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Volcán en La Palma

¿Puede la fe apagar el volcán de La Palma?

Las letanías se han repetido a lo largo de siglos con ocasión de hambrunas, sequías, plagas de langosta, epidemias, lluvias...

Plegarias para frenar el volcán de La Palma

Plegarias para frenar el volcán de La Palma

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Plegarias para frenar el volcán de La Palma Sergio Lojendio

Cuando la ciencia parece haberse convertido en la nueva religión, el pasado 19 de septiembre, un mes después desde que reventara el volcán en Cumbre Vieja, las vírgenes de Las Nieves, El Pino y Las Angustias acogían una misa rogativa por el cese del desolador fenómeno, acompañado de procesiones.

En unos tiempos donde la ciencia parece haberse convertido en la nueva religión, y más allá del vuelo continuo de drones, del monitoreo al segundo, el seguimiento vía satélite de la erupción y esa legión de vulcanólogos, sismólogos, geólogos, etc. al pie de las coladas, el pasado 19 de septiembre, cuando se cumplía un mes desde que reventara el volcán en Cumbre Vieja, las imágenes de las vírgenes de Las Nieves, El Pino y Las Angustias acogían en sus respectivos templos una misa rogativa por el cese del desolador fenómeno natural, a la que siguieron unas breves procesiones. «Pedimos al Señor que aplaque este volcán para que no haga más daño, dé fortaleza y nos impulse a cada uno al compromiso para minimizar sus efectos», proclamaba en su homilía el obispo de la Diócesis Nivariense, Bernardo Álvarez. Estos actos se sumaron a la vigilia que ya había tenido lugar, el 11 de octubre, frente a la parroquia de la Sagrada Familia, en Tajuya.

El ritual viene de antiguo. Las letanías se han ido repitiendo a lo largo de los siglos con ocasión de hambrunas, sequías, plagas de langosta, epidemias, lluvias torrenciales, ataques piráticos... Y aunque la ciencia parece incompatible con la fe cristiana, porque no concuerda con la narración de la creación que hace la Biblia, si la fe mueve montañas, ¿cómo no va a ser capaz de apagar volcanes?

San Martín de Tigalate (1646)

La Palma se vio sobrecogida por una erupción que afectó a los pagos de Tigalate y Fuencaliente. Núñez de la Peña refiere que, habiéndose llevado con este motivo la imagen de Nuestra Señora de Las Nieves en rogativa desde su santuario hasta la iglesia de El Salvador, amaneció al día siguiente la cima cubierta de nieve y se extinguió la actividad eruptiva. «(…) amaneció el bolcán cubierto de nieue con que cessó, auviendo durado algunos días». También describe este hecho el capitán Andrés de Valcárcel y Lugo en su obra Cosas notables: volcanes, Y así lo expone: «… estaban los vecinos desta isla tan devotos frecuentadores de los templos que no salían de ellos». Por su parte, Félix Duarte refiere: «¡El rocío de la Virgen! ¡Estamos salvados!» y Fray Diego Henríquez lo narraba así en 1714: «(...) fue tan copiosa la que mandó sobre el bolcán que lo extinguió su abundancia totalmente, sin dexar viva sentella de aquel voraz elemento, cediendo por entonces su furiosa sobervia a la mansedumbre de los nevados copos». Desde entonces, las erupciones volcánicas y la venerada imagen de Nuestra Señora de Las Nieves mantienen una estrecha relación histórica, social, cultural y espiritual. En recuerdo de tales prodigios existen en el Real Santuario dos cuadros, en los que su autor quiso parangonar los hechos milagrosos de la nieve atribuidos a la intercesión de la Virgen: el del Monte Esquilino, en Roma, y el del volcán de 1646, en La Palma.

San Antonio (1677)

En aquel año, los temblores de tierra continuado estaban generando gran temor entre la población de Fuencaliente. El peor tuvo lugar a las nueve de la mañana del 9 de enero de 1677, “de manera que el clero se juntó a aquella hora en la parroquia donde está Nuestra Señora de Las Nieves a implorar su Patrocinio… conmovió al pueblo a muchas lágrimas”. La imagen de Asieta fue llevada hasta el Convento de las Monjas Claras «hasta que Nuestro Señor se acuerde de usar con nosotros la misericordia, librándonos de esta tribulación».

Valle de Güímar (1705)

Tras dos erupciones volcánicas ocurridas un mes antes en las cumbres de Arico y Fasnia, el 2 de febrero de 1705, cuando se celebraba la festividad de la Virgen de Candelaria, surgió un volcán en los altos del Valle de Güímar, en la caldera de Pedro Gil y junto al Pico del Valle o de Cho Marcial, erupción que amenazó con destruir los pueblos de Arafo y Güímar, y que se constituyó en el suceso más devastador de la historia local. Duró casi dos meses, hasta el 27 de marzo, fue visible desde La Orotava y sus efectos se dejaron sentir en toda la isla. Las coladas de lava se dividieron en tres brazos y provocaron graves daños San Antonio (1677).

Si como reza el dicho la fe es capaz de mover montañas, ¿cómo no va a poder con las erupciones?

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Trevejo (1706)

Cuenta la tradición oral que el 5 de mayo de 1706 el barrio de Los Reyes vivió un suceso milagroso. El volcán de Trevejo había entrado en erupción al amanecer y las coladas de lava se dirigían rápidamente por El Tanque hacia Garachico, arrasando con lo que encontraban a su paso. Los vecinos decidieron sacar a su patrona de la pequeña ermita con la esperanza de que la lava parase antes de llegar a Garachico. La imagen fue resguardada, por precaución, en la casa de Arango, muy cerca de su templo. Desde aquel día se ha extendido la creencia de que fue la misma Virgen de los Reyes quien intercedió para que la erupción de 1706 no afectase a su ermita y tampoco a ninguno de sus vecinos, pues no hubo que lamentar víctimas mortales.

El Charco (1712)

En octubre de 1712, el volcán del Charco azotó el Valle de Aridane, lo que llevó al pueblo a implorar de nuevo la protección de la Virgen de Las Nieves, hasta que las proporciones del fenómeno disminuyeron hasta su total extinción. Fray Diego Henríquez narraba a propósito: «(...) Obedeció el fuego a esta superior virtud, abatieron su sobervia las empinadas y arrogantes llamas, temploce el viento, expeliose de los corazones el susto».

San Juan (1949)

La erupción del Volcán de San Juan, que tuvo lugar entre los meses de junio y julio de 1949, fue motivo para que, una vez más, el pueblo palmero acudiera a los pies de su milagrosa Morenita en busca de auxilio espiritual ante la furia desatada de la naturaleza, pidiendo que se apagara la ira del volcán. El 24 de julio, una multitudinaria procesión encabezada por la imagen de la Virgen salió a las siete y media de la mañana hacia Breña Alta. Después de la Santa Misa, oficiada en la ermita de La Concepción, la talla fue girada, encarándola hacia el volcán. Y se cuenta que, a partir de aquel instante, el vómito de lava fue apagándose lentamente. Así, el 26 de julio, encontrándose la imagen en la capital palmera, la actividad del volcán decreció considerablemente. ¿Milagro? La devoción así lo creyó.

Fuencaliente (1971)

En el mes de octubre de 1971 reventó el Teneguía, localizado en el término municipal de Fuencaliente. Habían transcurrido apenas 22 años desde la anterior erupción (el volcán de San Juan). En esta ocasión, no hubo procesión de rogativa de Nuestra Señora de Las Nieves a la capital insular, pero a los pies de la venerada imagen acudieron muchos devotos, vecinos del pueblo afectado por la furia desatada de la naturaleza para implorar su protección y pedir por el cese de la tribulación que, en algún momento, puso sus vidas en jaque. Las plegarias permanecen en el corazón y en la memoria anónima de quienes mantienen inquebrantables sus creencias, que han sido transmitidas de padres a hijos, de generación en generación y siempre— en la admirada y rendida devoción a la Madre amada, la bella Morenita que habita en su santuario del monte y en el corazón de todos los palmeros.

El universo de los benahoritas

Siempre existió la creencia de que el primer volcán histórico de La Palma estaba relacionado con la erupción de 1585. Los investigadores han discutido al respecto, apoyándose en la interpretación de las fuentes documentales existentes. Sin embargo, desde 1982 el dilema parece que está perfectamente aclarado y se puede precisar que han sido siete, y no seis, como se creía hasta entonces, las erupciones registradas en la isla en cinco siglos, tal y como refiere Juan Carlos Díaz Lorenzo. Después de realizar un estudio sobre el estilo de las endechas a la muerte de Guillén Peraza, la investigadora tinerfeña María Rosa Alonso estableció que pertenecían al siglo XV y que el volcán al que se refería el historiador Abreu Galindo no podía ser del siglo XVI, sino otro anterior, con lo que habría existido una erupción que no había sido oportunamente datada, que debió producirse entre 1443 y 1447. Apoyados en esta datación, cabe suponer entonces que los antiguos pobladores de La Palma, los benahoritas, también se convirtieron en testigos directos de las erupciones volcánicas. Los antiguos pobladores de la Isla consideraban la existencia de Haguaren, entidad o divinidad demoniaca, figurada en forma de perro lanudo, de igual manera que Abora, que se correspondía con la deidad blanca. Los estudiosos sostienen que los aborígenes de la Isla brindaban ofrendas a los dioses con ocasión de sucesos relevantes, como el caso de las erupciones, que consistían en obsequios que buscaban apalacar la ira de la deidad. | S.L.

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