La cartulina comprada, el babi limpio, la tutoría, el bocadillo para el recreo, la nota en la agenda avisando de que el niño ha estado pachucho, la ayuda con los deberes, la autorización para la excursión,...La implicación familiar en la escuela y los cuidados educativos es, aún en 2021, territorio materno.

“Llevo treinta años dedicada a la docencia y hemos pasado de 0 a 0,5 en la implicación de los padres, hemos avanzado muy, muy poco: la educación sigue siendo cosa de las madres”, resume Rosa, maestra y jefa de estudios de un colegio público de Madrid.

“Creo que podemos hablar de un 90% o 95% de madres, un porcentaje elevadísimo. Llevo 25 años dando clase y no ha evolucionado, he enseñado en distintas poblaciones y ese porcentaje se mantiene. Cuando vienen los padres suelen venir acompañando a su pareja, es muy raro que venga el padre solo”, coincide Aurora, profesora de Filosofía de un centro público de la capital.

Las mamás están presentes, las mamás están disponibles, las mamás solucionan vicisitudes e imprevistos en el día a día escolar de sus hijos: “Es un poco fuerte, pero es así. Los niños y las niñas perciben perfectamente que hay una parte de la familia que no está implicada en su proceso. (...) Al final lo del cole es mamá, lo del médico es mamá, de los cuidados y su bienestar se ocupa la mamá”, sostiene Celia, maestra de primaria de un colegio público del sur de Madrid.

El reparto del tiempo en la crianza aún está muy desequilibrado y son ellas las que hacen malabares para ausentarse del trabajo en una urgencia, para ayudar en los deberes, para acompañar en el aprendizaje. El tiempo de ellas sigue valiendo menos que el de ellos, las madres siguen apareciendo siempre disponibles para el cuidado.

Y la inequidad en el reparto de los cuidados es el sustrato que abona la feroz discriminación laboral de las mujeres: el paro femenino en España supera en cuatro puntos al masculino, la tasa de actividad es diez puntos inferior en las mujeres y tres de cada cuatro empleos a tiempo parcial son para ellas, que siguen cobrando un 19,5 % menos que sus compañeros por igual trabajo. Muchas se ven abocadas a abandonar el mercado de trabajo para cuidar.

Presencia pública no equivale a implicación

Las docentes entrevistadas por EL PERIÓDICO DE ESPAÑA, diario que pertenece a este grupo, Prensa Ibérica, detectan un tímido aumento de participación de padres en las reuniones escolares, favorecida en los últimos tiempos pandémicos por la posibilidad de atender de forma telemática, sin necesidad de desplazarse al centro. Pero matizan que es una “presencia pública” y aclaran que no se corresponde con una mayor implicación en el día a día de los hijos: “Hay un mayor contacto, pero esa implicación es muy poco profunda”, critica Ana, maestra de infantil de otro colegio público de Madrid.

“La vida escolar implica muchas más cosas que asistir a una reunión o una tutoría. Es verdad que los hombres empiezan a ocupar esos espacios públicos, a llevar y recoger del cole a los niños, pero son las madres las que se siguen ocupando de los cuidados: de comprar los libros, de comunicarse con los profes cuando los niños faltan al colegio, de informar de que no pueden comer algo porque han pasado una mala noche… En infantil, etapa de cuidados, se nota mucho esa carencia”, dice Ana.

Por ejemplo, una mañana un padre llevó a su hija al colegio y, como su pareja se había tenido que ir antes de casa, la niña iba sin peinar y el hombre le dio un coletero y un peine a la maestra para que le hiciera una coleta porque él no sabía. “Me enfadé mucho ese día”, recuerda Ana. También al conocer que una madre preparaba cada noche la ropa que su hijo tenía que ponerse al día siguiente, a pesar de que era el padre quien lo acercaba al colegio.

La menor implicación se traduce en un menor conocimiento de los hijos, a juicio de Ana, que cree que hay que cambiar “algo muy profundo”, el interés por conocer menor a los niños y niñas y saber qué necesitan: “Cuando en tutoría hablamos de cosas más profundas, como quien se encarga en casa son las madres, el conocimiento no es el mismo. Si no te encargas de los deberes, de que lleve el almuerzo al colegio, si no sabes cómo son sus reacciones emocionales ante ciertas situaciones… No estoy diciendo que no les importe, no estoy hablando de amor, pero la implicación y el conocimiento no son los mismos”.

Ellas son las que encabezan la lista de contactos a los que avisar cuando ocurre algo en el colegio: “En el listado de contacto de alumnos, el primer teléfono es siempre el de la madre”, destaca Aurora.

En ese sentido, Rosa, jefa de estudios, subraya las diferencias en la respuesta de padres y madres cuando hay cualquier imprevisto en el centro escolar: “La frase que más oigo cuando llamo a un papá porque un nene está malito o por cualquier otra cosa es ‘se lo diré a la mamá’ o ‘llama a la mamá’”.

También se da el caso, como apunta Celia, de que la madre solicite directamente ser la interlocutora: “Tú todo a mí”.

Y Ana reconoce que el profesorado también debe hacer autocrítica porque da por sentado que la madre es la interlocutora: “Me preocupa que somos nosotras mismas, en muchas ocasiones, las que sin darnos cuenta hacemos uso de las madres como responsables de los niños sin tener en cuenta o incluso menospreciando la presencia de los padres”.

Fiestas y toques de atención

A pesar de que el día a día y los cuidados escolares dependen en un porcentaje altísimo de las madres, hay dos escenarios en los que los padres suelen acudir al colegio: las celebraciones y las llamadas de la dirección para dar un toque de atención sobre el comportamiento de los menores.

“A algunos padres no los he conocido hasta la fiesta de graduación”, confirma Rosa.

Aurora explica que es en los asuntos “importantes” donde se ejerce autoridad y en los momentos lúdicos donde el padre hace acto de presencia.

“¿Qué haces yendo cuando ya la cosa se ha salido de madre? (...) Normal que deje de ser una figura de referencia en los estudios: si no sabes cuándo tengo un examen, no sabes cómo se llama mi profesora, nunca me recoges si me pongo enfermo, ¿de qué me sirve que vengas cuando me dan un toque de atención?”, reflexiona Celia.

No puedes engañar a los niños y a las niñas, no puedes tener esa autoridad y ese respeto cuando perciben perfectamente que no te estás implicando en su proceso educativo. Lo que percibo en el aula es que ellos, aunque se quejen de que sus madres son insistentes o pesadas, interpretan los cuidados como lo que son: preocupación y amor”, señala.

Con esta realidad, conceden las docentes, es muy complicado que los pequeños interioricen roles igualitarios, porque “no se puede olvidar que su pilar de aprendizaje y su referente fundamental es la familia”.  "Si lo ven en casa, lo van a reproducir, ¿cómo lo vamos a cambiar?”, se pregunta Ana.