A poco más de dos millas náuticas al norte de la fajana que sigue alimentada por la lava, lo que equivale a una distancia de unos 4,2 kilómetros, se encuentra el puerto de Tazacorte. Desde la bocana, Olmo Hornero, capitán del puerto deportivo, vive el día a día con una «relativa calma», acompañado por la incesante caída de ceniza que pugna por cubrirlo todo y el rumor ronco del volcán, inconvenientes al fin y al cabo salvables.

«La operativa del puerto deportivo no se ha visto alterada; mantenemos una total normalidad», asegura este marino. No en vano se encuentran fuera de la zona de exclusión delimitada por las autoridades y se puede navegar poniendo rumbo al norte o a sur.

Eso sí, admite que se han visto afectados por las cancelaciones de clientes, sobre todo centroeuropeos, que por esta época suelen reservar atraques para sus veleros en la marina, descenso que cifra en un 20%, así como también por la afección que la menor frecuencia de turistas está representando para aquellos barcos que con base en el puerto de Tazacorte ofertan paseos para avistamiento de cetáceos: prácticas de buceo y snorkel; pesca deportiva...

Las noticias sobre un probable colapso de la fajana y la posibilidad de que el desprendimiento provoque olas que pudieran afectar al puerto no suponen un escenario que le quite al sueño al capitán del puerto. «De producirse no serán olas de gran tamaño».

Por la batimetría del lugar, Olmo Hornero explica que la plataforma sobre la que se está formando la fajana (que actualmente cuenta con una extensión de 500 metros de largo y 800 de ancho) tiene una profundidad de 50 metros y que, una vez la lava cubra esos límites, el cambio de relieve supone una caída de alrededor de 350 metros. Con todo, sostiene que la instalación portuaria se encuentra a una distancia segura.

Un dique de abrigo

Situado en la costa occidental de La Palma, el puerto de Tazacorte presenta, con oleajes duros, un acceso marítimo con cierta dificultad para embarcaciones de mayor calado, dada la relativa proximidad de la costa al extremo del dique de abrigo que obliga a las embarcaciones a adoptar una trayectoria abierta navegando con rumbo NE y por la necesidad de efectuar revisor en el antepuesto.

Por el contrario, las embarcaciones menores no tienen dificultad para tomar el rumbo adecuado, si bien pueden verse afectadas por las olas percatadas de los oleajes de fondo con alta energía. Una vez entran al resguardo de la dársena interior, el nivel de agitación resulta sumamente bajo.

La actual configuración de los contradices interiores permite un alto grado de abrigo en la dársena, espacio que está orientado al atraque de los buques dedicados a la náutica deportiva y las excursiones marítimas.