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Salud | Día Mundial de la lucha contra el Sida

Alfredo Pazmino: «El VIH no se quedó en los 80; el 42% de afectados tiene un diagnóstico tardío»

Alfredo Pazmino, peruano residente en Canarias y seropositivo, relata su historia y asegura que «una pastilla te puede curar pero no sana los estigmas sociales»

Alfredo Pazmino, ayer. | | CARSTEN W. LAURITSEN

Alfredo Pazmino Huapaya, peruano, 39 años, pedagogo y activista de varias causas, entre ellas la LGTBIQ+ y la de los migrantes. Reúne estas dos condiciones y una tercera, la de ser positivo en VIH. Lo reivindica más que nunca hoy, 1 de diciembre, el Día Internacional de la Lucha contra el sida. Llegó a la Isla hace ya unos cuantos años. Confiesa que «por amor» a su marido, Antonio, un toscalero con el que comparte vida desde que se casaron en 2007. Recién vacunado contra la Covid-19 y antes de iniciar las clases de Antropología en la Universidad de La Laguna, ofrece su testimonio vital ante una jornada tan especial para él.

Alfredo (Lima, 1982) se considera un «activista interseccional» y entiende que esos estudios de Antropología que cursa en la actualidad le ayudan a «entender y enfocar mucho más los discursos de las intersecciones». Valora: «Más que el cuándo y el cómo me interesa analizar el por qué una persona lo adquiere». Añade: «El VIH se contagia por múltiples razones. Una de las mayores es el desconocimiento y la empatía social y comunitaria». Valora: «Pensamos que el VIH se quedó en los años 80 y es una infección del pasado pero aún el 42% de los afectados actuales en Canarias tiene un diagnóstico tardío».

Pazmino señala que «sigue siendo una epidemia muy grande. Empezó en Estados Unidos con las primeras alertas epidemiológicos, pero ahora, en 2021, está muy presente en Canarias». Eso, a pesar de tratarse de «una sociedad sensibilizada e informada, con posibilidad de registrar pruebas en muchos lugares desde centros de salud a comunitarios o entidades del tercer sector». Se pregunta a sí mismo: «Pero, entonces, por qué». Responde: «Por el miedo al estigma y a la discriminación que está detrás del diagnóstico positivo».

Una década

Alfredo relata: «En mi caso vivo con él desde hace diez años y lo adquirí aquí en Canarias por una práctica de riesgo». Y advierte de que «antes, hasta hace muy poco tiempo, se hablaba de personas y colectivos en riesgo pero no hay ni personas ni colectivos en riesgo sino prácticas de riesgo».

Cuestionado sobre la diferente reacción de la comunidad internacional, incluida la científica, al VIH respecto a la Covid-19, subraya: «Creo que se debe a que han pasado 40 años y hemos aprendido como sociedad». Al respecto incide en que «si el sida hubiese aparecido en 2021 tendríamos una respuesta mucho más solidaria hacia nosotros. Pero surgió hace 40 años cuando el nivel científico y tecnológico no estaba del todo desarrollado».

En este sentido apunta: «Los primeros pacientes de VIH fueron conejillos de Indias. Incluso, se probaron medicamentos que atentaron contra su vida». Hoy el momento es otro como resume Pazmino: «40 años después, la reivindicación es hacer visibles a quienes vivimos con el VIH».

En los años 80 del siglo pasado salta la alarma nacional e internacional con un virus que mataba a homosexuales y a personas que utilizaban drogas inyectadas. Alfredo argumenta: «La comunidad científica se bloquea porque hay un desconocimiento total de la enfermedad y, además, solo afectaba a un grupo de personas».

Reacción tardía

Pazmino cree que «muchos gobiernos no tuvieron la capacidad de tomar la decisión de alertar para que la epidemia no fuera a más». En 1981 se da el primer caso en el mundo –40 años se cumplen este 2021– pero el número de muertes asociadas no deja de crecer hasta 1996. «La capacidad de reacción de la sociedad tardó demasiado,» entiende Alfredo, «porque era una infección asociada al sexo, a un grupo de personas disidentes de género y se les estigmatizó». Añade: «No se tomaron las decisiones oportunas para atajarlo. Rompo una lanza y creo que si pasara hoy reaccionaríamos de manera similar a la Covid-19».

Respecto a la posible vacuna piensa que «muchos creyentes en la conspiración piensan que una vacuna no puede lograrse en tan poco tiempo y que para el VIH se podría conseguir una efectiva y en tiempo récord». Por contra, opina, «estamos hablando de virus y de una capacidad de freno para contener la Covid-19. Todos tienen la misma forma de replicarse en el cuerpo y las vacunas o la medicación del VIH son los inhibidores».

Reflexiona: «Aplaudimos la vacuna de la Covid-19 y sabemos que la del VIH está en proceso de validación. Pero hablamos del mundo entero y algo de interés general y prioritario». Reconoce que «hace falta mayor inversión y decisión política para afrontar la vacuna del VIH y que las nuevas generaciones estén libres de él y su estigma». Al respecto de ese estigma social desvela: «Vivimos blindados con los retrovirales. En mi caso tomo una sola pastilla y voy al medico cada seis meses. Un gran avance gracias la investigación en esta parte del mundo. En otras no es así. Y en Madrid, por ejemplo, se ha retirado su tratamiento a las personas migrantes».

Una conclusión: «La pastilla nos cura, pero no cura a una sociedad con una enfermedad grave como es el estigma de la serofobia. Una batalla del día a día para poder avanzar hacia una sociedad plural y diversa. Porque ser VH positivo o tu estado serológico no tiene que condicionar tu forma de sentir, tu trabajo o tus relaciones».

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