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Volcán de La Palma

El volcán de La Palma ayuda a los científicos a evaluar los avances de la vigilancia volcánica en tierra, mar y espacio

Tres investigadores de las Islas actualizan los conocimientos de los volcanes tras las últimas dos erupciones del Archipiélago

El volcán sigue liberando energía en el día 60 de erupción

El volcán sigue liberando energía en el día 60 de erupción Agencia ATLAS | EFE

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El volcán sigue liberando energía en el día 60 de erupción Verónica Pavés

Los científicos que están trabajando en la erupción volcánica de La Palma evaluaron este miércoles cómo se está vigilando el fenómeno a través de la tierra, el mar y el espacio. En una jornada divulgativa titulada El volcanismo de Canarias, la sismóloga del Instituto Geográfico Nacional (IGN), María José Blanco, el oceanógrafo del Instituto Español de Oceanografía (IEO), Eugenio Fraile, y el vulcanólogo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Pablo J. González, realizaron una radiografía de los últimos dos fenómenos volcánicos que han afectado a las islas –el actual proceso eruptivo y el Tagoro en El Hierro– y cómo han sido monitorizados gracias a los instrumentos que se encuentran en tierra, los dispositivos de los que se dispone en los grandes buques de investigación oceanográfica y la red de satélites que orbitan nuestro planeta.

Estos científicos participaron en un seminario dirigido por el geólogo Joan Martí Molist y organizado por la institución a la que pertenece, el Instituto de Geociencias Barcelona y la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP). Las distintas sesiones que han configurado el curso, celebrado en Tenerife, pretenden dar una visión actualizada y lo más completa posible sobre los principales aspectos del vulcanismo canario. El encuentro incluye ocho sesiones de una hora destinadas cada una a uno de los temas del programa e impartida por un especialista en dicha temática. El evento abordará este jueves en dos charlas el patrimonio volcanológico de Canarias y el riesgo volcánico y asociado en las Islas; y concluirá con una mesa redonda en las que todos los especialistas que han participado comentarán los temas del curso junto a los participantes.

El oceanógrafo del IEO Eugenio Fraile. Delia Padrón

La vida se abre paso ante la destrucción

El volcán palmero causa menos daños en el mar pero su ecosistema tardará más en recuperarse

El oceanógrafo del IEO, Eugenio Fraile, hace una radiografía de la afección de los dos últimos volcanes al medio marino así como las enseñanzas que han proporcionado para su vigilancia.

Si algo han aprendido los investigadores del Instituto Español de Oceanografía (IEO) en los últimos diez años a raíz de las dos erupciones que han ocurrido en Canarias es que la vida siempre es abrirá paso ante la destrucción de los volcanes. No obstante, advierten que la erupción actual no va a ser igual que la de El Hierro en el entorno marino. Y es que, aunque el ecosistema haya sufrido menos daños, tardará más tiempo en recuperarse y no lo hará igual que en el Hierro.

«El Tagoro creó una gran perturbación en el medio marino», explica el oceanógrafo del IEO, Eugenio Fraile. En los siete meses que el volcán escupió lava, la temperatura del entorno aumentó hasta 18 grados, el pH disminuyó en 3 unidades y se depositaron en el mar grandes cantidades de azufre, hierro y metales pesados. Cuando el proceso eruptivo cesó, «comenzó una nueva fase de desgasificación», que conllevó a una «estabilización del sistema» y, dada la cantidad de nutrientes que se depositó en el medio, a una rápida y vasta recolonización. Hasta tal punto que el ecosistema actual es mucho más rico que el anterior.

«El delta lávico de La Palma ha destruido 44 hectáreas del área protegida de la zona ZEC»

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El impacto físico-químico de las lavas que han arribado al mar en La Palma ha sido mucho menor, aunque «haya destruido 44 hectáreas de zona ZEC». «Las coladas llegaron desgasificadas y los cambios de este tipo en el ecosistema han sido localizados», explica Fraile. Así, a pocos metros de la colada, la temperatura apenas ha aumentado tres grados y el pH ha disminuido en 0,5 unidades. No obstante, como en este caso no se producirá una desgasificación que permita depositar nutrientes en el océano, los científicos advierten de que «tardará más en recuperarse». Pese a la aparente tranquilidad, el científico advierte que el ecosistema no está del todo a salvo. Y es que, al no producirse cambios químicos claros, los peces carecen de indicios para saber si deben alejarse de la zona, lo que les deja expuestos a otros peligros, como la caída de piroclastos. Las cenizas, que han viajado hasta a dos kilómetros de distancia del delta, también precipitan la muerte de las especies.

María José Blanco, del IGN. Delia Padrón

Escrutar a ciegas las entrañas

La imposibilidad de ubicar sensores bajo tierra es el mayor obstáculo para entender el fenómeno

La geofísica y directora del IGN, María José Blanco, hace un análisis de los principales indicadores que mostraban que la erupción en La Palma era «inminente». 

El mayor obstáculo para la vulcanología es no poder ver directamente lo que ocurre en las entrañas de la tierra. Al contrario de otras disciplinas, van a ciegas. «Solo podemos instalar sensores en la superficie», como explicó la geofísica María José Blanco, directora del Instituto Geográfico Nacional (IGN), durante el seminario Volcanismo en Canarias en la Universidad Menéndez Pelayo.

Por esta razón, es necesario tener varios dispositivos de distintos tipos que permitan evaluar diferentes parámetros del volcán, como es la ya conocida trinidad volcánica: sismicidad, deformación y emisión de gases. Gracias a la correcta medición de estos indicadores se pudo advertir a las autoridades de que la erupción en La Palma «era inminente», así como establecer una ubicación aproximada del lugar donde podía aparecer, cerca de El Paso y Los Llanos. «Pero no pudimos concretar la ventana temporal», como indicó Blanco.

«Sabíamos que la erupción era inminente, pero no pudimos concretar el momento»

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Casi dos meses después de que ocurriera la erupción en La Palma, el IGN sigue monitorizando día a día cómo cambia el volcán. En el camino han encontrado cosas «curiosas», como que una de las estaciones de GPS, la más cercana al cono, muestre una deformación que crece o decrece dependiendo de la actividad del volcán. «Creemos que en el dique hay una zona preferente de acumulación de lava, donde se queda reservado un tiempo hasta que es emitido por el cono», resalta.

También se han encontrado con una sismicidad que ocurre en dos lugares distintos y «bien diferenciados», como es la zona más profunda (a más de 20 kilómetros de profundidad) y la intermedia (a unos 10 o 15 kilómetros). Cada una de ellas muestra un comportamiento diferente y tiene relación con distintos reservorios magmáticos.

Pese a la vigilancia exhaustiva que han ejercido en el volcán, aún es capaz de sorprenderles. El pasado martes, después de más de 60 días de reuniones diaria y toma frenética de decisiones, parecía que el volcán les estaba dando un respiro. «Las tendencias mostraban que parecía haber perdido energía y llegamos a pedir al comité director del Pevolca evaluar la posibilidad de reunirnos cada dos días», explicó la experta. Sin embargo, «hoy [por ayer] nos ha vuelto a mostrar un pico de sismicidad en la zona intermedia», recalcó.

El volcán sigue así su camino para seguir batiendo récords. Y es que, tras haber superado en duración a la erupción del Charco, en 1712, tan solo le quedan dos erupciones históricas que rebasar para convertirse en la más duradera de la isla.

El vulcanólogo del CSIC Pablo J. González. Delia Padrón

En busca de una ley universal  

Una norma científica general, como la de la gravedad, ayudaría a predecir su comportamiento

El vulcanólogo del CSIC, Pablo J. González, reflexiona sobre los avances que la observación desde el espacio ha brindado a la vigilancia y conocimiento del fenómeno volcánico.  

La última frontera del conocimiento está en la ley universal de los volcanes. Se trata de una norma inexistente y muy difícil de conseguir a corto plazo, pero que para el vulcanólogo Pablo J. González, debe ser el objetivo a lograr por todos los investigadores que se dedican a esta materia. Y es que, una ley universal podría ahondar en un modelo predictivo que encuentre una relación clara entre los distintos indicadores preeruptivos –sismicidad, emisión de gases y deformación–, en el que, con tan solo «introducir cierta información», se pueda predecir el comportamiento futuro de cada volcán. Así lo manifiesta el vulcanólogo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) que en la tarde de ayer impartió una charla en el contexto del seminario Volcanismo de Canarias en la sede de la Universidad Menéndez Pelayo en Tenerife. González asegura que el fenómeno que se está viviendo en La Palma ayudará a avanzar en esta misión, pero advierte que es muy posible que «en la próxima erupción volcánica de Canarias, los datos que hemos recabado en La Palma nos parezcan primitivos». Por esta razón, se muestra escéptico ante la posibilidad de que la ciencia logre descifrar esa ansiada ley a corto plazo.

«La vigilancia volcánica nunca fue el motivo inicial para implantar la teledetección»

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González es experto en conocer los volcanes mirándolos desde el espacio. Aunque esta aplicación no era de las más publicitadas para los satélites de la constelación Copernicus cuando se pusieron en órbita, sin ellos habría sido prácticamente imposible observar casi en tiempo real el avance de las coladas, haber visto la deformación de la isla con tal precisión o conocer cuánto azufre está emanando del volcán. Sin embargo, pese a los avances en la vigilancia volcánica, aún hay obstáculos que deben ser salvados, incluso para la tecnología espacial. «Lo ideal sería que pudiéramos disponer de datos horarios», señala el vulcanólogo, que considera que, además, estos dispositivos deben mejorar a la hora de proporcionar los datos de deformación, dado que en ocasiones el vapor de agua contenido en la atmósfera puede distorsionar la información.

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