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Volcán de La Palma | Las respuestas de la ciencia

Una década de magma bajo La Palma

Durante diez años se produjeron anomalías en la geoquímica y los gases, así como deformaciones

El volcán de La Palma desde Tacande

El volcán de La Palma desde Tacande La Provincia

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El volcán de La Palma desde Tacande Verónica Pavés

El magma se introdujo bajo La Palma hace 11 años, entre 2009 y 2010. Así lo afirman un grupo de investigadores de varios centros, entre los que se encuentran el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la Universidad Complutense de Madrid (UCM), que han reinterpretado los datos de química y sismicidad publicados durante la última década por el Instituto Geográfico Nacional (IGN) y el Instituto Volcanológico de Canarias (Involcan) para llegar a la conclusión de que hubo signos previos a la erupción que denotaron que existía posibilidad de que ocurriera, aunque sin una fecha definida.

Solo el 20% de las ocasiones en las que se produce una intrusión magmática acaban en una erupción

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Así lo afirman los firmantes de este estudio publicado en Scientific Reports, la revista científica de acceso abierto de Nature, en el que concluyen que La Palma sufrió una ligera deformación durante esos años que tenía relación con una introducción de magma bajo el edificio insular. «Estudiamos los datos que teníamos hasta 2020 con diferentes satélites y técnicas diferentes a las que habían sido utilizadas hasta el momento», explica José Fernández, geólogo experto en geodesia en el Instituto de Geociencias (IGEO) CSIC-UCM e investigador principal de este artículo. Para ello recurrieron a la información proporcionada por distintos instrumentos de los satélites de la Agencia Espacial Europea (ESA), y de la Agencia Espacial Canadiense (CSA).

Los científicos sospechaban que debido a la especial orografía de la isla y su variabilidad atmosférica podría estar produciendo una desviación de los datos que no permitieran ver la deformación, y por ende, la intrusión magmática, con los GPS instalados en tierra. De ahí que se decidieran a utilizar las observaciones de satélite para «hacer una corrección atmosférica» de aquellos datos. Lo que hallaron es que la isla se había abombado. Lo hacía con «deformaciones muy pequeñas», de apenas dos o tres centímetros que iban cambiando en tiempo y en el espacio. «Entre medias de las erupciones no se suelen buscar deformaciones, además, son muy difíciles de detectar con estaciones GPS que se encuentran a kilómetros de distancia», reseña el investigador. Esto ocurre porque se requiere una resolución en el espacio «más amplia» en la que los dispositivos puedan proporcionar datos cada, al menos, 60 metros cuadrados.

En su búsqueda por un lugar al que emerger, el magma ha estado deformando distintas zonas de la Isla

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La teoría planteada por el grupo de investigación es, además, «coherente» con las anomalías de gases –dióxido de carbono y helio – que se hallaron entre 2009 y 2010 en la isla, así como la sismicidad que se produjo un tiempo después, a partir de 2017. «En las imágenes que revaluaron se podían ver variaciones en la presión en la parte central entre Cumbre Nueva y Cumbre Vieja», explica Fernández, lo que supone que el magma se quedó almacenado en las zonas centrales de la isla hasta que encontró un camino por el que discurrir más fácilmente.

Esta pequeña deformación ocurrió de forma similar en Tenerife durante la crisis sísmica de 2004 y 2005, cuando se encontraron pequeños abombamientos del terreno en algunos lugares de la isla. En esa ocasión, sin embargo, todo se quedó en un susto. Y es que solo un 20% de las ocasiones en las que se produce una intrusión magmática en el edificio insular, el magma llega a romper lo suficiente como para entrar en erupción. «En la isla de La Palma esta reactivación podría haber dado lugar a una erupción o no, finalmente ha estado en ese 20%», insiste el geólogo. Se cree que esta circunstancia se dio también con el volcán de San Juan (1949), pues justo 16 años antes de que emergiera (1936) hubo una fuerte sismicidad que no se volvió a sentir hasta que se produjo la erupción. «Pudo haber sido el preludio de un primer ascenso de magma», resalta.

El método matemático utilizado en este estudio puede emplearse para afinar la vigilancia volcánica

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Desde que se produjo la intrusión, el magma se ha ido acumulando y ganando energía para intentar hacerse un hueco hacia la superficie con mejores o peores resultado. En la Isla Bonita, tenía restringido el paso por la Caldera de Taburiente y Cumbre Nueva, dado que son «zonas muy densas», con un terreno muy consolidado –cabe recordar que es la zona con más edad de la isla– en el que el magma tiene muy difícil romper el terreno para poder emerger. No sucede lo mismo con Cumbre Vieja que es una zona con una geomorfología «muy discontinua» perfecta para dejar discurrir al magma a sus anchas. De hecho, en su búsqueda por un lugar por el que salir, el magma ha estado deformando distintas zonas de la isla durante los últimos diez años hasta encontrar el lugar perfecto para emerger en el camino de Cabeza de Vaca. Ahora los investigadores están estudiando si esta intrusión magmática puede tener alguna relación con la crisis sísmica de Tenerife en 2005 o la erupción del volcán Tagoro (El Hierro) en 2011. «Es cierto que son fenómenos muy cercanos en el tiempo y el espacio, por lo que puede haber una relación, pero es necesario estudiarlo a fondo», insiste Fernández.

Para los científicos el método matemático utilizado para medir la intrusión magmática bajo las Islas puede ser un revulsivo para la vigilancia volcánica en un futuro. Una vez se publique el método utilizado en esta investigación, y «sea validada por otros expertos», se pretende que sea una «herramienta de distribución libre» con la que afinar «la predicción y la vigilancia volcánica lo máximo posible». Y es que, con esta información, se podrían «detectar intrusiones magmáticas con mucha antelación», así como vigilar lo que está ocurriendo a más de 50 kilómetros de profundidad. Pero no es lo único a lo que puede contribuir esta herramienta. Como resalta Fernández, el conocer cómo se está comportando y dónde se acumula el magma en el fondo de la isla, también puede ser de gran ayuda para planificar el desarrollo urbanístico «dentro de unos límites». El investigador admite que esta información no tiene gran utilidad dentro de la emergencia actual, «pero sí sirve para la prevención en un futuro».

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