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Volcán de La Palma

Las palabras canarias que ha popularizado el volcán de La Palma

El Archipiélago cuenta con un rico léxico para referirse a los fenómenos eruptivos y la toponimia de Canarias está marcada por el origen volcánico de las islas

La lava del volcán de La Palma discurre por la zona de la carretera de El Hoyo (5/12/2021)

La lava del volcán de La Palma discurre por la zona de la carretera de El Hoyo (5/12/2021)

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La lava del volcán de La Palma discurre por la zona de la carretera de El Hoyo (5/12/2021) Isabel Durán

El origen volcánico del Archipiélago canario ha propiciado que el léxico canario para referirse a los volcanes sea muy rico y, en numerosas ocasiones, también ha marcado la toponimia de Canarias. Desde que la lava comenzó a brotar desde el interior de la Cumbre Vieja, los expertos vulcanólogos y los medios de comunicación han rescatado diferentes canarismos para describir la evolución de la erupción del volcán de La Palma. Palabras como fajana, caldera, picón o malpaís forman parte de las conversaciones cotidianas desde hace más de dos meses. Pero, ¿cuántos términos relacionados con la actividad volcánica existen en el habla isleña? Según Humberto Hernández, presidente de la Academia Canaria de la Lengua, el Diccionario Básico de Canarismos recoge casi medio centenar de vocablos para hablar sobre los fenómenos eruptivos.

Seis canarismos para la ceniza

En Canarias hay, al menos, seis voces para referirse a lo que para un peninsular sería ceniza volcánica y para un científico, lapilli. En Lanzarote llaman rofe a la arena volcánica gruesa y picón o arena a la que es más fina. En Tenerife la zahorra es más menuda que el picón, pero en La Palma el picón es arena volcánica gruesa. En Gran Canaria y Fuerteventura también se utiliza el término picón, pero de forma genérica, sin especificar la dimensión de las piedras. El concepto común para hablar de la arena volcánica en El Hierro es jable, que también se emplea en La Palma, donde puede variar a sable.

La abundancia de palabras que hacen referencia a una misma realidad se debe al carácter discontinuo del territorio insular y a que las distancias, que ahora se salvan gracias a las comunicaciones, en otras épocas fueron determinantes para la formación del lenguaje, ya que casi no había conexión entre las diferentes poblaciones. «Unas islas tienen más influencia portuguesa que otras y no todas fueron conquistadas al mismo tiempo, por lo que hay muchas razones históricas y geográficas para explicar esta variación diatópica del Archipiélago», aclara Hernández, quien añade que en las Islas «tenemos más palabras con matices que el español general, lo cual es un síntoma de riqueza lingüística». Esta particularidad también se da en otras culturas como la de los pueblos que habitan en las regiones árticas de América del Norte, los inuit, que cuentan con cuatro términos para definir la nieve, dependiendo si está en cayendo, si ya se ha depositado en el suelo, si está a la deriva o si es arrastrada por el viento.

Los casos de bucio, canto y fajana

Entre los términos volcánicos que también recoge el diccionario de canarismos aparece bucio que, además de ser una bocina hecha con una caracola grande, en Tenerife y La Palma se maneja para referirse a los tubos volcánicos. El canto, no solo es la acción de cantar, sino que se utiliza para hablar de una «piedra de material volcánico labrada por lo común en forma de paralelepípedo rectangular, que se emplea en la construcción de paredes».

Seis canarismos para la ceniza del volcán de La Palma LP/DLP

La palabra que más se ha popularizado desde que se desató la emergencia volcánica en La Palma es fajana, un término que el Diccionario de la Real Academia Española recoge como canarismo y define como «terreno en declive al pie de laderas y escarpes formado por los materiales desprendidos de las alturas que lo dominan». Por su parte, el diccionario de canarismos lo describe como «terreno llano al pie de las laderas, escarpes o recodos de los barrancos, formado comúnmente por materiales desprendidos de las alturas que lo dominan, o arrastrados por las aguas». Hernández apunta que se ha normalizado el uso de la palabra fajana para hablar de un terreno formado por la caída de la lava que se solidifica, por lo que la Academia estudia la posibilidad de reconocer oficialmente esta acepción en el diccionario. Además, revela que el vocablo proviene de la voz portuguesa fajã, que se emplea en las islas de Azores y Madeira para referirse a los terrenos formados por la lava al pie de un acantilado.

Topónimos volcánicos en las ocho islas

La toponimia canaria está claramente influenciada por la actividad volcánica que ha contribuido a la formación del Archipiélago. Tanto en La Palma como en La Graciosa hay enclaves denominados El Lajial, que hace referencia a un terreno de roca volcánica más o menos plano, pero también existe el Lajial de Costa Blanca, en Teguise, Lanzarote; Charco Lajial, en Arucas, Gran Canaria o Punta del Lajial, en El Hierro. El toscal es un lugar del que se extrae la tosca, que se define como «roca ligera, de color amarillento o castaño y de consistencia porosa, formada por la acumulación de cenizas o de elementos volcánicos muy pequeños». Este término da nombre hasta a quince localizaciones de las Islas, entre ellas el barranquillo, la cueva y el lomo del Toscalillo, en Artenara; el barrio de El Toscal, en Santa Cruz de Tenerife y en Puntallana; o Toscales de la Viuda en Güímar.

El catálogo de la toponimia de Canarias elaborado por Maximiano Trapero, catedrático y profesor emérito de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), y Eladio Santana Martel, profesor titular de la ULPGC, recoge que la voz jameo da nombre a 22 ubicaciones en Lanzarote. Además de los conocidos Jameos del Agua, existen el jameo de Cho Gregorio, el de Juan Rebenque, el de la Gente o el de las Palomas. Un jameo es una «gran oquedad en el suelo formada al hundirse el techo de un tubo volcánico» o «un pequeño hueco «en una zona de lava rocosa que el agricultor rellena de tierra para plantar un árbol».

Malpaís y sus variantes, el topónimo volcánico más popular

Si hay un término volcánico empleado en la toponimia isleña es malpaís, que hace referencia a una extensión cubierta de lava de forma irregular. Esta voz se emplea para denominar 59 localizaciones en Canarias y está presente en todas las islas, excepto en La Gomera. Existe, además, una amplio número de variantes léxicas del término: malpéis, malpéi, malpái o maipés, entre otros. Un vocablo similar es el de quemado, que también se refiere a una zona enterrada bajo material volcánico y es habitual en los mapas del Archipiélago.

En Canarias, las montañas son volcanes y los cráteres, calderas

En las Islas se usa la palabra montaña de una forma particular. Más allá servir para mencionar a las grandes elevaciones del terreno, también la utilizamos para hablar de los conos volcánicos. En Canarias hay muchos enclaves a los que se denomina montañas, pero realmente son volcanes. Ejemplos de esta particularidad son la Montaña de Tindaya, en Fuerteventura, o la de Gáldar, en Gran Canaria.

En el Archipiélago tampoco se utiliza el término cráter y se opta por el de caldera, que la Academia Canaria de la Lengua define como una «depresión del terreno en forma circular que, como resultado de una actividad volcánica, se encuentra en muchas montañas de las Islas». Para encontrar su origen hay que retroceder dos siglos, que fue cuando el geólogo alemán Leopold von Buch viajó a Tenerife, Lanzarote, Gran Canaria y La Palma y popularizó y universalizó la palabra en el ámbito científico. El geólogo tuvo especial interés en estudiar la Caldera de Taburiente y decidió adoptar el término para referirse a este enclave en sus crónicas. «Los españoles han dado el nombre de caldera a estas cavidades. Nosotros empleamos esta misma palabra en sentido técnico». En las islas se encuentran otras calderas como la de Tejeda o la de Bandama, en Gran Canaria; Caldereta, Fuerteventura; o Las Cañadas en Tenerife.

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