El escritor francés Emanuel Carrère ha convertido su discurso de agradecimiento por el Premio Princesa de Asturias de las Letras en un homenaje a las víctimas de los atentados que en 2015 dejaron en las terrazas y en la sala de conciertos del teatro Bataclan de París 131 víctimas, 61 menos que en el 11-M de Madrid, ha recordado, "si es que esta contabilidad atroz tiene algún sentido".

En su intervención durante la ceremonia de entrega de los galardones, Carrère, que sigue a diario el desarrollo del juicio contra los autores de la masacre, ha admitido que cambió la intervención que iba a ofrecer cuando la Fundación que concede los galardones le sugirió que, a su "maravilloso" discurso inicial de agradecimiento, añadiese un contenido "un poco más inspirador, un poco más inspirado, un poco las dos cosas".

Lo que se infería de ese mensaje "inmensamente delicado", ha apuntado, es que, creyendo hacer lo apropiado, había hecho un discurso convenido y hasta convencional -"un reproche que, sinceramente, no me han hecho a menudo"-, que optó por completar con la actividad que le ocupa, la cobertura del juicio por los atentados de París, "algo extrema e incluso trágicamente inspirador".

Así, ha agradecido un premio procedente de una cultura que incluye a Cervantes, "un abuelo más joven que todos los jóvenes"; a Borges y Bioy Casares"dos tíos irónicos y enigmáticos"; a Cortázar, en cuyo edificio de París vivió diez años; a Roberto Bolaño, "el hermano mayor con quien todo el mundo sueña" o a autores contemporáneos como Enrique Vila-Matas, Javier Cercas, Juan Gabriel Vásquez o Rosa Montero, "mi querida prima".

Sus editores en Francia y en España han sido mencionados también en la parte de su intervención que iba a conformar su discurso inicial, que ha completado con sus más recientes vivencias en el juicio contra "los catorce canallas" a los que se juzga en París después de que el resto de terroristas autores de los atentados murieran tras perpetrar sus crímenes.

El hecho de que sólo se juzgue a "comparsas" o "protagonistas secundarios" de los atentados más letales cometidos en Francia invalida la comparación con los juicios de Nuremberg, donde se juzgó a altos dignatarios nazis, pero ambos procesos comparten, ha apuntado, "su ambición histórica".

"Por grande que sea el honor de estar aquí esta noche, una parte de mí permanece de alguna manera en ese tribunal", ha apuntado antes de advertir de la desmesurada ambición de un juicio que aspira "a desplegar desde todos los ángulos" todo lo que aconteció durante aquellas horas terribles.

Para el autor de "El adversario", la obra que le llevó al éxito con la crónica negra sobre Jean-Claude Roman, el hombre que asesinó a su esposa, a sus hijos y a sus padres, el juicio que se celebra en París constituye "un baño de horror" que sirve para explorar colectivamente esos recintos del corazón en los que "el dolor penetra para que existan".

Los testimonios de la vista, ha advertido, desmienten el "sálvese quien puede" de las historias de naufragios o de catástrofes que revelan lo peor del ser humano- "la cobardía, el cada cual a lo suyo, el canibalismo"- y, por el contrario, describen ejemplos de ayuda mutua, de solidaridad y de gestos a menudo heroicos, de manera que muchos de los testigos y de las víctimas "se reprochan haber pisoteado a otros mientras trataban de huir; pero ninguno de los pisoteados se lo reprocha a otros".

"Todos procuraron proteger al hombre o a la mujer amada, pero algunos hicieron algo más: arriesgar la vida para proteger a desconocidos. Es un misterio que por momentos convierte lo que es abominable en una infinita exaltación", ha concluido Carrère.