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El último enigma de la prehistoria en Galicia

Estudios arqueológicos descubren la posible existencia de más de 40 monumentos rituales prehistóricos en Galicia similares a los de las Islas Británicas. Su estudio en detalle permitirá despejar las incógnitas que suscitan y conocer un período oculto de la Prehistoria gallega

Excavaciones en el yacimiento de Outeiro Grande, en Lalín y recreación de Ötzi, el hombre cuyos restos fueron hallados en Los Alpes y fue datado en torno al 3.200 AC.

Están enterrados, cubiertos de vegetación, ubicados en lugares poco visibles en el paisaje y, aunque llevan en Galicia más de tres mil años, no se supo de su existencia hasta 2006 cuando se excavó en la Mariña lucense A Roda de Barreiros y se descubrió así el primer yacimiento prehistórico circular que fue denominado henge por su proximidad con las estructuras similares existentes en las Islas Británicas, de las cuales la más conocida es Stonehenge. Quince años después de ese hallazgo, los expertos ya han identificado 43 por todo el territorio gallego, lo que abre la puerta a futuras excavaciones y estudios sobre campo que permitan despejar los numerosos enigmas que plantean y conocer un periodo oculto de la prehistoria gallega, el del final de la Edad Bronce.

La arqueóloga de la Universidad de Santiago de Compostela Pilar Prieto y su colega José Luis Cordeiro, ambos del grupo de investigación Ecopad, están realizando un trabajo de recopilación de datos del que publicarán un artículo a principios de año con el objetivo de definir el mayor número de yacimientos posible, enfocar su distribución en el territorio y plantear un proyecto para solicitar la financiación necesaria para excavar algunos de ellos y poder seguir avanzando en la investigación.

¿Qué sabemos de esos círculos enigmáticos?

Los “henges” gallegos son estructuras circulares -en algunos casos ovales pero con una diferencia entre ejes muy pequeña - delimitados por un foso y a veces por un pequeño parapeto cuyo diámetro exterior oscila entre los 32 y más 74 metros, por lo cual los investigadores los dividen en tres bloques atendiendo a su tamaño: pequeños -entre 32 y 41 metros-, medianos -entre 46 y 56- grandes - de 60 a 74 metros, y muy grandes -de más de 74 metros-, según explica Pilar Prieto.

El interior de los recintos que se han prospeccionado hasta el momento -A Roda, Ventosiños y Lavandeira en la Mariña lucense, Outeiro Grande en Lalín y Landra en Rianxo- indican que no se trata de poblados habitados. “Sin duda no son castros, ya que no presentan restos de estructuras habitacionales ni estructuras anejas”, afirma la arqueóloga. 

Otras diferencias de estos círculos líticos con los asentamientos residenciales propios de la Edad de Hierro, según indica Pilar Prieto, son su menor tamaño y su localización, ya que mientras los castros se ubicaban preferentemente en lugares altos para mejorar su defensa, este tipo de yacimientos “tienden a emplazarse en zonas prominentes, pero no en las más altas de las montañas sino en alturas medias, adaptándose al terreno en laderas y buscando áreas más o menos llanas cercanas a ríos y a la costa”.

Función ritual funeraria

El hallazgo de fosas con restos de cerámica correspondiente a vasijas de las que se hicieron análisis abre la hipótesis de que estas construcciones cumplieran una función ritual relacionada con la muerte o que directamente fueran necrópolis. “No se conservan esqueletos, por lo que podrían haber sido incineraciones de cuerpos, pero no lo podemos asegurar porque el suelo gallego es tan ácido que no permite la conservación de restos orgánicos humanos”, explica Pilar Prieto. La tesis de que son cementerios cobra fuerza por el análisis de tierras realizado en el yacimiento de Ventosiños por el equipo de Ecopac dirigido por el profesor Martínez Cortizo. Los resultados dieron un contenido de fósforo muy elevado, con lo que los investigadores llegaron a la conclusión de que podría estar relacionado con restos humanos en descomposición.

Invisibles en el paisaje

Un dato curioso que apuntan los estudiosos es que resultan invisibles en el paisaje, es decir, “si te colocas en ellos para ver el entorno no alcanzas a ver el río cercano, solo puedes ver distancias cortas e inmediatas, pero no las medias ni las largas, a no ser en los emplazados en la costa volcados hacia el mar”, comenta. Al contrario de lo que sucede con los castros, que se divisan de lejos en el paisaje, los “henges” gallegos están colocados de tal manera que no se percibe dónde pueden estar. “Son yacimientos que solo te das cuenta de que existen cuando estás encima de ellos, si no hay vegetación, claro; parece que buscaban un emplazamiento para estar ocultos, algo que no sucedería si se  construyeran unos metros más arriba”.

¿Cómo se han encontrado?

Cuando José Luis Cordeiro y Pilar Prieto comenzaron sus investigaciones en 2016 tan solo se conocía la existencia de una decena de yacimientos de este tipo, la mayoría en la Mariña lucense, que salieron a la luz por prospecciones arqueológicas previas a obras de construcción o por estar cerca de otras excavaciones de interés, al principio, y por la búsqueda paciente de expertos, más tarde. El primer hallazgo de un “henge” en Galicia, el de A Roda de Barreiro en 2006, se produjo al realizar la excavación pertinente de un yacimiento que iba a ser afectado por el trazado de la autopista Cantábrica, que finalmente se desvió. Tras una primera excavación de la que Andrés Bonilla, director de la excavación, realizó una memoria que no llegó a ser publicada, en 2015 se realizó una segunda campaña, se solicitó una datación con Carbono 14 y se fechó el vestigio en torno a 1.500-1.600 años A. C.

El descubrimiento del “henge” de Ventosiños, excavado en 2011 y 2013, añadió interés entre los arqueólogos por estos enigmáticos círculos hengiformes de cuya existencia fuera de las Islas Británicas solo se conoce de momento en Galicia. Más tarde se sondearon otros como el de As Lavandeiras, en Xove, y, más recientemente el de Outeiro Grande en Lalín.

Encontrarlos es “cuestión de paciencia y ponerse a rastrear en zonas. Primero se empezó a buscar en el entorno de los castros y de necrópolis conocidas y algunos han sido localizados con una prospección que financió la Xunta en 2019 para revisar la catalogación de yacimientos conocidos y tratar de descubrir algunos nuevos”, relata Pilar Rubio. La pandemia contribuyó bastante a que se avanzara en este terreno al disponer los expertos de tiempo para rastrear el terreno.

Localizados por láser

En los nuevos hallazgos ha jugado un papel fundamental la utilización de herramientas de visualización como el LiDAR, que permite encontrar yacimientos difíciles de apreciar de otro modo. Esta tecnología consiste en un láser que se lanza desde una plataforma vía terrestre o aérea y emite una señal que permite construir un modelo MDT de reestructuración del terreno, de modo que se ve el relieve de forma detallada y es posible encontrar yacimientos no visibles en el territorio, según explica Pilar Prieto. “Este tipo de yacimientos que sobresalen en el terreno formando un círculo casi perfecto se aprecian muy bien con el LiDAR, comenta Prieto.

Muchos de ellos se han localizado en el terreno a través de una herramienta que emite señales láser vía terrestre o aérea

Gracias al rastreo con esta herramienta, José Luis Cordeiro localizó casi por casualidad el “henge” de Monte Buxel, emplazado en el municipio de Redondela y volcado sobre la Ría de Vigo, cerca de un yacimiento de la Edad de Bronce. Otros estudiosos como Manuel Miranda, de Mariña Patrimonio, o Manuel Gago, que trabaja con un equipo que estudia campamentos romanos, emplean esta misma técnica para rastrear el territorio gallego y localizar nuevos “círculos invisibles”.

¿Relación con los británicos?

Una de las hipótesis que abre este descubrimiento arqueológico es la posible comunicación de los pueblos británico y gallego en la Prehistoria. Al respecto, Pilar Rubio aclara que los sondeados por ahora en Galicia son posteriores a los anglosajones, que además tienen como característica poseer dos entradas. “En el primero que se excavó en Galicia solo se detectó un acceso, aunque a través del LiDAR a veces se ven interrupciones en algunos círculos que se pueden interpretar como entradas, algo que no sabremos hasta que excavemos”.

El boom de los análisis de genética en esqueletos antiguos que permite demostrar la conexión entre pueblos prehistóricos no es posible en el caso de Galicia por la falta de restos orgánicos de seres humanos. “A través de elementos materiales como la cerámica podemos decir que es parecida a la existente en ese momento en toda Europa, por lo que puede estar vinculado a un fenómeno de enterramiento en fosa con una cantidad de ajuar muy pequeña o a veces inexistente. En ese momento también empieza a desarrollarse la incineración como rito de enterramiento, aunque tampoco hemos encontrado cenizas. Podría ser un rito generalizado en toda Europa hasta el año 1500 AC, precisamente cuando parece que empieza a desarrollarse en Galicia, pero no sabemos si el vínculo es con las Islas Británicas o no”, sostiene Prieto.

De hecho en Reino Unido e Irlanda, donde hay identificados 358 yacimientos de este tipo, se está revisando el concepto de henge, dado que se catalogaba como tal cualquier tipo de recinto circular. Y probablemente en Galicia algunas construcciones que se han catalogado como castros no lo sean.

Sea como sea, el descubrimiento de este tipo de yacimientos en Galicia resulta apasionante para la arqueología, que encuentra en ellos una vía para estudiar una época de la prehistoria muy desconocida en esta región y de la que hasta el momento existían pocos asentamientos.

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