasar de la observación a la experimentación, porque al ser especies en peligro de extinción no había información suficiente sobre las zonas que podrían ser favorables para su cultivo, las condiciones óptimas para su expansión y los peligros naturales a los que se enfrentan en el entorno.

La iniciativa no solo se queda en la recuperación de la biodiversidad, sino que también avanza en un banco con información genética de las plantas autóctonas de la isla. Además, impulsa actividades de educación ambiental y divulgación gracias a las que miles de niños y jóvenes han podido colaborar en la repoblación de la cumbre palmera.

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