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Volcán de La Palma | Evacuaciones y desalojos

El corazón de La Laguna se vacía por el volcán de La Palma

El centro del barrio de Los Llanos de Aridane, situado en la ruta de la colada de lava que discurre por el noroeste, comenzó a autoevacuarse ayer desde primera hora del día

Orden de evacuación en Los Llanos

Orden de evacuación en Los Llanos Agencia ATLAS / EFE

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Orden de evacuación en Los Llanos Nora Navarro

La espesa techumbre de nubes y humos que asfixia el Callejón de la Gata ya extiende su manto sobre el crisol de poblaciones de La Laguna y su escala de grises impide ver mucho más allá del miedo. A primera hora de la mañana, Juan y su hijo de ocho años descendían ayer por el Camino de Cruz Chica en dirección al centro del barrio y trataban de leer los caminos de la lava en un cielo sin estrellas. «Arriba, donde las columnas grandes de humo negro, es por donde pasó la colada antier y se entuyó las naves del polígono», le señala Juan a su hijo.

«Y más abajo, allí, donde las columnas de humo blanco, es que ya entró en los estanques de riego, y lo que ves ahora es vapor de agua», añade. «¿Y todas esas en medio que son de humo gris?», pregunta el hijo, mientras sigue la ladera herida con el dedo. Juan aprieta los labios y responde: «Eso son las casas».

A pocos escapa, a primera hora de la mañana, que la tercera colada del volcán enfila este barrio llanense

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Padre e hijo desembocan en la Carretera de La Laguna, que se extiende en el sentido de la costa a través de la rotonda que cierra el paso a la ‘zona de exclusión’, que limita con la céntrica Farmacia Esteban Brito Ramos. Ambos se unen a algunos vecinos arremolinados en la acera, con vistas a la lenta devastación de las coordenadas del norte de sus vidas.

Paraguas contra las cenizas, a ninguno de los presentes escapa que la tercera y feroz colada del volcán de Cumbre Vieja, que arrasó el polígono industrial del Callejón de la Gata y numerosas viviendas, fincas y plataneras en el último golpe mortal al barrio colindante de Todoque, sigue su trayectoria oblicua desde la fractura parcial del cono norte hacia el corazón de La Laguna.

«Y pa’ aquí da mucho que quemar», apunta Lucía, vecina del barrio de Tajuya, pero con media familia en La Laguna, que se acercó a esperar a la plaza de la Iglesia de San Isidro Labrador, frente al Bar Central, con el maletero del Volkswagen vacío y unas llaves de casa de repuesto.

La columna vertebral de este barrio residencial de Los Llanos de Aridane, que limita por ambos flancos con los de Todoque y Triana, se transmutó a lo largo de la mañana en colas y colas de camionetas, furgonetas y carretillas cargadas de armarios, cómodas, colchones, sillones y cualquier mobiliario que conformase un hogar y que ahora se encuentra en la diana del desamparo.

Muchos temían que les ocurriera como a los vecinos de Todoque: que de repente fuera demasiado tarde

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Entonces, el reloj de la parroquia apuntaba al mediodía y no se había decretado todavía la orden de evacuación, sino que, por el contrario, la dirección del Plan de Emergencias Volcánicas de Canarias (Pevolca) anunciaba el fin del confinamiento de los 3.500 habitantes de varias zonas de Los Llanos y El Paso, forzados a permanecer en sus viviendas durante las 24 horas anteriores a causa del incendio de la cementera de Callejón de la Gata y la consiguiente liberación de gases por combustión de materiales.

Por prevención

«Por prevención, nosotros nos marchamos por prevención», clamaban Rubén y Christopher, entre cajas y bolsas a bordo de su furgoneta blanca, aparcada al otro lado de la gasolinera Disa de La Laguna, que también se desgasificó varios días atrás «por prevención». «Yo creo que, de dos años pa’ aquí, los palmeros nos la pasamos todo el rato previniendo», masculló Pepe, dando vueltas al mondadientes mientras sujetaba la escalera por la que ascendían y bajaban sus dos sobrinos. «Primero, la enfermedad. Ahora, esta desgracia». Muchos laguneros que cogieron carretera temprano confesaban que su temor era que les ocurriera como a muchos de sus vecinos de Todoque: que, de repente, se hiciera demasiado tarde.

La Laguna se erigió en uno de los primeros barrios que inició un proceso de autoevacuación

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Pero en el transcurso de la mañana, la colada incandescente ya se había internado en El Pedregal, antesala del barrio, abrasando una profusión de viviendas y fincas hasta rayar las proximidades del supermercado Spar de La Laguna, vaciado y cerrado desde la primera semana de erupción, y el centro veterinario Terravita, referente en la misma zona.

Aún no existen certezas de que el camino de la última colada pueda atravesar el barrio de La Laguna, pero la precipitación de arena y agua en que se deshacían las humaredas grises desde temprano ya empañaba las horas y tambaleaba los deseos de quedarse y esperar.

«Yo a todo el que veo le digo que, si puede, que coja sus cosas y se marche lejos», afirmaba Lucía. Precisamente, Tajuya, su barrio residencial, fue una de las primeras poblaciones llamadas a evacuar, junto a las Tacande Arriba y Tacande Abajo, en los primeros días de erupción debido a la intensificación de la explosividad. Sin embargo, cuenta que el regreso casi inmediato a casa solo inauguró el primer capítulo de una desesperación entrecortada.

«Este domingo último, la lava se nos llevó la nave que sostiene a mi familia en el polígono industrial», revela Lucía. «Había casi dos millones de euros puestos en esa nave que ahora es un montón de piedra caliente», explica, a lo que añade que su marido, con el que se casó años después de que se estableciesen en Tajuya, le repite a cada hora: «y yo que me vine de Cuba huyendo no solo de pobre, sino de inundaciones y huracanes».

«Yo creo que, de dos años pa’ aquí, los palmeros nos la pasamos todo el día previniendo»

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«Pero desde antes de llevársenos la nave, ya dormíamos siempre con un ojo abierto», indica Lucía, «porque todos los días vivimos pendientes de que el cono pueda romperse por el lado donde está la casa». «Y mira, se rompió para el norte, para donde están los míos. Aquí no descansa nadie hasta que esto pare».

También La Laguna se erigió en uno de los primeros barrios que inició un proceso general de autoevacuación voluntaria desde los prolegómenos de la erupción volcánica, que hoy cumple su vigésimo quinto día en una isla contra las cuerdas, hasta las 13.15 horas de ayer. La tercera colada de lava en el noroeste recortó varios metros en su camino hacia La Laguna, gradual pero inflexible; y el caldo huevo con cilantro se guisaba en las cocinas cuando el Pevolca anunciaba por fin la orden de evacuación preventiva de casi toda la zona no perimetrada de La Laguna, desde el Camino de Cruz Chica a la zona de Las Martelas, así como varias calles en dirección sur desde la Carretera General de Los Llanos a Puerto Naos.

«Yo a todo el que veo le digo que , si puede, que coja sus cosas y se marche lejos», dice una vecina de Tajuya

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Latidos en maletas

En las horas sucesivas, el corazón de La Laguna siguió vaciándose y repartiendo sus latidos en maletas con rumbo a la incertidumbre. A mitad de la tarde, las anchas aceras de su carretera principal no eran sino un mapa de huellas en el desierto de la huida, donde solo se escuchaba, sobre el trasfondo del rugido volcánico, el de los vehículos que apuraban un último viaje de provisiones hasta un regreso que hoy es tan incierto como ayer.

Caía la tarde sobre la nueva extensión despoblada de Los Llanos, desde la rotonda central hasta el confín de Las Martelas, en cuya curva giraron los últimos coches en dirección a Tazacorte, de espaldas a la plaza, el reloj, el bar, la parroquia, la farmacia, toda una vida que hoy queda a la intemperie en el vacío de La Laguna. Ese mismo pueblo donde ayer, sobre el mediodía, un vecino le decía a otro: «¿Nos echamos un quinto rápido en el Central? Va, viejito, que lo mismo mañana no te encuentro».

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