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Volcán de La Palma | Consecuencias en la agricultura

La desigual suerte de las papas sembradas días antes de la erupción del volcán de La Palma

Celso recoge la cosecha que sembró el día previo a la erupción, y Eduardo sigue cuidando la suya hasta que esté lista

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Las papas de Tajuya, La Palma Andrés Gutiérrez

Celso y Eduardo tienen pequeñas parcelas en las que cultivan habitualmente verduras y hortalizas. Con la ceniza, sus matas se han secado y esta cosecha no ha salido todo lo bien que hubieran deseado. Justo sembraron días antes de que entrar en erupción Cumbre Vieja, así que estas son las papas del volcán.

El volcán de La Palma ha tenido innumerables consecuencias en la agricultura. Muchas plantaciones se han visto arrasadas, tanto a gran escala como a pequeña, y todavía más han resultado afectadas por los materiales que expulsa, sobre todo la ceniza que tan lejos puede llegar. Las pequeñas huertas de muchas personas que viven en El Paso, Los Llanos de Aridane o Tazacorte están muy lejos de mostrar la imagen que tenían aquel 19 de septiembre, antes de que la tierra se abriera para expulsar al exterior todo lo que llevaba dentro. Y sus propietarios han visto muy mermada la productividad que sacaban a estos terrenos, ya que la ceniza ha afectado negativamente a las matas, secándolas y evitando su normal crecimiento, así como impidiendo que el agua entrara con tanta profusión a la tierra.

En el caso de Celso, por ejemplo, las papas que cosechaba ayer en las tierras de sus suegros en Tajuya son, propiamente, las papas del volcán, ya que las plantaron dos días antes de que iniciara la erupción, el 17 de septiembre. Por su parte, Eduardo y su familia prepararon su pequeño terreno en La Rosa para sembrarlo la semana después, con el volcán rugiendo de fondo. Ninguno de los dos previó lo que vendría después, y que casi tres meses más tarde siguiera expulsando material volcánico y afectando a sus cultivos. Ambos pudieron seguir llegando hasta ellos para regarlos y atenderlos, no así otras muchas personas a las que el volcán cortó el acceso o que se pondrían en riesgo si se acercaran a esos lugares.

Celso cuida las tierras que desde hace más de dos décadas tienen sus suegros en el barrio de Tajuya, que desde el primer momento fue una especie de última frontera entre el volcán y el resto de la isla. Lo normal es que, en una buena cosecha, puedan sacar hasta 20 zamuros y más. Un zamuro es un canarismo propio de La Palma que define a una especie de cesta de goma de gran tamaño en el que caben alrededor de 20 o 25 kilos. Sin embargo, en esta ocasión llegaron a dos de estos recipientes a duras penas, y con papas que eran mucho más pequeñas de lo habitual. Según explicó ayer, mientras las cosechaba, lo normal era que usaran unas cinco papas para hacer el kilo, pero esta vez tuvieron que usar entre 15 y 20. 

«Yo creo que el problema ha sido, básicamente, la ceniza, que ha secado las matas», opinó el hombre, quien aplicó los mismos cuidados estas semanas que los que aplicaba siempre. Esto es, regaba las plantas cada seis o siete días, les puso abono y quitó las malas hierbas al tiempo que velaba por su crecimiento. Pero el volcán decidió que no fuera así, y ahora tiene que recoger lo poco que ha podido sacar de su terreno para su autoconsumo: «La verdad que hoy (por ayer) nos dio mucha pena haber sacado tan poco, pero para dejarlas ahí y que se las coman los bichos, pues las comemos nosotros». 

Los agricultores creen que la ceniza ha hecho secar las matas por lo que el tubérculo no creció con garantías

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En su parcela, de 18 metros de ancho por 70 de largo, aproximadamente, suele plantar papas, pero en función de la temporada también otras verduras y hortalizas como pimientos, cebollas, lechugas o calabazas. Si bien, este año solo sembraron papas y algunas matas de pimientos que todavía no están listas para recoger y que tampoco tienen pinta de estar en condiciones óptimas, pese a que lo normal es que «suelan darse bien» y les sirvan para su propio consumo. 

En La Rosa, un barrio por encima del casco de El Paso, tiene su pequeña parcela Eduardo, quien lleva 65 años viviendo en La Palma después de haber abandonado su Lanzarote natal después de hacer el servicio militar. A sus 85 años, es su huertita la que le mantiene vivo, aunque reconoció que cada día le cuesta más por los achaques propios de la edad. Sin embargo, en sus tareas suele estar acompañado por uno de sus nietos, al que ha legado el amor por la tierra, y que le ayuda en todo lo que pueda. Entre ellos y el resto de la familia, araron la tierra apenas unos pocos días después que el volcán entrara en erupción, para posteriormente plantar las semillas. Casi tres meses después, las matas han crecido poco, y muchas de ellas están secas, pero esperan poder sacar algunos kilos de papas para poderlas consumir en los próximos meses. 

«Dicen que este material del volcán será beneficioso, así que ya veremos en mayo», apunta Celso

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«Ya no tengo tantas fuerzas, y me duelen las rodillas, pero esta tierra seguirá cuidada mientras siga pudiendo levantarme cada día», aseveró Eduardo, quien también cuida a unas gallinas, y que antes tenía unas cabras que tuvo que vender porque no podía con ellas. Este natural de Lanzarote llegó con apenas 20 años a la Isla Bonita al albor de los nuevos cultivos de plátanos que nacieron tras las coladas del volcán de San Juan, en los años 50. Una vez aquí, conoció a la que sería su mujer y ya no regresó más a su tierra natal. Por ello, tiene claro que en las nuevas lenguas que ha extendido este gigante de Cumbre Vieja volverán a nacer las plataneras que se llevó por delante, y que seguirá habiendo futuro para quien se dedique a la agricultura. «En cuanto a mí, la ceniza ayudará a que haya más minerales en la tierra, así que espero que el año que viene sí pueda sacar mis verduras y hortalizas con normalidad, si las fuerzas me acompañan», apuntó.

Es un sentimiento que comparte Celso, desde sus terrenos en Tajuya. «Dicen que la ceniza será beneficiosa, así que veremos si, cuando mezclemos con la tierra y saquemos a principios de mayo la nueva remesa de papas sea al menos como antes», comentó el agricultor. A finales de enero, plantará los dos sacos de semillas de papas que le quedan tras haber mezclado bien la ceniza con la fértil tierra de la huerta de sus suegros, y desde ese momento le tocará esperar a que los resultados vuelvan a ser los que eran. «Si sale más cantidad de la normal, entonces sí podré decir que fue bueno», concluyó. 

Ahora, con el volcán en relativa calma durante más de 48 horas, vuelven a surgir los planes de futuro entre los habitantes del valle de Aridane, y las matas de papas o pimientos volverán a resurgir en todo su esplendor.

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