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Volcán de La Palma

Un enjambre visual sobre el magma del volcán de La Palma

Treinta drones permiten a los vulcanólogos monitorizar la erupción desde el aire - Realizan vuelos científicos, de seguridad y oculares

Así cayó la nueva colada del volcán de La Palma sobre las plataneras antes de llegar al mar

Así cayó la nueva colada del volcán de La Palma sobre las plataneras antes de llegar al mar La Provincia

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Así cayó la nueva colada del volcán de La Palma sobre las plataneras antes de llegar al mar Alberto Castellano

Los drones se han convertido en cuestión de un lustro en uno de los elementos imprescindibles de las emergencias. En el volcán de La Palma sirven para llegar a zonas hasta ahora imposibles.

Los drones se han convertido en un elemento imprescindible para monitorizar el volcán de La Palma, situado en el macizo de Cumbre Vieja, que, desde hace ya tres semanas, expulsa lava prácticamente sin descanso. Son una revolución que permite a los científicos estar sobre el magma solidificado, que avanza irremediablemente con dirección al mar, llevándose por delante viviendas, plantaciones e infraestructuras. «Los drones han llegado para quedarse», señala Enrique Sánchez Déniz, responsable de estos aparatos en el Grupo de Emergencias y Seguridad (GES) del Gobierno de Canarias. No obstante, para la emergencia del volcán hay acreditados una veintena de operadores que cuentan con 35 drones, que, a todas horas, de día y de noche, sobrevuelan la zona próxima a la colada para recoger datos científicos, seguir su evolución o grabar imágenes para los medios.

Los encargados de controlar todo ese enjambre son los coordinadores del Equipos de Intervención y Refuerzo en Incendios Forestales (Eirif), Alexander Librán y Miguel Ángel Martín, en colaboración con Xandra Renedo Huertas, coordinadora de medios aéreos del GES. «Esto es como la torre de control de un aeropuerto», explica Librán desde el Puesto de Mando Avanzado (PMA) situado en el centro de visitantes del Parque Nacional de Taburiente. Librán es quien tiene la potestad de dar los permisos para poder despegar. Así, han diseñado un sistema dividido en radios de 500 metros por los que se pueden mover los aparatos, tanto en vertical como en horizontal. La situación hace que, según las necesidades de los gestores de la emergencia, se den preferencias: «Nosotros tenemos una prioridad que es la emergencia. Cualquier vuelo de emergencia que marque el PMA es de primera prioridad, luego vendrían los vuelos científicos, los de reconocimiento. Y, por último, los medios de comunicación».

«La dirección del plan nos encomendó unificar a todos los operadores en un canal común en el que se comunican los planes de vuelo que han sido autorizados» y que tienen que ser solicitados con 24 horas de antelación

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El espacio aéreo permite que haya hasta una decena de drones volando al mismo tiempo los poco más de seis kilómetros de longitud que tiene la colada, «aunque hasta ahora no se ha dado el caso», puntualiza Alexander Librán. En cambio, durante los primeros días de la erupción sí que hubo un incremento de operadores en la zona de no profesionales que trataban de ayudar a los afectados para que comprobaran cómo se encontraban sus viviendas. La situación descontrolada hizo que Enaire restringiera los vuelos y solicitara un NOTAM, una autorización que se utiliza a diario para sobrevolar determinadas áreas cercanas a aeropuertos. «La dirección del plan nos encomendó unificar a todos los operadores en un canal común en el que se comunican los planes de vuelo que han sido autorizados» y que tienen que ser solicitados con 24 horas de antelación, dice Alexander Librán. «Si tienes uno, puedes volarlo», continúa, «pero la Guardia Civil puede tirártelo al suelo», además de sancionar al piloto por incumplir la normativa.

Los profesionales que durante los últimos días han sobrevolado la zona señalan que hay numerosas dificultades que ponen en riesgo la operatividad del aparato. La nube de cenizas que expulsa el volcán es uno de ellos. «Es lo peor. Hay que replantearse los vuelos si hay cenizas un poco gruesas» que afectan a aspas y motores, apunta Enrique Sánchez Déniz, del GES. El cabo Andrés Ruiz Lorente, del batallón de transmisión de la UME, comenta que la presencia de arenilla implica realizar «limpiezas exhaustivas» de todos los elementos, incluidos los mandos, «que están más bruscos».

El cabo Andrés Ruiz Lorente, del batallón de transmisión de la UME

Andrés Ruiz | UME 

La Unidad Militar de Emergencias (UME) del Ministerio de Defensa cuenta con el aparato más voluminoso de todos los que hay en la emergencia. Los 14 kilos de peso del Cóndor le permiten portan hasta tres cámaras al mismo tiempo que tienen diferentes funciones, entre ellas una térmica y otra nocturna, además de tener la posibilidad de transportar objetos de hasta cinco kilos. El cabo Andrés Ruiz Lorente, a la izquierda de la foto, ya ha estado en otras misiones como el incendio de Málaga del verano pasado donde voló de noche cuando los helicópteros no podían para ver su evolución.

El viento es otro de los aspectos que dificultan los vuelos. Aunque, si hay uno que mantiene en jaque a los pilotos, ese es el magnetismo que contiene la ceniza, que actúa como un imán. «Hay mucho». Y desde que el dron lo detecta, «se vuelve loco», declara Sánchez Déniz. Mario Hernández Ruiz, Técnico Especializado en el Área de Riesgos Geológicos del Instituto Geológico y Minero de España, comenta que en cuanto hay interferencias magnéticas «los mandos se vuelven locos». «Hay veces que perdemos el control», añade. Y es que, como recalca el técnico del Instituto Geológico y Minero, «con las condiciones actuales, lo primero que te dicen en las escuelas es que no se puede volar, todos estamos incumpliendo las recomendaciones». Pero, asevera, «si no lo hiciéramos no podríamos sacar la información que necesitan los científicos, y es mejor que se pierda un dron que un científico».

Mario Hernández Ruiz, Técnico Especializado en el Área de Riesgos Geológicos del Instituto Geológico y Minero de España

Mario Hernández | Instituto Geológico

Mario Hernández Ruiz, Técnico Especializado en el Área de Riesgos Geológicos del Instituto Geológico y Minero de España, pilota un Phantom 4, que pese a ser uno de los primeros que salió al mercado califica como «suficiente» para su trabajo. «Además, la pérdida sería menor», cuenta mientras limpia en profundidad todos los componentes para retirar la ceniza después de un vuelo. Este dron porta una cámara con la que los científicos pueden visualizar desde cerca el comportamiento de las diferentes bocas del volcán y la evolución de la colada.

Estas complicaciones ya han provocado que al menos dos aparatos hayan caído sobre la lava o se hayan perdido entre las plataneras. «Con aquel [refiriéndose a un pequeño Mavick 2 Pro] tuvimos un aterrizaje de emergencia cuando estábamos haciendo trabajos de fotogrametría», cuenta Enrique Sánchez Déniz, que agrega que consiguió controlarlo hasta aterrizarlo en una zona segura en una de las fincas cuando se dirigía directo a la lava. «El otro día, en el mirador astronómico, recalculó mal la vuelta y entró en crítico». Entonces también pudo salvarlo.

Pese a los inconvenientes que se encuentran durante los vuelos, todos los operadores consideran que los drones son unos aparatos que aportan una gran cantidad de información a los científicos porque llegan a lugares donde el ser humano no puede estar. «Tenemos uno que, por ejemplo, tiene una cámara que es radiométrica que te puede hacer una lectura de puntos calientes, picas en una pantalla y te dice la temperatura que es», comenta el encargado de estos vuelos del GES.

Cambia la composición de la lava, síntoma de que la erupción podría estar remitiendo

Cambia la composición de la lava, síntoma de que la erupción podría estar remitiendo Agencia ATLAS | EFE

«Nos aporta datos como imágenes de estructuras, cambios de comportamiento del volcán, vídeos, fotos, imágenes térmicas, e incluso existen drones que miden gases», señala Mario Hernández, que declara que toda esta serie de datos es utilizado por los científicos «para asesorar al gestor de la emergencia» del volcán. En el caso de la UME, la tecnología de la que disponen les permite a través de un programa informático crear imágenes en 3D a partir de fotos que habían sido tomadas con el dron. O cuenta con un aparato de 14 kilos con tres cámaras con las que siguen la evolución de la lava a través de dos vuelos, uno por la mañana y otro por la noche, con las que se compara si ha incrementado de tamaño, según explica el cabo Andrés Ruiz Lorente.

«Los drones han llegado para quedarse», afirma Enrique Sánchez Déniz, del Grupo de Emergencias y Seguridad (GES) del Gobierno de Canarias, quien atisba una larga y próspera vida a estos aparatos en futuras emergencias.

Grupo de Emergencias y Seguridad (GES) del Gobierno de Canarias

Enrique Sánchez | GES

Enrique Sánchez Déniz -en la foto- y Juana María Medina Santana son los responsables de los drones en el Grupo de Emergencias y Seguridad (GES) del Gobierno de Canarias. Ambos cuenta con dos dispositivos, uno pequeño (Mavick 2 Pro) más versátil ideal para las emergencias y otro más robusto (Matrix) que tiene dos cámaras, una de ellas termográfica para detectar las zonas de calor y su temperatura, y la otra con un superzoom óptico de 30x que permite tomar imágenes a seis kilómetros. Esta unidad se formó a finales del año 2019 tras el gran incendio de Gran Canaria.

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